Un 'sheriff' en Euskadi
En el mediod¨ªa del 24 de febrero de 1984, momentos despu¨¦s del funeral por el secretario general del PSOE de Guip¨²zcoa, Enrique Casas, asesinado por los Comandos Aut¨®nomos -una banda terrorista desarticulada siendo Rafael Vera secretario de Estado de Interior-, el entonces l¨ªder socialista vizca¨ªno Ricardo Garc¨ªa Damborenea, al contrario que el presidente Gonz¨¢lez y el entonces lehendakari Garaikoetxea, rechaz¨® el coche oficial y se puso a caminar por las calles de San Sebasti¨¢n acompa?ado de su guardia pretoriana de la Ejecutiva vizca¨ªna en un rasgo de desaf¨ªo. Recorri¨® a paso lento el kil¨®metro que separa la iglesia de Santa Mar¨ªa del edificio de la Diputaci¨®n de Guip¨²zcoa ante la sorpresa de los viandantes de aquel San Sebasti¨¢n de 1984, perplejos por los atentados terroristas.En la capilla ardiente, situada en la planta principal de la Diputaci¨®n, Damborenea se neg¨® a estrechar la mano del lehendakari. Se abraz¨® a B¨¢rbara Durkopp, viuda de Casas, y sali¨® a la calle. Cuando emergi¨® la figura alta y desgarbada del barbudo Dambo, la multitud congregada comenz¨® a bramar contra ETA. Alz¨® el pu?o y dijo algo ininteligible, tapado por los gritos de una multitud que descargaba una emoci¨®n contenida.
Una escena similar se produjo en Portugalete el 2 de mayo de 1987, en el funeral de otra socialista asesinada. En aquella ocasi¨®n, Dambo ejerci¨® de cura laico. Vestido de luto impecable sustituy¨® al cura y ofreci¨® a la militancia vizca¨ªna, cohibida por los atentados, el discurso que quer¨ªa escuchar.
Garc¨ªa Damborenea fue algo m¨¢s que el secretario general del PSE de Vizcaya en aquellos tiempos dif¨ªciles. Algunos de sus antiguos compa?eros manifiestan que era "algo as¨ª como la representaci¨®n del Estado en aquella Euskadi de la primera mitad de los ochenta, desarticulada pol¨ªtica y socialmente por el terrorismo". No es tan balad¨ª esta afirmaci¨®n. Su poder era absoluto. Nombraba a los gobernadores de su provincia e incluso viv¨ªa en sus dependencias, en el edificio de la plaza El¨ªptica. Dio clases en la Academia de la Polic¨ªa sobre el terrorismo en Euskadi, del que se convirti¨® en gran especialista. Su discurso antiterrorista era tan descarnado como el del asesinado Gregorio Ord¨®?ez, dirigente del PP, s¨®lo que adornado de una mayor p¨¢tina intelectual. Afili¨® al PSOE a numerosos polic¨ªas de Basauri y los utiliz¨® en las batallas que disputaba con los abogados guipuzcoanos del partido, tal y como los socialistas vizca¨ªnos calificaban despectivamente a dirigentes como Txiki Benegas, entonces secretario general del partido, y Ram¨®n J¨¢uregui, m¨¢s moderados.
Nadie pod¨ªa controlar a Dambo, al cura laico cuyo poder emanaba de unas bases socialistas vizca¨ªnas, humilladas y asustadas por el terrorismo. A nadie daba cuenta de sus finanzas ni de sus actuaciones. Los intentos del entonces vicesecretario general del PSE, Juan Manuel Eguiagaray, de colocarlo bajo control de la Ejecutiva vasca fueron imposibles. "Es un paniguado". Fue la calificaci¨®n p¨²blica que Dambo dio de Eguiagaray, que opt¨® por abandonar Euskadi con el nombramiento de delegado del Gobierno en Murcia.
Su poder lo llev¨® tan lejos que desafi¨® a la Ejecutiva Federal que controlaba Alfonso Guerra. Vet¨®, caso ins¨®lito, la presencia de un diputado en las listas por Vizcaya que ¨¦l encabezaba. Se llamaba Jos¨¦ Luis Corcuera, que acababa de romper con Nicol¨¢s Redondo, entonces aliado de Damborenea. Dambo se sali¨® con la suya, pero el perdedor de entonces fue ministro del Interior dos a?os despu¨¦s. Fue el comienzo del fin de aquel sheriff en el Oeste. Entre otras cosas porque en 1988 Euskadi dej¨® de ser el Oeste. Ahora Dambo no entiende nada. Su entorno asegura que dice que hay "una gran hipocres¨ªa social".
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