Desilusiones y memoria
ALBERTO OLIARTEl autor recuerda que la democracia es el ¨²nico r¨¦gimen que, aunque refleje lacras e imperfecciones humanas, hace libres a todos.
Todo lo que est¨¢ pasando en estos tiempos en la vida p¨²blica espa?ola nos puede llevar, a muchos les ha llevado, a pensar que la actividad pol¨ªtica en nuestra democracia es una farsa y los pol¨ªticos que la ofician unos farsantes, si no algo peor. A la violencia del lenguaje pol¨ªtico, y a la resonancia aumentada de esa violencia a trav¨¦s de radios, televisiones, peri¨®dicos y revistas, se ha vuelto a unir, tr¨¢gica y mortal, la violencia del terrorismo. De modo que el ciudadano confuso, desilusionado, pasando de la irritaci¨®n al miedo, agobiado a veces por problemas cuyo planteamiento, y soluci¨®n se presentan desmesurados y oscuros en la general alg4rab¨ªa, puede llegar a dudar y, quiz¨¢, a rechazar en un todo pol¨ªticos, pol¨ªtica, instituciones que se confunden con los que las encarnan e incluso al propio sistema democr¨¢tico.Es muy posible que m¨¢s de uno, y de una, piense que la libertad es la causa de las corrupciones y cr¨ªmenes con los que nos desayunamos cada d¨ªa al leer el peri¨®dico o al o¨ªr en la radio o en la televisi¨®n a los nuevos (?aunque son tan antiguos!) profetas y corifeos del desastre y del anatema.
Por eso creo que es bueno y saludable que en esta hora nos lleguen las noticias y la voz de los que se han reunido para recordar y recordarnos en qu¨¦ par¨® la siniestra aventura de los fascismos y del nazismo, que acabaron con la democracia en gran parte de la Europa de los a?os treinta; que nos recuerden a los que los vivimos ni?os y adolescentes o ense?en a los que han nacido despu¨¦s el c¨²mulo de desastres, de cr¨ªmenes y sufrimientos, a que condujo la condena de la democracia como un r¨¦gimen d¨¦bil y corrupto y la abolici¨®n de las libertades pol¨ªticas en aras de la grandeza de la naci¨®n y del pueblo. Ah¨ª est¨¢n los campos de la muerte -Buchenwald, Mathausen, Dachau...- como tr¨¢gico testimonio de hasta d¨®nde puede llegar la perversi¨®n humana y hasta d¨®nde la degradaci¨®n del pobre ser humano cuando deja de existir el sistema pol¨ªtico que garantiza la libertad de cada uno y el control de los gobernantes. Pero est¨¢n, adem¨¢s, los gul¨¢gs, erigidos por la dictadura sovi¨¦tica, para recordarnos que sin la democracia, en nombre de la liberaci¨®n del hombre, se puede acabar con la vida de millones de personas y, lo que casi es peor, con el alma y la voluntad de muchos millones m¨¢s. Y para nosotros espa?oles, frente al renacimiento de la barbarie, guerras de Bosnia y Chechenia, neonazis, fanatismos integristas de todo tipo, Oklahomas..., est¨¢ el recuerdo de los desastres de nuestra guerra civil y de la posguerra. S¨®lo la democracia como sistema pol¨ªtico, cualesquiera que sean los defectos y errores con los que la realizamos, sirvi¨® y sirve de escudo contra la regresi¨®n a la barbarie. Porque la democracia es algo m¨¢s que elegir a los que nos gobiernan y a los que aprueban las leyes por las que se regula nuestra convivencia; es algo m¨¢s que un sistema. de equilibrio de poderes, de asegurar la independencia judicial, de consagrar la libertad de expresi¨®n y de informaci¨®n o la asociaci¨®n; incluso es m¨¢s que el derecho al trabajo, a la salud y a la igualdad ante el Estado y sus leyes. La democracia y sus libertades existen y se justifican para defender, garantizar y asegurar la libertad y la dignidad del ser humano, de hombres y mujeres, de ancianos y de ni?os, de todos los seres humanos sin distinci¨®n de sexo, raza o religi¨®n. Y es en mi libertad, en la libertad de cada uno de nosotros, en lo que se basan todas las dem¨¢s libertades y la estructura pol¨ªtica de la democracia.
Por eso, cuando la duda, o la desilusi¨®n, o la irritaci¨®n, o el miedo, nos lleve a encerrarnos en el cercado de nuestra vida privada, entre las paredes de nuestra casa, en lo nuestro y entre los nuestros, y a cerrar las ventanas para no o¨ªr los gritos, los insultos, las explosiones, las amenazas de la calle, nos estamos equivocando. Hay que abrir las ventanas, hay que defender con intolerancia el di¨¢logo contra los que vociferan, hay que defender la libertad de los otros como condici¨®n de la propia, y defender la democracia como el ¨²nico r¨¦gimen pol¨ªtico que, aunque refleje todas las lacras e imperfecciones de nuestra antag¨®nica condici¨®n humana, nos hace libres a todos y nos abre un horizonte sin trabas a nuestras posibilidades. Y esto es lo que, entre todos, hemos conseguido en Espa?a con la democracia que se instaura a partir de 1976-1977. Tendremos que corregir deformaciones, abusos y defectos; pero no desandar lo andado. Los otros caminos ya sabemos a d¨®nde llevan.
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