Drogas: un necesario cambio de rumbo
El debate -y la herida- de las drogas sigue abierto en la sociedad espa?ola. El articulista cree que la prohibici¨®n ha demostrado ya no ser la v¨ªa adecuada.
El informe recientemente publicado por la Junta Internacional de Fiscalizaci¨®n de Estupefacientes, del Consejo Econ¨®mico y Social de Naciones Unidas, y la comunicaci¨®n presentada al Parlamento por la Comisi¨®n Europea, en la que se pretende definir la pol¨ªtica a seguir en materia de drogas para los pr¨®ximos a?os, est¨¢ generando un amplio debate, una confrontaci¨®n pol¨ªtica y de pol¨ªticas en tomo a lo que se conoce como "la guerra de la droga".El referido informe de Naciones Unidas constata que en el ¨²ltimo a?o, siguiendo la misma t¨®nica que en a?os anteriores, se ha producido un marcado aumento del consumo de sustancias prohibidas, se han incrementado la violencia y la delincuencia, as¨ª como la peligrosidad en la lucha contra el narcotr¨¢fico, y, en il¨®gica consecuencia, se aboga, se exige casi, continuar con la pol¨ªtica de intolerancia, represi¨®n y victimizaci¨®n de millones de personas implicadas en la cadena de producci¨®n, distribuci¨®n, consumo y terapia que se ha ido tejiendo en tomo a las drogas prohibidas.
Es obvio que el camino emprendido desde que se inici¨®, bajo los auspicios de Naciones Unidas y en el marco de los acuerdos de Ginebra de 1963, la senda de la prohibici¨®n, ha demostrado no ser la v¨ªa que conduce a la superaci¨®n del problema. M¨¢s bien -de continuar con la actual pol¨ªtica de intolerancia y represi¨®n-, este camino conduce a un abismo cada vez m¨¢s profundo.
El empe?o en no rectificar, por parte de los bur¨®cratas y responsables pol¨ªticos de Naciones Unidas, se asemeja a una (involuntaria quiz¨¢) conspiraci¨®n perversa de estos expertos y dignatarios, que en su ingenua y ut¨®pica ceguera quiz¨¢ consigan que este abismo se vaya llenando, a?o tras a?o, de mayor n¨²mero de seres humanos muertos, enfermos, encarcelados, perseguidos, marginados, prostituidos, camellos de poca monta, polic¨ªas y militares corruptos, inductores arrepentidos, trabajadores sociales y sanitarios frustrados, y un largo etc¨¦tera de miserias.
As¨ª, una vez lleno el abismo, el floreciente negocio de la prohibici¨®n permitir¨¢ a los que lo controlan sentarse en la cumbre, disfrutar de un buen cigarro y un excelente whisky, charlando de inmensos movimientos de capitales negros o blanqueados, estrechamente ligados al tr¨¢fico de armas, a la especulaci¨®n monetaria, a los conflictos b¨¦licos. No cabe duda de que estos representantes de variadas familias mafiosas celebrar¨¢n la reafirmaci¨®n de la pol¨ªtica prohibicionista (que tan buenos resultados les est¨¢ dando) como un ¨¦xito m¨¢s que les garantiza seguir cortando el bacalao, manteniendo o incrementando sus desestabilizadores y repugnantes beneficios.
Si el resultado de la pol¨ªtica sugerida es bastante tr¨¢gico, no es menos dram¨¢tico el hecho de que nuestras sociedades s¨¦ ven forzadas a andar este camino con una venda en los ojos. Sin ser un experto en farmacolog¨ªa, participo del acervo com¨²n de cuanto la comunidad cient¨ªfica ha divulgado sobre sustancias psicoactivas, y no me cabe duda acerca, de la existencia de elementos claros de diferenciaci¨®n entre drogas de riesgo o alto riesgo y otras sustancias que, como en el caso del hach¨ªs (el es lab¨®n m¨¢s d¨¦bil de la cadena de dependencia ni son nocivas, seg¨²n revelan los informes farmacol¨®gicos m¨¢s desideologizados o los informes gubernamentales encargados a, comisiones de expertos desde el siglo XIX hasta la actualidad.
El binomio represi¨®n ignorancia, de continuar como paradigma de referencia en la pol¨ªtica de lucha contra la drogadicci¨®n, producir¨¢ m¨¢s compulsi¨®n hacia el consumo, mayor nivel de endogamia entre usuarios y vendedores de drogas de distinto nivel de riesgo y, como resultado, m¨¢s caos a heredar por parte de las generaciones j¨®venes, que recibir¨¢n el miedo como ¨²nico lega do para enfrentarse al problema del USO y abuso de sustancias psicotr¨®picas. Y sin embargo, y por el contrario, tienen derecho a que no se les sustraigan los conocimientos m¨¢s elementales para poder enfrentarse a sus propias responsabilidades como seres humanos adultos y libres.
Para concluir, creo que ya va siendo hora de que al menos los Gobiernos europeos inicien en el marco comunitario un cambio de pol¨ªticas respecto a este tema, sobre la base de reconocer con honestidad el fracaso y los peligros de la actual pol¨ªtica. Es precisamente en Europa donde deber¨ªamos poder iniciar una reconducci¨®n que se transforme en un cuerpo de legislaci¨®n adaptado a la realidad y a las tradiciones liberales de nuestra sociedad, acabando con la hipocres¨ªa, tintada de moralina, que permite a los grandes narcotraficantes pasearse por la calle y por los puertos deportivos mientras llenamos las c¨¢rceles de sus v¨ªctimas (los peque?os vendedores y traficantes, delincuentes a causa de la droga, algunos consumidores ... ) y mientras permitimos tambi¨¦n que se siga matando a nuestra juventud a golpe de sobredosis y adulteraciones, de rechazo que empuja a la marginaci¨®n y a la delincuencia. El ejemplo holand¨¦s es un banco de pruebas con bastantes resultados positivos y algunos discutibles.
Aprovechemos los positivos y sigamos discutiendo. Ser¨ªa un fraude casi criminal seguir, como burros con orejeras, incapaces de cambiar de rumbo. Las v¨ªctimas de la guerra de la droga y sus familias se merecen informaci¨®n y un debate serio. No sigamos enga?¨¢ndoles.
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