Laura Freixas Durmiendo con nuestro enemigo
?Hay que prohibir marketing? ?Hay que prohibir leasing? ?Hay que prohibir airbag? En Francia se ha intentado (ley Toubon), con resultados dudosos. Pero quiz¨¢ el verdadero peligro para una lengua no radique en las palabras extranjeras que se incrustan, intactas, en ella, sino en formas de invasi¨®n m¨¢s insidiosas: no tanto el bombardeo como el quintacolumnismo.?Ejemplos? No hay m¨¢s que abrir un peri¨®dico (este mismo, ay) para encontrarlos a decenas. Los m¨¢s flagrantes son aquellos que en la jerga de los traductores se conocen como "falsos amigos": palabras que parecen equivalentes, pero que no lo son. As¨ª, decimos evidencia cuando queremos decir indicio (en ingl¨¦s, evidence); eventualmente, en el sentido de finalmente (eventually); maneras (manners), en lugar del mucho m¨¢s hermoso y preciso modales; pobre en el sentido de deficiente, dram¨¢tico por importante, maniaco por loco, remover por quitar o crimen por delito. En otros casos, respetando la letra, se traiciona el esp¨ªritu del idioma. Se usa, por ejemplo, un posesivo que nuestra tradici¨®n hace innecesario: puse mi mano en su hombro por le puse la mano en el hombro. Se instaura la dictadura de aquel t¨¦rmino que m¨¢s se parece al ingl¨¦s, desterrando otros de mayor raigambre castellana: ya nada es evidente o patente, sino obvio, ni anticuado o caduco, sino obsoleto, ni se dejan recados, sino mensajes. Se recurre a expresiones ortop¨¦dicas, calcadas del ingl¨¦s, para sustituir las espa?olas: anciano caballero por se?or mayor o cuerpo muerto por cad¨¢ver. Se emplean insultos que de puro artificiosos quedan cursis: bastardo, hijo de perra (y no ser¨¢ por falta de injurias castizas). Se usa a troche y moche peque?o, desperdiciando una de las riquezas del castellano, la variedad de sus diminutivos: comp¨¢rese la insipidez de peque?a casa, peque?os ojos, con los matices de casita, casucha, ojitos, ojillos. Se utiliza abusivamente el gerundio: durmiendo con su enemigo.
Por cierto que en espa?ol el eufemismo que se ha usado siempre en estos casos no es dormir, sino acostarse. Pero el" ingl¨¦s es una lengua particularmente p¨²dica, que sustituy¨® pechuga y muslo por lo blanco y lo pardo (del pollo) por lo mismo que tapaba con volantes las patas de los pianos: para no suscitar malos pensamientos. Una lengua tan asexuada que ha, conseguido borrar toda connotaci¨®n er¨®tica de excitante. Fieles lacayos, ahora tambi¨¦n nosotros calificamos de excitante un nuevo programa de ordenador o una ruta tur¨ªstica.
Y es que copiar una lengua implica inevitablemente copiar una mentalidad. Cuando el Ayuntamiento de Barcelona elige como divisa para el pr¨®ximo siglo La ciutat de la gent, no s¨®lo est¨¢ importando una palabra cuya frecuencia en ingl¨¦s se explica por ser un comod¨ªn gramatical (a falta de forma impersonal del verbo: se piensa, se cree... people sirve de sujeto: people think, people believe ... ): nos est¨¢ colando de rond¨®n toda una idiosincrasia. El concepto la gente (que no es lo mismo que las personas, la humanidad o el pueblo) traduce una mentalidad anticlasista, democr¨¢tica a ultranza, sin ra¨ªces, desideologizada: en fin, americana.
La defensa de la identidad y de la lengua espa?olas no es, desgraciadamente, una causa popular. Hay para ello evidentes motivos hist¨®ricos (desde la izquierda y desde la periferia), pero tambi¨¦n literarios. El castellano, en particular su registro coloquial, est¨¢ manchado por la ramploner¨ªa de los escritores costumbristas y el mal gusto, dicho sea con hondo pesar y todo respeto, del mism¨ªsimo Gald¨®s. Cuando una lengua ha sido usada, por uno de sus m¨¢s gloriosos representantes, para escribir la frase "ten¨ªa peque?uela y roja la boquirrita" -primer cap¨ªtulo de Tristana-, est¨¢ uno por decir que se tiene merecido lo que le pase.
Si tanto, en fin, adoramos el ingl¨¦s, ?por qu¨¦ nos empenamos en traducirlo a esa lengua provinciana y obsoleta que nos ha tocado en suerte? Basta de chapurrear un spanglish vergonzante: pas¨¦monos con armas y bagajes a la lengua del imperio... Pero si no lo hacemos, utilicemos la nuestra con la cara muy alta: con la m¨¢xima correcci¨®n, vitalidad, belleza. Porque siempre valdr¨¢ m¨¢s ser voces que ecos deste?idos y serviles.
Laura Freixas es escritora.
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