El otro
Conviene no olvidarse nunca de que el otro existe: aquel que no es como nosotros, que no comparte nuestra cultura, ni nuestro aspecto, ni el poder de nuestra palabra mayoritaria. Y conviene asimismo recordar que, pese a su diferencia, posee los mismos derechos que nosotros tenemos: nosotros, que somos los otros para ¨¦l.Todo esto viene a cuento de ese Ayuntamiento de L¨¢rraga (Navarra) que ha decidido expulsar del pueblo a dos familias gitanas. Argumentan que los seis miembros de estas familias son unos camorristas y unos rateros, y que uno de ellos, de 17 a?os, acuchill¨® a otro chico en tina pelea. En primer lugar, habr¨ªa que probar estas acusaciones: la presunci¨®n de inocencia es para todos, no s¨®lo para los indeseables de altos vuelos. Pero incluso en el caso, sin duda posible, de que las dos familias fueran un nido de tipejos siniestros, la medida resulta inaceptable. No hay como ponerse en el lugar del otro para saber lo que no nos har¨ªamos a nosotros mismos: si los alborotadores fueran payos, ?habr¨ªan expulsado acaso a las familias? Si hay delitos, habr¨¢ que detener a los delincuentes: ¨¦se es el procedimiento habitual, y basta con eso. Al otro no se le destierra por el mal cometido, sino por ser el otro.
La medida fue votada por la derecha (Uni¨®n del Pueblo) y por HB. La derecha es heredera de un pasado brutalmente racista que les devorar¨¢ el presente si no se vigilan. En cuanto a HB, su actitud me parece, por desgracia, coherente con la ideolog¨ªa que representa. El tipo de KAS que apale¨® b¨¢rbaramente a un ertzaina hace unos meses aleg¨® en el juicio que lo hab¨ªa confundido con un ladr¨®n, y que no cre¨ªa que linchar a un ladr¨®n (¨¦l dio pegar) fuera un delito: una excusa muy bestia. Es la ley sin ley de la intolerancia. (He conseguido no hablar de Rold¨¢n: un esfuerzo ¨ªmprobo).
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