La gloriosa victoria
Dos norteamericanas valientes, Jennifer Harbury y Carole DeVine, acaban de reabrir y, acaso, cerrar, uno de los m¨¢s s¨®rdidos cap¨ªtulos de la pol¨ªtica de los Estados Unidos en Am¨¦rica Latina. El marido de la primera, Michael DeVine, era un hotelero en una de las zonas arqueol¨®gicas de Guatemala. Ciudadano norteamericano, en 1990 fue asesinado a sangre fr¨ªa por soldados del ej¨¦rcito guatemalteco, sin raz¨®n aparente. El esposo de la segunda, Efra¨ªn B¨¢maca, era un l¨ªder en la larga lucha guerrillera de Guatemala, desaparecido en 1992. La se?ora Harbury, que es una joven abogada decidi¨® ir hasta el fondo del asunto, a fin de descubrir el paradero de su marido. Hizo huelga de hambre frente al palacio presidencial en Guatemala. Apel¨® al Congreso de los Estados Unidos. Record¨® que el ej¨¦rcito guatemalteco se ha cobrado 100.000 vidas en los a?os de guerra civil -y que en Guatemala no hay un solo prisionero de guerra. "Un r¨¦cord perfecto", dice Jennifer Harbury.La sospecha de que B¨¢maca era uno m¨¢s de los guerrilleros capturados y ejecutados sumariamente en una guerra prolongada y sin prisioneros, y que DeVine era uno m¨¢s de los civiles asesinados por haber visto o descubierto lo que no deb¨ªan, fue confirmada cuando el diputado dem¨®crata por Nueva Jersey, Robert Torricelli, adjudic¨® ambos cr¨ªmenes al coronel Julio Alberto Alp¨ªrez, oficial guatemalteco a sueldo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos.
De la acusaci¨®n de Torricelli (por lo dem¨¢s, notorio anticastrista) surgi¨® toda una cadena de complicidades entre la CIA y los reg¨ªmenes guatemaltecos que se resumen en un hecho contundente: a partir de 1954, la CIA ha sido el conducto del gobierno de los Estados Unidos para avalar y financiar, abierta o subrepticiamente, una guerra sin cuartel del gobierno y el ej¨¦rcito de Guatemala contra su propio pueblo.
Tortura, asesinato, aldeas ind¨ªgenas incendiadas, tierras arrasadas, genocidio: los Estados Unidos han derramado millones de d¨®lares -por lo menos un mill¨®n por muerto- en apoyo de una pol¨ªtica justificada como defensa anticomunista pero revelada, a cada paso, como campa?a para mantener en el poder a los grupos que, desde siempre, han dominado la vida econ¨®mica y pol¨ªtica de ese desventurado pa¨ªs, nuestro vecino, nuestro hermano.
La culpa es vieja y vale la pena recordarla.
En 1944, el ¨²ltimo tirano guatemalteco de la antigua escuela, el general Jorge Ubico, cay¨® despu¨¦s de 13 a?os de dictadura, avasallado por la ola democratizadora de la guerra mundial antifascista. Por primera vez en este siglo, Guatemala conoci¨® elecciones libres y llev¨® al poder, consecutivamente, al doctor Juan Jos¨¦ Ar¨¦valo y, en 1951, al coronel Jacobo Arbenz Guzm¨¢n.
Durante una d¨¦cada, Guatemala logr¨® lo que los anteriores 100 a?os de soledad desp¨®tica no hab¨ªan conseguido. Programas de educaci¨®n popular, reforma fiscal, reforma laboral y reforma agraria. Ambos presidentes dem¨®cratas, Ar¨¦valo y Arberiz, dejaron claros sus prop¨®sitos: lograr la transici¨®n guatemalteca de "un pa¨ªs atrasado con una econom¨ªa predominantemente feudal, a un Estado capitalista moderno", como lo expres¨® Arberiz.
?Educaci¨®n?, ?impuestos?, ?contratos colectivos de trabajo?, ?reparto de tierras? Este programa m¨ªnimo de modernizaci¨®n fue rechazado con ira sorda primero, luego airada, y al cabo traicioneramente por la oligarqu¨ªa guatemalteca y su principal aliado, la United Fruit Co., el gigante corporativo transnacional de la econom¨ªa centroamericana. Educar a los indios y a los campesinos era anatema para los oligarcas, casi una violaci¨®n de las leyes divinas. Y pagar impuestos era peor que una herej¨ªa: era comunismo.
Cuando la compa?¨ªa frutera, adem¨¢s, protest¨® contra. la Ley de Trabajo promulgada en 1947 y amenaz¨® retirarse de Guatemala antes que cumplir las nuevas disposiciones laborales (seguridad en el trabajo, compensaci¨®n por accidentes, salud, educaci¨®n y protecci¨®n a la maternidad) no encontr¨® eco en el gobierno de Truman, fiel a¨²n a la pol¨ªtica de buena vecindad de Franklin Roosevelt. Pero cuando los republicanos, con Eisenhower, llegaron al poder, las alianzas entre la oligarqu¨ªa guatemalteca, la compa?¨ªa frutera y el gobierno de Washington se tramaron s¨®lidamente.
El secretario de Estado, John Foster Dulles, hab¨ªa negociado, como abogado, los provechosos acuerdos entre la United Fruit y el monopolio norteamericano de los ferrocarriles guatemaltecos (IRCA). Su hermano, Allen Dulles, hab¨ªa sido abogado del banco autorizado para recibir fondos secretos de la CIA: Eisenhower lo nombr¨® director de la agencia. Y John Moors Cabot, el subsecretario de Estado para Latinoam¨¦rica, era accionista de la United Fruit.
Cuando el gobierno de Arbenz, en marzo de 1953, aplic¨® las leyes agrarias contra las tierras ociosas de la compa?¨ªa frutera, ¨¦sta le pidi¨® a la CIA: derroca a Arbenz.
Ar¨¦valo y Arbenz se hab¨ªan inspirado en las medidas legislativas del New Deal norteamericano. La Ley de Seguridad Social guatemalteca proven¨ªa de la ley norteamericana colmparable, el c¨®digo de trabajo era un reflejo del Wagner Act estadounidense, y la reforma agraria continuaba los principios de la revoluci¨®n mexicana. Ar¨¦valo y Arbenz no satanizaron a sus enemigos. Le pidieron a todos los guatemaltecos apoyar estos pasos fundamentales para la modernizaci¨®n del pa¨ªs, y cuando la izquierda ofreci¨® su apoyo, Arbenz solicit¨® tambi¨¦n el de la derecha. ?sta, como los conservadores ante la reforma mexicana, prefirieron acudir al apoyo extranjero -pretextando que Arbenz era, en efecto, un t¨ªtere del comunismo internacional-.
La maquinaria ya estaba montada. La buena vecindad rooseveltiana ser¨ªa sustituida por la doctrina de la seguridad continental. Su debut ocurri¨® en la X Conferencia Interamericana en Caracas y en 1954. Dulles impuso all¨ª una resoluci¨®n anticomunista con un solo voto y un gran discurso en contra -los de Guatemala y su canciller, Guillermo Toriello- as¨ª como la honrosa abstenci¨®n de M¨¦xico y Argentina. El voto le cost¨® una devaluaci¨®n del peso al Gobierno de Ruiz Cortines.
La resoluci¨®n de Caracas fue la hoja de parra para una invasi¨®n vergonzosa y vergonzante. Washington envi¨® a Guatemala a un embajador brutal y empistolado, John Puerifoy, a amedrentar al gobierno. Mont¨® una campa?a de prensa y desinformaci¨®n, como lo har¨ªa de nuevo en Chile en 1973. Autoriz¨® a la CIA para alquilar un ej¨¦rcito supuestamente comandado por un guatemalteco, Carlos Castillo Armas (el Victoriano Huerta de Guatemala) y emple¨® pilotos mercenarios para bombardear la capital guatemalteca.
Cay¨® el gobierno de Arberiz, asumi¨® el poder Castillo Armas, se le devolvieron las tierras a la United Fruit, se cancelaron las reformas impositiva, agraria y laboral. Se le declar¨® la guerra a la poblaci¨®n ind¨ªgena. Guatemala se convirti¨® en trampol¨ªn norteamericano contra la revoluci¨®n salvadore?a y el. gobierno sandinista. Se asesin¨® a Alaide Foppa, a la familia de Rigoberta Mench¨², al hotelero DeVine, a Efra¨ªn B¨¢maca. Una monja norteamericana, Dianna Ortiz, vivi¨® para contarlo: en 1989 fue violada por tres militares guatemaltecos, quemada 100 veces con cigarrillos y arrojada a una fosa llena de ratas y cad¨¢veres. El ¨¦xodo, el dolor de Guatemala est¨¢ descrito en la espl¨¦ndida pel¨ªcula El Norte; y el origen de la tragedia en el gran libro de Kinzeer y Schlesinger, Fruto amargo.
?Para esto sirvieron los impuestos del contribuyente norteamericano que financian a la CIA?
En 1954, John Foster Dulles proclam¨® la ca¨ªda de Arbenz como "una gloriosa victoria para la dernocracia". Pero fue la democracia la v¨ªctima m¨¢s ilustre de la intervenci¨®n en Guatemala. Las bases para un desarrollo democr¨¢tico en Guatemala fueron criminalmente frustradas. Washington sent¨® su derecho de defender a la democracia contra la democracia, auspiciando el derrocamiento e incluso el asesinato de jefes de Estado latinoamericanos democr¨¢ticamente electos (Arbenz, Goulart, Allende...).
No han bastado cuarenta a?os para recuperar lo perdido en 1954. Guatemala es el mejor ejemplo de cu¨¢nto perdi¨® la Am¨¦rica Latina en aras del anticomunismo militante de la guerra fr¨ªa. No s¨®lo la Europa central fue victimada por una gran potencia impune. Los paralelismos son evidentes: Guatemala y Hungr¨ªa, Chile y Checoslovaquia. Los Estados Unidos le deben una profunda disculpa a Guatemala y a su pueblo. Ojal¨¢ que la perseverante acci¨®n de las viudas de B¨¢maca y DeVine ponga fin a la corrupta actividad de la CIA en nuestras pa¨ªses.
Tierra matinal, dijo de Guatemala Luis Cardoza y Arag¨®n, describiendo las l¨ªneas de su mano; tierra matinal, no ex¨®tica, "tierra ed¨¦nica y elemental, con un pasado singular y una evoluci¨®n dram¨¢tica, cruenta y oscura". Tierra matinal, no ex¨®tica: a nosotros nos corresponde darle un futuro de esperanza. Como en Buchenwald, como en Auschwitz, alg¨²n d¨ªa los latinoamericanos nos hincaremos frente a las tumbas comunes y sobre la tierra arrasada de nuestra hermana m¨¢rtir.
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