SIR PETER Y SUS RA?CES
Fue algo entre un fugaz homenaje a los abuelos y es inmortalidad de la nostalgia levantina lo que llev¨® a sir Peter Ustinov y a su clan de hijos y nietos a Jerusal¨¦n el martes por la noche para una espectacular fiesta que -al menos moment¨¢neamente- borr¨® la no muy invisible l¨ªnea divisora que separa hist¨®ricamente a los ¨¢rabes y los israel¨ªes de la Ciudad Santa. La misi¨®n del septuagenario sir Peter, corporalmente m¨¢s grueso, avejentado, pero no menos locuaz que el exc¨¦ntrico detective Hercules Poirot de las novelas de Agatha Christie, era simple: plantar una palmera joven en el mismo sitio donde su abuelo, el bar¨®n Plato von Ustinov, ex oficial de Ej¨¦rcito del zar, coloc¨® un ¨¢rbol similar como regalo de bodas a los encargados de la entonces religiosa Colonia Americana de Jerusal¨¦n. Hab¨ªa que reemplazar a la palmera que se muri¨® hace un a?o de una vejez acelerada por esquirlas de artiller¨ªa durante la guerra de 1948 en el sereno patio de lo. que es hoy el American Colony Hotel. La nueva palmera tiene cinco a?os y cinco metros. Su inclusi¨®n en el peque?o paisaje del Jerusal¨¦n ¨¢rabe fue festejada en grande. M¨¢s de mil invitados aplaudieron cuando sir Peter, al final de un breve e ingenioso discurso, le ech¨® tierra a la fosa y brind¨® sonoramente hacia el cielo sin pronunciar el nombre de Palestina, la tierra donde su abuelo se hizo con fama. Habr¨ªa sido una imprudencia: al fin y al cabo, la palmerita de marras naci¨® y creci¨® en un kibutz israel¨ª. Apurando un whisky en un rinc¨®n del patio, un venerable personaje palestino la bautiz¨® como la palmera de Troya" y se alej¨® tristemente de la ceremonia pronosticando que alg¨²n d¨ªa los israel¨ªes reclamar¨¢n el cortil otomano del American Colony Hotel como patrimonio territorial jud¨ªo gracias a la bot¨¢nica
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