Pesca y violencia.
ES L?GICO que a la sociedad espa?ola en general y a los pescadores en particular les resulte dif¨ªcil reprimir la indignaci¨®n ante las noticias de una nueva agresi¨®n de las patrulleras canadienses a pesqueros espa?oles en aguas internacionales de Terranova. Habr¨¢ que establecer con exactitud qu¨¦ sucedi¨® durante la madrugada del jueves en esas aguas. Pero, aunque las autoridades canadienses negaran ayer haber intentado romper aparejos de pesqueros espa?oles, no hace muchos d¨ªas se vanagloriaban de acciones semejantes.En todo caso, era f¨¢cil de prever que el ¨¦xito inicial cosechado por Canad¨¢ en la mesa de negociaciones despu¨¦s de haber violado las leyes mar¨ªtimas no iba sino a incitar a la reincidencia. Hab¨ªa logrado cambiar por completo los t¨¦rminos de los acuerdos vigentes. Y conseguido -en aras de una pol¨ªtica tan supuestamente conservacionista como abrumada por la suerte del flet¨¢n negro- una ampliaci¨®n de su propia cuota de capturas. Al tiempo ha minado la unidad interna del adversario en este conflicto, que es la Uni¨®n Europea (UE). El alineamiento del Reino Unido con Canad¨¢, explicitado ayer de nuevo con su negativa a condenar las agresiones canadienses, pone sobre la mesa mucho' m¨¢s que una mera discrepancia sobre unas toneladas de pesca, es la propia solidaridad interna de Europa la que se ha quebrado.
?Qu¨¦ m¨¢s l¨®gico, por tanto, que repetir las agresiones para invitar a una mayor¨ªa de miembros de la UE, sin inter¨¦s directo en aquellos caladeros, a imponer por fin un acuerdo que supone un rev¨¦s para los intereses de Espa?a? Pero en esta ocasi¨®n es posible que Canad¨¢ haya ido demasiado lejos. La nueva oleada de incidentes parece haber inclinado de momento la balanza de la negociaci¨®n a favor de las tesis espa?olas en el seno de la UE. Los ministros de Pesca europeos, sin excepciones, hicieron suya ayer la, cuota propuesta por Madrid, que coincide con la que defienden los armadores vigueses.
Pero el riesgo mayor de este conflicto ni siquiera es que se reduzca la cuota de pesca espa?ola. El gran peligro de ese aparente ¨¦xito de la pol¨ªtica de ca?oneras canadiense, que ha obtenido la complicidad pol¨ªtica del Reino Unido, radica en que est¨¢ hundiendo el respeto a los principios mismos de la UE. Puede ser que este segundo efecto venga muy bien tanto a Ottawa como a Londres y que hoy se feliciten por ello. Pero, al margen de la flagrante falta de solidaridad mostrada por Londres, el da?o que estos hechos causan al derecho internacional pone de manifiesto la grave irresponsabilidad de estos dos pa¨ªses. Porque el ministro canadiense Tobin puede capitalizar su ¨¦xito ante la opini¨®n p¨²blica canadiense y el Foreign Office puede degradarse para satisfacer los bajos instintos de su prensa amarilla, pero ambos deben ser conscientes de que, uno por acci¨®n y otro por omisi¨®n, son responsables de un acto continuado de desprecio a la ley internacional. Y todos hemos tenido suerte de que estas agresiones en alta mar no hayan provocado una tragedia. Debe saber Ottawa que si se produce nadie podr¨¢ interpretarlo como un accidente.
Parece claro que la fama de mala conducta pesquera de la flota espa?ola, la debilidad pol¨ªtica del Gobierno espa?ol, el desinter¨¦s de la mayor¨ªa en la UE hacia este conflicto y la necesidad objetiva de recortar las cuotas de pesca se han combinado para hacer inevitable este rev¨¦s a los intereses espa?oles. Aunque se revisen al alza moment¨¢neamente las cuotas, como parec¨ªa ayer probable.
Pero puede ser que alg¨²n d¨ªa el ministro Tobin, Ottawa en pleno o el Gobierno de Londres se sorprendan porque alg¨²n otro mat¨®n, en la mar o en tierra, lance una agresi¨®n que viole las leyes vigentes y afecte a sus intereses. Nosotros siempre defenderemos a aquellos que respetan las reglas frente a quienes las rompen. Pero la historia demuestra que cuando la violencia prevalece sobre el derecho siempre hay alguien dispuesto a aprovecharse de ello.
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