Toreo emotivo de Vicente Barrera
Ruiz / Manzanares, Jesul¨ªn, BarreraToros de Daniel Ruiz, muy desiguales de presencia y juego, la mayor¨ªa inv¨¢lidos (uno, devuelto). 2?, impresentable; 3?, sobrero, encastado; 5?, con trap¨ªo y genio, manso.
Jos¨¦ Mari Manzanares: pinchazo bajo y estocada corta atravesada descaradamente baja (silencio); estocada corta (pitos); pinchazo, otro hondo perpendicular, -descabello -aviso- y siete descabellos (protestas). Jesulin de Ubrique: aviso antes de matar y estocada corta atravesada trasera baja (oreja); media. atravesada baja (petici¨®n, ovaci¨®n y salida al tercio). Vicente Barrera: estocada trasera atravesada (oreja); pas¨® a la enfermer¨ªa con una cornada en el gl¨²teo de pron¨®stico reservado.
Plaza de Valencia, 17 de marzo (tarde). 9? corrida de feria. Lleno.
Vicente Barrera sufri¨® dos cogidas y acab¨® con una cornadita dolorosa, en el transcurso de una faena emotiva, plet¨®rica de pundonor y torer¨ªa.
Faena de torero antiguo, la que hizo Vicente Barrera, en perfecta armon¨ªa cabeza y coraz¨®n, d¨¢ndole al toro las ventajas que deb¨ªan d¨¢rsele, cruzado frente al testuz, tray¨¦ndoselo toreado con el riesgo que es inherente al toreo y el sentimiento propio de un diestro dotado de sensibilidad art¨ªstica.
Toreo sin concesi¨®n alguna a la galer¨ªa. Luego habr¨ªa de verse otro tipo de toreo, el de la neotauromaquia embustera y nefasta, que es todo zafiedad y demagogia. El toro de Vicente Barrera -un sobrero cornal¨®n- ten¨ªa casta, y ¨¦se fue el peor peligro. El torero ligaba los pases sin p¨¦rdida de terrenos, al cambiarlos para el de pecho se quedaba descolocado y sobreven¨ªa entonces la voltereta. Las dos cogidas fueron justo al iniciar los pases de pecho, y en la segunda se produjo la cornada.
Los percances no descompusieron a Vicente Barrera en absoluto. Sigui¨® toreando con la misma quietud, al cobrar la estocada acudi¨® a recoger la montera que hab¨ªa brindado y se march¨® porsu propio pie a la enfermer¨ªa. Ni un mal gesto, ni un aspaviento, ni una mueca para despertar conmiseraci¨®n. Que la elegancia, cuando es aut¨¦ntica, desconoce cualquier tipo de vulgaridades.
Los compa?eros de terna lo deb¨ªan entender de otra manera, y all¨ª estaba Jesul¨ªn de Ubrique, plenamente identificado con los coros de mujeres que desde el tendido le gritaban ol¨¦¨¦¨¦ en cuanto hac¨ªa un movimiento, daba igual que fuera acad¨¦mico o montaraz. Y se puso a pegarle pases al novillejo inofensivo. Se puso a pegarle pases hasta dejarlo molido y abominando haber nacido. Le peg¨® derechazos e izquierdazos, circulares de espaldas o de costadillo, reolinas y rebanadas, rodillazos y cuclillazos, el pase de la tortilla y el del facistol. Toreando sin torear, hubiera podido seguir hasta la madrugada, pero el presidente le envi¨® un aviso.
Por la ley de las compensaciones, le correspondi¨® en segundo lugar un toro de casta, y no par¨® de correr. Ya no hubo reolinas ni facistoles, naturalmente. Pegaga un derechazo, y apretaba a correr al lado contrario. La tarde estaba de corredores. Manzanares necesit¨® el ruedo entero para explayar en sus trasteos el arte de pegarle un pase con el pico al toro y poner a continuaci¨®n pies en polvorosa. Los ve torear as¨ª la afici¨®n antigua, y no les deja ni tomar la alternativa. Eran otras tiempos, claro; cuando el m¨¦rito del toreo estribaba en el mando y la ligaz¨®n, en la elegancia y el reposo, al estilo que recuper¨® Vicente Barrera en su emotiva faena. Y le cost¨® una cornada.
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