Severiano regresa al cielo
Ballesteros, Rivero y Garrido copan los puestos de honor del Open de Espa?a
Severiano Ballesteros regres¨® al cielo en una jornada memorable. Cumpli¨® las previsiones y se adue?¨® del Open de Espa?a, su primer triunfo de la temporada. Pero lo hizo por una ruta improvisada, a lo grande. A lo m¨¢s grande. Junt¨® todas las malas noticias al principio, las fue compensando luego con un aire autoritario y se dej¨® para el final el toque de distinci¨®n, ese golpe de magia que s¨®lo saben sacarse de dentro los genios. El trofeo volvi¨® a casa, en manos extranjeras desde 1986. Jos¨¦ Rivero e Ignacio Garrido completaron con la segunda plaza compartida un d¨ªa de fiesta nacional: nunca se hab¨ªan reunido tres espa?oles en el p¨®dio de este torneo. Diez a?os de sequ¨ªa dieron paso a un fin de semana de abundancia.Seve jug¨® con la salud de los aficionados, los rivales y la suya propia. En una estimaci¨®n apresurada, el propio jugador ajust¨® en cinco los a?os de vida que se dej¨® en el camino. Sali¨® Ballesteros con el pulso asustado, mandando las bolas en todas las direcciones. Menos la correcta. Tama?o desajuste acab¨® en tres bogeys consecutivos. El t¨ªtulo se le qued¨® a tres cent¨ªmetros de la papelera. Pero Gordon Brand junior, el l¨ªder por entonces, se uni¨® al petardazo y dilapid¨® tambi¨¦n toda su renta (empez¨® con menos 14, un golpe menos que Ballesteros). El torneo se abri¨® de par en par.
La cita creci¨® de forma insospechada. Desde cualquier esquina emerg¨ªa un nuevo candidato solvente al triunfo final: Baker, Rivero, Townsend, Garrido, Mitchell... Uno a uno, todos fueron asom¨¢ndose a la vitrina donde reposaba la Copa. Una salida perversa de los dos favoritos hab¨ªa atascado de aspirantes el Open de Espa?a. Lo que se hab¨ªa convertido el d¨ªa anterior en cosa de dos, era ahora cosa de todos. Llegaron los nervios, la incertidumbre, la angustia...
Cada golpe generaba una tensi¨®n tan atractiva como insoportable. La competici¨®n entr¨® en un estado de agitaci¨®n incontrolable. Un marcador resbaladizo multiplic¨® la taquicardia. Se puso en cabeza Peter Baker; le alcanz¨® Garrido, que luego se cay¨® y volvi¨® a ponerse de pie; apareci¨® Rivero por detr¨¢s; amenaz¨® Townsend con dar la sorpresa; Romero se acerc¨® para dar vidilla a los nost¨¢lgicos que se tra¨ªan a la memoria aquel desempate glorioso con Seve en el 91; Mitchell, el h¨¦roe de los primeros d¨ªas y supuestamente enterrado desde el d¨ªa anterior, luci¨® el liderato durante media hora; Gordon Brand que volv¨ªa... Un paisaje conmovedor, lleno de birdies, pares y bogeys que sembraban el desconcierto.
Y entonces, en plena confusi¨®n por las alturas, regres¨® Ballesteros. Se ali¨® con la hinchada (18.000 espectadores, seg¨²n los datos oficiales), llen¨® de solidez su juego (par donde hab¨ªa que hacer par y birdies donde la ocasi¨®n lo permit¨ªa) e inici¨® la ascensi¨®n al cielo. Y as¨ª, desde la seguridad antes que desde la aventura, Seve fue barriendo el camino de rivales. Un birdie en el hoyo 12 (antes se hab¨ªa serenado con otro en el 4) le devolvi¨® al grupo de cabeza; otro en el 15 le dej¨® solo arriba, pero expuesto a¨²n a la desgracia; y uno final en el 18 ya de regalo.
Diez , a?os despu¨¦s, Ballesteros volvi¨® a ganar el Open de Espa?a. Es su tercer galard¨®n (1981 y 1985). Ignacio Garrido y Jos¨¦ Rivero, o viceversa (acabaron con los mismos golpes, a dos de Seve) remataron la faena. Aguantaron el tir¨®n final con mayor firmeza que sus opositores (un doble bogey dej¨® sin ox¨ªgeno a Mitchell en el hoyo 17, y un bogey tumb¨® a Gordon Brand en el mismo agujero) y escribieron sus nombres en los puestos de honor del torneo.
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