Europa no existe
Ausente Delors, los candidatos evitan las referencias a la integraci¨®n de los Quince
Europa es el continente desaparecido de las elecciones presidenciales francesas. Mientras Jacques Delors a¨²n no hab¨ªa dicho no, todos los candidatos se sent¨ªan obligados a definirse respecto a Europa. Chirac hablaba de la necesidad de un nuevo refer¨¦ndum para llegar a la moneda ¨²nica, De Villiers y Le Pen arremet¨ªan contra Bruselas en nombre de la soberan¨ªa nacional, Balladur se sent¨ªa pr¨®ximo de las posiciones brit¨¢nicas, el comunista Robert Hue resucitaba lo de la "Europa de los pueblos" y se apuntaba a la pol¨ªtica de "preferencia francesa". S¨®lo Delors, con su bien articulado discurso federalista, se atrev¨ªa a asumir la victoria (por escaso margen) de Maastricht para ir m¨¢s all¨¢ de lo acordado en el tratado.La retirada de Delors liber¨® a Chirac y a Balladur del impopular europe¨ªsmo. Jospin es menos radical en su visi¨®n de la construcci¨®n de la UE y, sobre todo, ¨¦l no simboliza Europa El candidato socialista no tiene la prisa del antiguo presidente de la Comisi¨®n, pero est¨¢ por "la toma de decisiones por mayor¨ªa" para evitar la paralizante obligaci¨®n de la unanimidad reclama una "armonizaci¨®n por arriba de las legislaciones socia les" y defiende "la moneda ¨²nica en cuanto sea posible".
Lo cierto es que, sin Delors en la batalla, Chirac y Balladur se sienten tranquilos y prometen y prometen. Por ejemplo, el alcalde de Par¨ªs dice querer reducir la presi¨®n fiscal sobre los ciudadanos, abaratar el coste del trabajo, mantener el actual sistema de pensiones y Seguridad Social, recaudar m¨¢s dinero y reducir el d¨¦ficit. El precio de su programa se sit¨²a en una nebulosa de despilfarro entre los 300.000 y los 600.000 millones de francos (entre 7,5 billones y 15 billones de pesetas). Balladur es m¨¢s modesto, y dice poder financiar todos sus proyectos con 125.000 millones suplementarios. El neokeynesianismo de Jospin -reactivar la demanda a partir de moderados aumentos salariales, gravar los beneficios empresariales no repartidos, as¨ª como el movimiento de capitales especulativos va acompa?ado de rigor y es el ¨²nico que hace cuadrar el debe y el haber: gastar¨ªa 90.000 millones, pero ya prev¨¦ c¨®mo ganar otros tantos.
El presidente del Instituto Monetario Europeo, Alexanrde Lamfalussy, el del Bundesbank, Hans Tietmeyer, y el propio Delors han tenido que recordar a los candidatos que la UE s¨®lo progresa si se respetan sus compromisos, y entre ellos, los famosos criterios de convergencia. Francia cumple con todos, excepto con el d¨¦ficit, que en 1994 era del 5,6% en vez de no superar el 3% del PIB. Eso significa que el Estado tiene que ahorrar y recaudar m¨¢s -entre 140.000 y 150.000 millones de francos suplementarios-, dos objetivos por esencia antielectorales. El futuro presidente deber¨¢ imponer una pol¨ªtica de estricta austeridad y aparcar sus proyectos. Todo el mundo sabe que es mejor sanear las finanzas p¨²blicas en un periodo de expansi¨®n que pretender hacerlo en la fase descendente del ciclo, prevista para 1998. Adem¨¢s, la t¨¢ctica balladuriana de privatizar a precio de saldo no es posible prolongarla, porque la Bolsa a¨²n no ha digerido los copiosos banquetes que le han venido proponiendo desde 1993.
El discurso nacionalista y antieuropeo radical s¨®lo est¨¢ en boca de los candidatos minoritarios, aunque alguno, como Le Pen, puede obtener en la primera vuelta entre el 12% y el 15%. Su indignaci¨®n ante "la prepotencia alemana" se pierde en el vac¨ªo. De la misma manera que Sarajevo y la antigua Yugoslavia han sido borrados del mapa electoral, Europa es moment¨¢neamente un continente sumergido. Nadie habla de ¨¦l, porque significa admitir la existencia de obligaciones que escapan al sucesor de Mitterrand, quien, parad¨®jicamente, bas¨® parte de su fuerza presidencial en estar dispuesto a compartirla con los socios europeos.
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