La reforma de la Seguridad Social y el paro centran el debate en los comicios belgas
Todas las bater¨ªas de los grandes partidos han disparado munici¨®n social. Las recetas sobre el paro y la reforma de la Seguridad Social concitan la sigilosa pasi¨®n ciudadana en las primeras elecciones de la B¨¦lgica federal. Los belgas se colocar¨¢n ma?ana a un lado u otro de la cl¨¢sica l¨ªnea divisoria izquierda-derecha. Matizada: optar¨¢n entre una coalici¨®n de centro-izquierda, continuadora del actual Gobierno de Jean-Luc Dehaene (socialcristiana-socialista), y una mayor¨ªa de centro-derecha. La corrupci¨®n -como la del caso Agusta, que ayer registr¨® la liberaci¨®n de cuatro inculpados socialistas flamencos; entre ellos, el ex jefe de gabinete del secretario general de la OTAN, Willy Claes- se ha tratado con sordina en la campa?a.
Cuando en febrero se disolvi¨® el Parlamento y salt¨® el caso Agusta (pago de comisiones ilegales por la compra de 46 helic¨®pteros militares), los juzgados y la prensa belgas removieron el problema de la corrupci¨®n, saltaron ministros y Claes qued¨® salpicado. Pero, desde que empez¨® la campa?a electoral, los seis grandes partidos (socialcristianos, socialistas y liberales desdoblados en franc¨®fonos y neerland¨®fonos; los seis, de parecido peso electoral) se han resistido a tirar la primera piedra al adversario. Ni siquiera lo han hecho los liberales, cuya ausencia del Gobierno acredita su limpieza.S¨®lo la extrema derecha -el ultranacionalista Vlaams Blok (Bloque Flamenco)- ha usado esta artiller¨ªa, que puede desviar votos socialistas flamencos hacia otros partidos: todav¨ªa hay un 30% de indecisos, seg¨²n la encuesta publicada ayer por La Lanterne.
El tribunal de Lieja dej¨® ayer en libertad a cuatro inculpados en el caso Agusta: el ex tesorero del Partido Socialista Flamenco ?tienne Mang¨¦, el ex secretario general adjunto Luc Wallyn, el ex jefe de gabinete de Claes Johan Delange y el abogado Alphonse Puelinckx. Se les atribuye un papel protagonista en la aceptaci¨®n y canalizaci¨®n hacia el Partido Socialista Flamenco de 51 millones de francos belgas pagados por la empresa italiana Agusta a cambio de obtener la Venta a B¨¦lgica de los helic¨®pteros militares.
Lo que s¨ª ha suscitado la pasi¨®n del respetable es la batalla de programas socioecon¨®micos, centrada en la reforma de la Seguridad Social (la S¨¦cu) y, en menor medida, en el empleo. "El dilema estriba en si continuaremos adaptando el compromiso socialdem¨®crata vigente desde el final de la Segunda Guerra Mundial y plasmado en la coalici¨®n de familias socialcristianas y socialistas o si, sobre la base de un problema presupuestario, modificaremos la misma l¨®gica del sistema, como propugnan los liberales", diagnostica Andrea Rea, profesor del Instituto de Sociolog¨ªa de la Universidad Libre de Bruselas.
La S¨¦cu hace de B¨¦lgica el pa¨ªs europeo con menos pobres (6%). Sin ella, un tercio de las familias vivir¨ªa en precario. Subsidia a 1,8 millones de ni?os, a un mill¨®n de pensionistas y a medio mill¨®n de parados. Pero a costa de un d¨¦ficit creciente por el envejecimiento de la poblaci¨®n y el mayor paro, generando una deuda en "bola de nieve", como dice el primer ministro Dehaene, que a 30 a?os vista, cuando los pasivos igualen a los activos, ser¨¢ insostenible: 400.000 millones de francos (m¨¢s de 1,6 billones de pesetas), casi un tercio de su actual presupuesto.
Pensiones
Los liberales proponen privatizar (reducir las pensiones oficiales al m¨ªnimo, en beneficio de, fondos de pensiones privados), individualizar los subsidios (investigando a los parados de larga duraci¨®n) y limitar el papel de los sindicatos y las mutualidades, los cuales gestionan el seguro. Los socialistas se oponen f¨¦rreamente y propugnan buscar "financiaci¨®n alternativa"- (impuestos sobre el patrimonio, sobre la contaminaci¨®n). Los socialcristianos est¨¢n a medio camino, priorizando el control del gasto, pero critican el plan liberal por "demag¨®gico e impracticable", ataca Johan van Hecke, el segundo de Dehaene.
A esta pol¨¦mica socio-social se le superpone el debate sociofederal: los partidos de Flandes propugnan la federalizaci¨®n de la S¨¦cu, en distintos grados. Es la revancha de un agravio hist¨®rico, el de los flamencos del rico norte contra los valones del pobre sur. Aqu¨¦llos pagan m¨¢s. ?stos gastan m¨¢s en seguro de paro y en medicinas. No en vano, Valonia es la cuna de la primera industrializaci¨®n y, por tanto, de las reconversiones.
S¨®lo los socialistas -y los ecologistas- flamencos se oponen, "porque Flandes debe ser solidaria", a la separaci¨®n del seguro; los liberales apoyan la federalizaci¨®n parcial; los nacionalistas moderados (Volksunie) y ultras (Vlaams Blok), total. En medio, los democristianos quieren federalizar "parcialmente y a largo plazo". Prudencia dictada por su potente sindicato, el CSC, porque perder¨ªa la gesti¨®n, en beneficio del Gobierno regional, que eso es tambi¨¦n la federalizaci¨®n.
El desempleo -casi medio mill¨®n de parados, el 10% de la poblaci¨®n activa- tambi¨¦n les enfrenta: todos lo consideran "prioritario"; todos est¨¢n de acuerdo en disminuir las cotizaciones sociales, los costes indirectos del trabajo (el centroizquierda insiste en el segmento de salarios bajos).
Los socialistas, en plan cl¨¢sico, proponen sustituir el descenso de ingresos con m¨¢s impuestos (patrimonio, consumo, contaminaci¨®n). Los liberales, en plan aguerrido, quieren "reducir masivamente" los gastos empresariales hasta un 10% del coste total de la Seguridad Social. Los democristianos lucen, tambi¨¦n en esto, un delicado equilibrio. Ocupan el terreno central del juego; pueden aliarse a izquierda y a derecha. Y no quieren perder esa ventaja.
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