Juego de chaquetas
Ballesteros, Olaz¨¢bal y Jim¨¦nez, tres golfistas espa?oles a por la cuarta victoria en Augusta
La chaqueta verde de Augusta es una prenda que sienta bien en el vestuario de los golfistas espa?oles. Ahora est¨¢ en la maleta de Jos¨¦ Mar¨ªa Olaz¨¢bal, pero puede que dentro de una semana otro. jugador espa?ol la est¨¦ empacando de vuelta a Espa?a. Y este a?o, con m¨¢s posibilidades. Aparte de los eternos Severiano Ballesteros y Olaz¨¢bal -25 participaciones en el Masters entre ambos y con la participaci¨®n asegurada de por vida, el jueves, en el tee del uno, habr¨¢ otro espa?ol, el malague?o Miguel ?ngel Jim¨¦nez, un jugador que ha tenido que esperar hasta los 31 a?os para ser invitado a jugar en el club m¨¢s selecto del mundo.Tres invitados al Masters no angloparlantes y de un mismo pa¨ªs es un r¨¦cord m¨¢s del golf espa?ol, una marca que quiz¨¢s llegue tarde. "Aunque nunca es tarde si la dicha es buena", dice Jim¨¦nez. Tarde, porque a mediados de los a?os 80 hubo una serie de espa?oles en el equipo europeo que hizo historia arrebatando la Ryder Cup a los americanos. As¨ª, es un r¨¦cord conseguido tarde y debido a los caprichos de un estricto comit¨¦ de selecci¨®n.
Deportivamente, el torneo m¨¢s importante del mundo es tambi¨¦n el m¨¢s abierto. Es el primer grande de la temporada por lo que de poco valen los apuntes de juego, que se est¨¢ observando a los pretendientes. A¨²n no se sabe si las buenas rachas anteriores en torneos menores son un s¨ªntoma de que se puede progresar o de que se ha alcanzado el m¨¢ximo. No se sabe si los malos resultados quieren decir que ese jugador est¨¢ en un a?o malo o si simplemente est¨¢ calentando motores. El Masters es un mundo aparte.
Ya lo era desde que se comenz¨® a jugar, en 1934, como un torneo al que el propietario del Augusta National Golf Club, Robert Tyre Jones Jr., invitaba a jugar a sus amigos. Para poder participar no val¨ªa con ser bueno
El comit¨¦ selector tiene previsto este a?o que participen 86 jugadores, los mismos que el a?o pasado, aunque con mayor presencia local y menor extranjera. Y eso no deja de ser un s¨ªntoma del miedo que embarga a los organizadores de que el torneo se decante definitivamente por jugadores europeos, una tendencia que se ha marcado fuertemente en los ¨²ltimos a?os. Severiano Ballesteros, en 1980, fue el segundo extranjero en ganar en Augusta. En los 14 a?os posteriores se han producido m¨¢s victoria de europeos que de locales (8-6). Y este a?o parece que la tendencia va por ah¨ª.
Favoritos
El primer favorito suele ser siempre el ganador del a?o anterior. As¨ª que Olaz¨¢bal parte con las bendiciones a pesar de los pesares. Los pesares son una inoportuna operaci¨®n que le ha retrasado su preparaci¨®n (s¨®lo ha jugado un torneo en Europa y cinco en Estados Unidos). Y este es un asunto importante: el golfista debe acudir con confianza, con Jeefing, debe saber que tiene el toque de bola que hace que lo que la mente manda los palos lo cumplen. Un recuerdo nada halag¨¹e?o: Ballesteros no pas¨® el corte en los dos a?os que siguieron a sus victorias de 1980 y 1983.
Haga lo que haya hecho antes, Ballesteros es siempre una amenaza para los aspirantes. ?l reina en su club y funciona a golpes de genio. Puede tener actuaciones yo-yo, en torneos en los que pasa de lo mejor a lo peor, pero eso no significa nada. El a?o pasado recuper¨¦ la moral y las ganas de divertirse con el golf y eso se nota. Si la espalda no le da la lata y encuentra la inspiraci¨®n, en Augusta ser¨¢ un rival temible.
El zimbabu¨¦s Nick Price, de 38 a?os, esper¨® mucho hasta ganar su primer grande, pero despu¨¦s ha sido el intratable Price. Augusta le da la oportunidad (le una gesta pocas veces igualada:ganar tres grandes de una tacada. 1994 le trajo el Open Brit¨¢nico y el torneo de la PGA. En lo que se le ha visto en 1995 ha demostrado que hay que seguir contando con ¨¦l. Se ve c¨®mo mejora al pegar los golpes.
Otro que va a defender el pabell¨®n de los veteranos -la generaci¨®n de Ballesteros, Price, Woosnam y Faldo- es el alem¨¢n Berrihard Langer, ganador del Masters en 1985 y 1993. El lento y met¨®dico germano -todo lo contrario que Pr¨ªce, que a veces parece. que juega sin pensar por la rapidez con que decide a¨²n en los golpes m¨¢s camplicados termin¨® 1994 con el Masters de Valderrama en el bolsillo y ha demostrado que sabe estar en su sitio en las grandes citas.
El ingl¨¦s Nick Faldo y el gal¨¦s lan Woosnam son dos casos apartes. Faldo se ha hecho este a?o miembro a tiempo pleno del circuito americano, y parece haberse contagiado de los vicios que han hecho que el golf de Estados Unidos no levante cabeza en lo que concierne a los grandes. Gan¨® un torneo hace tres semanas, pero en el siguiente no fue capaz de pasar el corte. esas muestras de irregularidad no presagian nada bueno de cara a Augusta. Woosnam, por su parte, est¨¢ embarcado en un camino de b¨²squeda para recuperar la. capacidad que le llev¨® a derrotar a Olaz¨¢bal en la ¨²ltima jornada del Masters de 1991.
Un escal¨®n por debajo de estos monstruos est¨¢ Colin Montgomerie, un escoc¨¦s que lleva a?os queriendo demostrar que en su bolsa de palos hay un hueco para un grande. No parece que el campo de Augusta sea el ideal paya estrenarse. Su drive de izquierda a derecha le impide encontrar lo mejores sitios en la calle de cara afrontar el green en las mejores condiciones. El sitio ideal est¨¢ siempre fuera de su alcance.
Y luego quedan los j¨®venes, los jugadores menores de 30 a?os que, con Olaz¨¢bal y el surafricano Ernie Els a la cabeza, comenzaron a tomar el poder el a?o pasado. Y, claro, el americano de turno.
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