Bloqueo a Ir¨¢n
EL PRESIDENTE Clinton se ha lanzado a una intensa campa?a diplom¨¢tica para intentar convencer al mundo, y sobre todo a los pa¨ªses industrializados, de que es imprescindible que rompan sus relaciones comerciales con Ir¨¢n, empezando por sus compras de petr¨®leo. La pol¨ªtica de la Casa Blanca en este sentido hubo de comenzar por tomar medidas dr¨¢sticas contra la actividad comercial con Ir¨¢n en su propia casa. Al menos en esto ha sido consecuente. Durante bastante tiempo, las presiones norteamericanas en contra del comercio con los iran¨ªes contrastaban con el hecho de que EE UU era el primer socio del r¨¦gimen de Teher¨¢n. Clinton orden¨® a las compa?¨ªas de EE UU la suspensi¨®n de todo comercio con Ir¨¢n. S¨®lo d¨ªas despu¨¦s ha pedido a los pa¨ªses industrializados, especialmente a Jap¨®n y Alemania, que sigan este ejemplo.?Por qu¨¦ tal obsesi¨®n repentina en Washington? ?Ha sucedido o se ha descubierto algo que empeore el ya maltrecho nombre de Ir¨¢n como Estado que no oculta demasiado su apoyo a diversos grupos terroristas del mundo? No, que sepamos. Y Clinton tampoco ha aportado indicio alguno de que as¨ª sea. Y sin embargo, el secretario de Estado, Warren Christopher, ha llegado a asegurar que Ir¨¢n es hoy el mayor peligro para la seguridad de EE UU. El prop¨®sito ya anunciado de Clinton es que las potencias econ¨®micas se sumen, en la cumbre de junio que el G-7 celebrar¨¢ en Halifax, al boicoteo comercial efectivo contra Teher¨¢n.
Son muchos los indicios de que los intentos de Washington de presentar ahora a Ir¨¢n ante el mundo como una amenaza inminente que justifica una actuaci¨®n rotunda y urgente tienen en gran parte su raz¨®n en problemas internos. Y entre ellos est¨¢ sin duda la gran corriente antimusulmana existente en la nueva mayor¨ªa republicana del Congreso, con la que Clinton ha de cohabitar y canjear concesiones. Como demostr¨® el espantoso atentado de Oklahoma, es muy f¨¢cil ganar apoyo entusiasmado para cualquier sospecha contra musulmanes aunque no exista indicio racional alguno. Y aunque ya est¨¢ claro que los terroristas responsables han sido blancos y cristianos de extrema derecha, demonizar ahora a Ir¨¢n tiene todo el aspecto de ser parte de ese manido recurso al enemigo exterior.
Es cierto que en el caso de Ir¨¢n hay mucho m¨¢s que indicios. Desempe?a un papel decisivo en el apoyo a los peores enemigos del plan de paz para Oriente Pr¨®ximo. Y tambi¨¦n es cierto que la actividad terrorista en los territorios ocupados y en Israel es una amenaza real a este proyecto de paz. Y que hay mucha urgencia en neutralizarla si se quiere salvar la esperanza.
Pero no lo es menos que muchos conocedores de Ir¨¢n y su r¨¦gimen creen que este bloqueo puede ser el peor m¨¦todo para alcanzar esos fines. Jap¨®n y Alemania tienen la convicci¨®n de que sus intercambios comerciales con Ir¨¢n contribuyen a que el r¨¦gimen evolucione hacia la moderaci¨®n. Tanto para una paulatina integraci¨®n en la comunidad internacional como para debilitar el fanatismo que alimenta a los grupos terroristas en el exterior. Y puede que haya ciertos avances. La solicitud de la troika de la UE a Teher¨¢n para que anule la fatwa o condena de muerte contra el escritor Salman Rushdie no ha sido rechazada de plano como en pasadas ocasiones.
Pero es que, adem¨¢s, la iniciativa de Clinton expone a una dura prueba a la solidaridad del G-7 en una cuesti¨®n cuya urgencia y vital importancia -de existir- no ha sabido explicar. Exigir estas medidas extremadamente costosas y unilaterales a sus socios para provecho pol¨ªtico propio es, como poco, pedir demasiado. Si Clinton tiene argumentos s¨®lidos de esa necesidad de aislar a Ir¨¢n por la seguridad com¨²n, el foro para presentarlas es el Consejo de Seguridad y no la cumbre de Halifax.
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