Olaz¨¢bal cede la chaqueta a Crenshaw
Jos¨¦ Mar¨ªa Olaz¨¢bal acab¨® a 10 golpes del norteamericano, y Severiano Ballesteros, a 22
Finalmente , ni un extranjero ni un joven gan¨® el Masters. Jos¨¦ Mar¨ªa Olaz¨¢bal cedi¨® ayer su chaqueta verde a un norteamericano de 43 a?os, llamado Ben Crenshaw, que ya se hab¨ªa probado la prenda en 1984, hace 11 a?os. Hace s¨®lo cinco d¨ªas tuvo que abandonar Augusta para llevar el f¨¦retro de su instructor de toda la vida, Harry Pennick, de 90 a?os, y ayer, aparte de dedicarle la victoria, conseguida con 274 golpes (-14), reconoci¨® que se la deb¨ªa. deb¨ªa. Olaz¨¢bal termin¨® el torneo -"s¨¢tisfecho, me doy un 7"- a 10 golpes del ganador, en el puesto 140, mientras Severiano Ballesteros acab¨® pen¨²ltimo, a 22 golpes.Crenshaw, considerado el jugador con mejor putt del mundo, rompi¨® la emoci¨®n que se present¨ªa en el ¨²ltimo d¨ªa. Inici¨® la jornada como l¨ªder, rodeado de jugadores a quienes, empezaron a temblar las manos desde el primer golpe, y all¨ª se mantuvo, aguantando con seguridad las remontadas de los que ven¨ªan por debajo. En un momento parec¨ªa que los arribistas -notablemente el norteamericano Davis Love y el australiano Greg Norman- podr¨ªan superarle, pero lo m¨¢ximo que consiguieron fue llegar a su altura.
Love y Norman jugaron juntos y por momentos redujeron el Masters a su partido. En el hoyo 170, Love se deshizo por fin de Norman. Love se fue a la casa club con -13 a esperar y a rezar. A Crenshaw le faltaban tres hoyos y tambi¨¦n iba -13. Ten¨ªa tres oportunidades para mejorar y la ¨²nica duda era saber si se hundir¨ªa al ver su sue?o tan cerca. En absoluto.
Crenshaw termin¨® con el torneo en el hoyo 160, un par tres en el que no le tembl¨® la mano. Apunt¨® a la bandera y all¨ª se fue con, su primer golpe. El birdie y su segundo Masters estaban servidos. Un nuevo birdie en el 170 s¨®lo sirvi¨® para remachar el clavo y para compensar lo que se tem¨ªa, el bogey en el 180 con el que cerr¨® su triunfo. Se evit¨® as¨ª un temido desempate, una faceta en la que nadie habr¨ªa apostado un duro por ¨¦l, ha perdido los ocho que ha disputado en su carrera. Pero no hubo emoci¨®n ni grandes golpes de efecto, de esos que hacen recordar el torneo, simplemente la frialdad de una tarea bien hecha. La experiencia en Augusta de nuevo pag¨® sus dividendos. El triunfo de Crenshaw supone la rotura de la racha negativa de triunfos estadounidenses en Augusta -desde 1992- y en los torneos del Grand Slarri -desdehace dos a?os-.
Los espa?oles
Olaz¨¢bal sali¨® con un objetivo en su cabeza, hacer 64 golpes en la ¨²ltima jornada. No era un seguro de victoria, pero le permitir¨ªa terminar casi como un h¨¦roe. Pero tuvo un problema enseguida: empez¨® a jugar mal. Dos bogeys en los hoyos dos y tres le dejaron fuera del marcador definitivamente. No es que la desesperaci¨®n le invadiera. Cuando en v¨ªsperas del torneo dijo que no era favorito, no es que mintiera y despejara la presi¨®n de su campo, es que lo sent¨ªa as¨ª. Despu¨¦s se encontr¨® con que la fortuna le adul¨® la primera jornada y sin comerlo ni beberlo se encontr¨® de l¨ªder. Una situaci¨®n ficticia: los siguientes d¨ªas le colocaron en su situaci¨®n real. La ¨²ltima jornada es peligrosa en estos casos. Lo m¨¢s normal es que un golfista, sin ilusiones se de e llevar por la inercia y terminar a trancas y barrancas, pero a Olaz¨¢bal le qued¨® un punto de orgullo: si no pod¨ªa competir contra sus rivales, lo har¨ªa contra el campo. Es tambi¨¦n la virtud de Augusta, un lugar que no deja a nadie indiferente. Un tercer bogey, en el siete, podr¨ªa haberle tumbado, pero fue simplemente el pr¨®logo a su mejor juego: un magn¨ªfico approach en el ocho, que. le vali¨® un birdie, dos grandes putts en el nueve y en el once, de m¨¢s de cinco metros y lanzados con decisi¨®n, que le valieron sendos birdies. Desde ah¨ª hasta el 18, la regularidad del juego s¨®lido, con alguna entrada en alg¨²n berenjenal y alguna salida airosa.
Un jugador disparejo, normalmente el ¨²ltimo de la clasificaci¨®n, puede elegir entre jugar acompa?ado de un marcador, alguien que no le hace sentirse solo ante la eternidad, o jugar a solas. Como Jack Nicklaus el s¨¢bado, ayer Ballesteros prefiri¨® jugar acompa?ado. Y tambi¨¦n as¨ª fue capaz de dar lo mejor y lo peor de s¨ª mismo, una constante de esta semana. El c¨¢ntabro -segundo en la clasificaci¨®n de n¨²meros de putt efectuado, un s¨ªntoma de que su mal juego se ha producido antes de llegar a green- adorn¨® su tarjeta con casi todos los colores del arco iris: 11 pares, tres birdies, dos bogeys y dos dobles bogeys -ambos en hoyos tres- Eso, dicen los expertos, es producto de la presi¨®n que ¨¦l mismo se ha inyectado. Se present¨® en Augusta con la obligaci¨®n de ganar y empez¨® a sufrir los males propio! de tal apuesta. Llegaba con buenos antecedentes, hab¨ªa estado d¨¢ndole bien a la bola en los torneos anteriores, pero fue incapaz de repetirlo en el campo que de verdad le interesaba. Sufri¨® el denoininado s¨ªndrome del Masters, un campo que beneficia a los expertos y a los pacientes, pero que penaliza a los presurosos. "He aprendido muchas cosas para los pr¨®ximo a?o?", resumi¨® un Ballesteros que se march¨® a celebrar su 38 cumplea?os. "Un d¨ªa as¨ª no lo puede empa?ar nada".
Clasificaci¨®n final
1. Ben Crenshaw (EE UU), 274 golpes (-14). 2. Davis Love (EE UU), 275 (-13). 3. Greg Norman (Australia) y Jay Haas (EE UU), 277 (.41). 5. David Frost (EE UU) y Steve Elkington (Australia), 279 (-9). 14. Jos¨¦ Mar¨ªa Olaz¨¢bal, 284 (-4). 45. Severiano Ballesteros, 296 (+ 8).
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