La Copa de Europa vuelve a Madrid
El equipo de Sabonis recupera el campeonato ante el Olympiakos 15 a?os despu¨¦s
Acab¨® la sequ¨ªa. 15 a?os sin la Copa de Europa, s¨ªmbolo que tanto gusta a la afici¨®n madridista, presidente a la cabeza, se dieron por concluidos en Zaragoza despu¨¦s de un partido al uso, ha bitual en estas citas: mucho nervio, m¨²sculo por todos los lados, pasi¨®n en la grada y poco bal¨®n cesto. Es la tendencia actual. Ya lo hab¨ªa dicho Obradovic la v¨ªspera: venimos a ganar, no a dar espect¨¢culo. Y cumpli¨® su tarea, como antes, hace un a?o, lo hab¨ªa hecho en el Joventut..Al t¨¦cnico madridista se le podr¨¢n discutir muchas cosas, pero lo que queda fuera del debate es su eficacia. Cogi¨® un equipo baqueteado por su historia reciente, acomodado en sus carencias y lo ha convertido en campe¨®n de Europa. El camino elegido no ha sido el de la explotaci¨®n del talento, pues eso es algo que se lo reserva para cuando maneja material yugoslavo. Su m¨¢ximo acierto ha sido la convicci¨®n en el triunfo. Su entusiasmo ha terminado por contagiar a unos jugadores a los que no les ha sobrado en los ¨²ltimos tiempos determinaci¨®n en las grandes citas. En Zaragoza se ha visto un Madrid limitado, con muchas carencias qu¨¦ ni siquiera su m¨¢xima estrella, Arvidas Sabonis, pod¨ªa esconder. Pero han contado con algo que les falt¨® en anteriores ocasiones: un aguerrido talante, desarrollado sobre todo en su faceta defensiya, la que al final le ha dado la victoria.
La labor de mentalizaci¨®n de Obradovic ha encontrado respuesta en sus jugadores en el momento cumbre de la temporada. Un hombre listo como ¨¦l, con dos t¨ªtulos a sus espaldas, sabe sacar conclusiones, y la que ha tenido clara desde un principio es que una Final a Cuatro se gana m¨¢s preservando tus posesiones que atacando las contrar¨ªas. Esta certeza le facilitaba la tarea. Ense?ar a crear siempre es m¨¢s complicado y necesita m¨¢s tiempo que dotar a un conjunto de capacidad destructora.
Sali¨® el Madrid al campo concienciado, con las consignas grabadas en sus mentes y el cuerpo dispuesto para la batalla. El camino elegido para el ¨¦xito era parecido al expuesto en la semifinal del martes. A la estrella contraria, en esta ocasi¨®n Johnson, ni agua. Y a ello se aplic¨® con fiereza Santos desde el salto inicial. El alero madridista sal¨ªa de los bloqueos como pod¨ªa, e intentaba colocarse por delante cuando Johnson buscaba sacar provecho de su mayor altura en posiciones cercanas al aro madridista. A fe cierta que con su constancia logr¨® romper el ritmo del norteamericano, que en ning¨²n momento se sinti¨® c¨®modo y acab¨® con unas estad¨ªsticas muy lejanas de lo hecho en la semifinal. Las cuestiones ofensivas eran otro asunto, y para resolverlo estaba un enorme, en el m¨¢s amplio sentido de la palabra, Arvidas Sabonis.
Al lituano le salieron las cuentas desde el principio. Fassoulas no es Vrankovic, ni siquiera Kempton, el del Limoges. Su corpulencia es muy inferior a la del mejor jugador europeo,. y en cuestiones de andar por las cercan¨ªas del aro, los kilos suelen dictar sentencia. Para que nada se quedase fuera de su control, Sabas luci¨® su mu?eca en lanzamientos triples, que desintoxicaron un, ataqu¨¦ blanco que acusaba la falta de punter¨ªa de Arlauckas (3 de 11 en los primeros veinte minutos). Sin prisa pero sin pausa el Madrid fue aumentando la ventaja, hasta llegar al ecuador de la primera parte con un tranquilizador 20-8. A falta de tres minutos para tomarse un respiro en el vestuario, Sabonis clava su segundo triple de la, noche, y el Madrid parece dispuesto a romper el partido (34-21).
Era demasiado f¨¢cil. Si algo distingue a este equipo es que nunca elige el camino m¨¢s sencillo para llegar a su destino. Sabonis se fue al banco con tres faltas (34-2 1, minuto 17) y apareci¨® la sabonisdependencia en todo su esplendor. El Madrid se convirti¨® en un manojo de nervios. El descanso fue recibido como agua de mayo, y los desperfectos no fueron mayores porque el Olympiakos no estaba para muchos trotes. Obradovic decidi¨® seguir cubriendo las espaldas de su estrella cuando el encuentro se reanud¨®, otorgando un margen de confianza al resto del equipo? Arriesgada maniobra teniendo en cuenta lo que hab¨ªa ocurrido pocos minutos antes, pero a trancas y barrancas, con una enorme voluntad colectiva, el Olympiakos nunca pudo aprovechar la ventaja que supon¨ªa la ausencia de Sabonis. Pasaban los minutos, la tensi¨®n crec¨ªa y el juego se fue espesando hasta l¨ªmites insospechados en los dos mejores equipos del a?o. El Madrid viv¨ªa de las rentas amasadas en la primera mitad. Del minuto 25 al 30, se pas¨® de un 50-40 a un 52-44. Seis puntos entre los dos equipos en cinco minutos. No hay que alarmarse, son los nuevos tiempos. A ese ritmo, el triunfo estaba asegurado. Por s¨ª quedaba alguna duda, el Olympiakos tir¨® por la borda el partido cuando a falta de cinco minutos decidi¨® que el ¨²nico camino era el de los triples.
La grada dict¨® sentencia. Al grito de ?Sabonis, qu¨¦date!, mostraron la primera de las voluntades derivadas de este triunfo. Cibeles espera, y despu¨¦s de tantas desgracias y sinsabores, el jolgorio general es m¨¢s que merecido.
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