Resurreccion profesional de Cepeda y C¨¢mara
Couto / Cepeda, C¨¢mara, S¨¢nchez
Tres toros de Couto de Fornilhos, (tres rechazados en el reconocimiento previo), muy bien presentados: 1?, descastado y peligroso; 3? y 4?, bravos. Resto de Dionisio Rodr¨ªguez, con cuajo y seriedad: 2?, manejable; 5? y 6?, mansos.
Fernando Cepeda: bajonazo (silencio); media perpendicular trasera (petici¨®n y vuelta). Fernando C¨¢mara: dos pinchazos, estocada tendida -aviso- y cinco descabellos (palmas); estocada y descabello (silencio). Andr¨¦s S¨¢nchez, de Salamanca, que confirmaba la alternativa: estocada desprendida y descabello (ovaci¨®n); metisaca, estocada corta y descabello (silencio).
Plaza de Las Ventas, 16 de abril. Dos tercios de entrada
Los dos Fernandos del cartel de ayer, Cepeda y C¨¢mara, coletudos con el tesoro de la clase en su toreo y que otrora se han sentado en el, trono de la gloria vente?a merced a sus triunfos distintos, y ya distantes, aprovecharon la efem¨¦ride del Domingo de Resurrecci¨®n para reverdecer viejos laureles profesionales. En este sacrosanto derroche de ortodoxia, virtud de la que tan ayuna est¨¢ la fiesta posmoderna, les acompa?¨®, pese a tocarle en desgracia el peor lote, el novel Andr¨¦s S¨¢nchez, cuyos efluvios del manantial de Jaime Ostos, su apoderado, tambi¨¦n perfumaron la interesante funci¨®n.Cepeda rememor¨® viejos. tiempos al recibir al cuarto toro, alto pero que humillaba con nobleza y clase, con bellas ver¨®nicas al abrigo de las tablas del tendido cinco, en cuyas cercan¨ªas el tremebundo aire oblig¨® a refugiar la lidia de los seis bichos toda la tarde.
Tras lucirse su subalterno Vicente Yag¨¹ez El Chano con los rehiletes, Cepeda, siempre dando la distancia que requer¨ªa el celo de su enemigo, aun¨® mando y est¨¦tica en una amplia teor¨ªa de doblones y ayudados con los que principi¨® y finaliz¨® la corta e intensa faena, pues el toro devino a menos muy pronto. En su ecuador intercal¨® varias series de pasionales y escult¨®ricos redondos, y alg¨²n natural suelto, ya que el morlaco iba peor por ese pit¨®n. Algo as¨ª intent¨®, con menor decisi¨®n y logros, en el segundo de m¨¢s corto recorrido.
Decisi¨®n
Y decisi¨®n en grado superlativo, casi legionario, alumbr¨® C¨¢mara en el tercero. Con la desmedida rabia novilleril de su mejor y no lejana ¨¦poca, se abri¨® de capa para saludarle con el asombro de aterciopelados y desmayados, lances a pies juntos, similares a los que alumbr¨® en el posterior quite. De similar guisa continu¨® con la fl¨¢mula, que empez¨® a manejar con emocionantes redondos en reclinatorio. Luego aceler¨® los pulsos con sus art¨ªsticos redondos y trincherillas, aunque le sobr¨¦ cierto atr¨®pellamiento por las ganas de comerse el mundo y le falt¨® un pel¨ªn de reposo y ligaz¨®n. No obstante habr¨ªa cortado trofeo de no ser por el p¨¦simo uso de la tizona. Con el zamacuco quinto, que se limitaba a defenderse y desentenderse de todo, C¨¢mara se qued¨® con las ganas, aunque volvi¨® a mostrar una esperanzadora entrega.
Tan zamacuco era el sexto, un mulo con cuernos, y Andr¨¦s S¨¢nchez, serio, cl¨¢sico y campero, hizo lo que con el peligros¨ªsimo primero, una devanadera con astas: apostar por la reciedumbre cl¨¢sica sin perder los papeles y con atisbos de torer¨ªa aut¨¦ntica.
Babelia
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