Sobre el alma de las medusas
Sal¨ªamos de la ciudad despu¨¦s de desayunar. Almorzabamos a medio camin¨®. Y lleg¨¢bamos con tiempo suficiente para comprar y preparar la primera cena de las vacaciones. De eso hace ya m¨¢s de 30 a?os. El otro d¨ªa necesite s¨®lo 22 minutospara plantarme en la urbanizaci¨®n que ha engullido a aquel Peque?o pueblo escenario de los interminables veranos de mi infancia. En tiempo de Proust, buscar el ¨ªdem perdido no deb¨ªa de ser dif¨ªcil.. Pero el pasado ya no es lo que era. La calle central ha desaparecido. O no, es ya central. In¨²til preguntar por los bosquecillos de pinos, o por los caminos de carro, o por los campos de. melocotones (variedad de piel morada, me temo que ya extinguida).,La geolog¨ªa cambia menos que la biolog¨ªa, y la biolog¨ªa, menos que la cultura; as¨ª que perseguir el curso natural de las aguas no parec¨ªa mala idea. Y, en efecto, trae un corto paseo, el sobresalto por encontrar lo que estaba buscando: las mismas aguas semiestancadas del arroyo, la misma tierra roja de la orilla, los mismos juncos, las mismas plantas acu¨¢ticas, las mismas lib¨¦lulas, el mismo tufillo del limo, los mismos zumbidos... Para alcanzar la perfecci¨®n s¨®lo sobraban dos cosas: un tendido de alta tensi¨®n y una granja de cerdos con su silo met¨¢lico de pienso brillando al sol. Pero una forzada posici¨®n consigui¨® eliminar ambas molestas novedades.
Todo era lo mismo... Pero nada era igual. Las mol¨¦culas de agua eran otras. Iguales, pero otras. Tambi¨¦n lo eran las de las plantas. Y las de las lib¨¦lulas, as¨ª como las que estimulan los olores en la nariz y el tacto en la yema de los dedos. ?Y las de los propios dedos! Durante los ¨²ltimos 30 a?os, la materia hab¨ªa sido mil veces sustituida. ?Qu¨¦ es lo que permanece entonces? No son las part¨ªculas, sino sus relaciones mutuas. Es un orden. Es una informaci¨®n. La esencia de las cosas est¨¢ m¨¢s en la forma que . en la materia., Un ser vivo goza de un soporte material, pero, a diferencia de otras estructuras no vivas, como una casa, nuestros ladrillos no permanecen. Mantenerse vivo es una excelente idea que se consigue, precisamente, con el intercambio. ?tomos anta?o bien ordenados en un cuerpo vagan hoy ociosos por el universo y viceversa. La materia es intercambiable. Apenas si conservamos algunos ¨¢tomos de nuestra infancia, pero, tras varios decenios, qui¨¦n no se reconoce a s¨ª mismo como la misma persona?El concepto identidad soporta muy bien -el cambio de materia, pero muy mal el cambio de informaci¨®n. La identidad de un individuo vivo, mucho de lo esencial de sus caracteres f¨ªsicos y Psicol¨®gicos, sus filias y sus fobias, el potencial de sus prestaciones, figuran en un texto gen¨¦tico que puede escribirse con materia, pero que es traducible, ?por qu¨¦ no?, a cualquier otro formato. ?C¨®mo llamar a ese m¨ªnimo, no necesariamente material, que contiene la identidad de un individuo vivo? (uno).
A la mayor parte de los seres vivos su propia existencia les hace una ilusi¨®n enorme., A algunos caprichosos incluso les da por la eternidad. Walt Disney hizo conservar su cuerpo en un congelador. Hoy sospechamos que quiz¨¢ fuera m¨¢s elegante tratar de guardar la informaci¨®n del genoma en alg¨²n tipo de disco duro. ?C¨®mo llamar a esa identidad irrepetible cuya existencia puede alargarse m¨¢s all¨¢ de su soporte material? (dos). Nada hay en contra de la- resurrecci¨®n de la carne, siempre que no se pierda el folleto de instrucciones. (Y tres:) ?C¨®mo llamar a tan valioso documento? ?Le llamamos alma? S¨ª. Aunque para ello haya que admitir que las medusas tambi¨¦n tienen alma, ?no?
Jorge Wagensber es el director del Museo de la Ciencia (Barcelona)..
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