?Qu¨¦ pasa aqu¨ª?
DE UNOS negociadores m¨ªnimamente avezados se espera que al menos sepan lo que firman. Ni eso tan elemental han sabido hacer los representantes del Insalud y de los m¨¦dicos. A la hora de interpretar el documento firmado que parec¨ªa poner fin a una huelga muy perjudicial para cientos de miles de usuarios de la sanidad p¨²blica, no hab¨ªa acuerdo sobre el preacuerdo.No puede descartarse que esa incre¨ªble y vergonzosa vuelta atr¨¢s sobre lo firmado sea fruto de la torpeza en la redacci¨®n de un documento m¨¢s comprometedor de lo que se pretend¨ªa. Ser¨ªa la mejor hip¨®tesis. La otra, verdaderamente deplorable, ser¨ªa que m¨¦dicos y representantes del Insalud hubieran descubierto en una relectura del documento que su intenci¨®n era darse gato por liebre. Desgraciadamente, existen antecedentes en el proceso negociador que alimentan las sospechas. Durante tres largas semanas, coincidentes con la campana electoral, esta negociaci¨®n ha tenido visos de farsa. Roto y reiniciado el di¨¢logo varias veces por los huelguistas, no sirvi¨® para aproximar ni un mil¨ªmetro las posiciones de las partes. Al primer movimiento del Insalud, aceptando desde el principio un aumento salarial de 30.000 pesetas mensuales durante 1995, no correspondi¨® contrapartida alguna por parte de los huelguistas. Su juego pareci¨® ser dar tiempo al tiempo... electoral. Acabado ¨¦ste, y en apenas 48 horas, se apresuraron a forzar un preacuerdo que recoge; matizados, algunos de los puntos que el Insalud consideraba innegociables (el aumento retributivo en 1996 y 1997) y otros que los huelguistas no quer¨ªan ni o¨ªr (vincular la subida salarial a objetivos de productividad y de mejora asistencial).
?Qu¨¦ ha pasado para que ese preacuerdo, apenas firmado, se cuestione con el pretexto de que no dice lo que cada una de las partes pretende que dice? Si fuera cuesti¨®n de mala redacci¨®n no habr¨ªa problema; bastar¨ªa con que las partes se pusieran de acuerdo sobre la aut¨¦ntica interpretaci¨®n de lo acordado. Pero lo hay, y muy grave, si se trata de doble juego. El acuerdo s¨®lo se puede alcanzar si se encuentran f¨®rmulas flexibles que vinculen los dos puntos cruciales del conflicto: subida de retribuciones a cambio de mejoras asistenciales.
Los m¨¦dicos han interpretado que 6.1 preacuerdo les asegura un aumento salarial de 30.000 pesetas mensuales en 1995 y otro tanto en los dos pr¨®ximos a?os sin contrapartidas. El Gobierno ha dado marcha atr¨¢s por el efecto de contagio que un acuerdo de este tipo puede tener en el resto de los funcionarios del Estado, sometidos desde hace vanos anos a una virtual congelaci¨®n salarial. El caso es que, por torpeza o mala fe, el conflicto est¨¢ servido como nunca. Y son los pacientes quienes, una vez m¨¢s, pagar¨¢n los platos rotos. Esa raz¨®n deber¨ªa bastar para acabar de inmediato con la huelga.
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