La viuda del presidente argelino Budiaf tilda de "esc¨¢ndalo" el juicio por su muerte
"El juicio por el asesinato de Mohamed Budiaf es un esc¨¢ndalo" asegura con firmeza y tristeza su viuda, Fatiha, desde su residencia de Argel. En este peque?o palacete situado en la colina de Hydra,muy cerca de la Embajada espa?ola, vive voluntariamente recluida desde hace casi cuatro a?os, cuando se vio obligada a abandonar el palacio presidencial y se le asign¨® como domicilio, una vieja y destartalada casa, que ella misma ha rehabilitado.
Fatiha Budiaf pide toda la ver dad sobre el asesinato de su marido, mientras sigue de cerca las incidencias del proceso que se abri¨® el pasado lunes en el Palacio de Justicia de Argel contra el subteniente Lambarek Bumaarafi, miembro de la guardia personal y supuesto responsable del atentado que acab¨®, el 29 de junio de 1991, con la vida del cuarto presidente de Argelia."Los compa?eros de mi esposo, los otros cuatro miembros del Alto Comit¨¦ de Estado, se comprometieron a esclarecer la verdad lo antes posible. Crearon una comisi¨®n de investigaci¨®n. Pero poco a poco se olvidaron del tema. El asesinato se ha convertido en un asunto banal". Fatiha Budiaf se duele tambi¨¦n de que el proceso se haya convocado ahora de manera precipitada.
"No exist¨ªan condiciones idoneas para ir a juicio. Adem¨¢s hab¨ªan rechazado todas las reivindicaciones que hab¨ªamos hecho ante el tribunal, donde comparecimos como acusaci¨®n privada. Ni nos dieron los documentos secretos ni aceptaron la reconstrucci¨®n de los hechos, ni la presencia de algunos testigos. Es incre¨ªble. Tan incre¨ªble como esa citaci¨®n judicial que recib¨ª el 19 de abril para comparecer por primera vez como testigo en la sala y que lleg¨® a mi casa 45 minutos despu¨¦s de la hora prevista."
Con serenidad, reitera la teor¨ªa de la conspiraci¨®n y rechaza la hip¨®tesis del acto aislado. Recalca que una persona sola no pudo asesinar de esa manera a un presidente. Aventura una hip¨®tesis: la de un homicida desconocido que dispar¨® contra su marido desde el fondo de la sala del Palacio de la Cultura de Anaba. La prueba est¨¢, ah¨ª. Es una herida mortal en el pecho.
"?C¨®mo me siento ahora? Mire, el juicio por el asesinato de Budiaf se ha convertido en un esc¨¢ndalo. Es una falta de respeto a la memoria de mi marido. Por eso no asisto. Mi abogado quiso entregar al tribunal una carta explicando a los magistrados por qu¨¦ me negaba a testificar. Pero ni siquiera esto me aceptaron. Mi abogado se vio obligado a dejarla encima de la mesa y los magistrados llegaron a decir que era como si la hubiera dejado en la calle".
No es la primera vez, en estos ¨²ltimos a?os, que se siente humillada. Asegura que tuvo ese mismo sentimiento poco despu¨¦s de la muerte de su esposo, cuando le negaron sus derechos m¨¢s elementales. Reclamaba entonces un tratamiento al que ten¨ªa derecho: el de viuda de un jefe de Estado. No ten¨ªa nada, ni siquiera un techo, pero la sacaron de la residencia justo el ¨²ltimo d¨ªa del duelo, a los 40 d¨ªas de la muerte de Budiaf y tardaron m¨¢s de un a?o y medio en pagarle las indemnizaciones. Con la llegada del actual presidente, Liam¨ªn Zerual, las cosas cambiaron.
"S¨ª, estoy aislada. El propio Al¨ª Har¨²n, su compa?ero en el Alto Comit¨¦ de Estado, que fue quien le convenci¨® para regresar y que por su formaci¨®n jur¨ªdica debiera de haberme ayudado en estos momentos del proceso, ha desaparecido. Han desaparecido todos. Pero no me siento sola. Est¨¢ el cari?o de la gente".
Es inevitable volver al momento del crimen. Acepta explicarlo con serenidad, como si estuviera ya acostumbrada a ello. Recuerda que, dos d¨ªas antes del viaje a Anaba, personal de la presidencia vino a buscar sus trajes para hacer la maleta. Budiaf se sorprendi¨® del hecho. No sab¨ªa que deb¨ªa partir a Anaba. Al principio insisti¨® para que le acompa?ara. "Finalmente, le dije que no, que fuese solo. Parec¨ªa nervioso".
"?Qu¨¦ te pasa?, le pregunt¨¦. Es como si temiera algo. El lunes ten¨ªa prisa por partir y de hecho sali¨® antes de lo previsto. Aquel d¨ªa, yo me iba tambi¨¦n a Or¨¢n. A las 10.30 estaba en el aeropuerto. Sub¨ª al avi¨®n. Cuando estaba ya sentada, me dijeron que deb¨ªa bajar. Me met¨ª en el coche sola. Cuando llegaba a la entrada del palacio de la Presidencia son¨® el tel¨¦fono del veh¨ªculo. Era mi hermana. Empez¨® a gritar, a decirme que hab¨ªan asesinado a Mohamed. No me lo quer¨ªa creer. As¨ª me enter¨¦ del asesinato de mi marido".
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