El castellano no desaparece de Catalu?a
Don Pedro La¨ªn Entralgo (La vertebraci¨®n de las lenguas de Espa?a, EL PA?S, 5 de junio de 1995) escribe un art¨ªculo ponderado y cordial, lo cual no es poco en estos tiempos de estr¨¦pito y navajerismo radiof¨®nico. Sin embargo el maestro no puede reprimir la tentaci¨®n de expresar su temor por que la inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica en Catalu?a quite a nuestros tataranietos la posibilidad de poseer tambi¨¦n suyos los tesoros que la lengua castellana y la literatura en lengua castellana de que pudieran gozar sus tatarabuelos". Lo que estas palabras esconden no es asunto estrictamente Iing¨¹¨ªstico, sino pol¨ªtico, como queda claramente de manifiesto en el ¨²ltimo p¨¢rrafo del art¨ªculo de La¨ªn ("mucho temo que los historiadores de la segunda mitad del siglo XXI puedan decir de Espa?a, como los romanos dijeron de Troya, Hispania fuit"): esto es la preocupaci¨®n por la ruptura de la sagrada unidad de la patria.Por ello no sorprende que el insigne acad¨¦mico ignore algo tan elemental como que la escuela, con ser una herramienta formidable de socializaci¨®n, no es el ¨²nico factor y, si me apuran, ni siquiera el m¨¢s importante que determina los usos ling¨¹¨ªsticos de una comunidad. De otro modo, el propio catal¨¢n, proscrito durante casi tres siglos de la ense?anza, habr¨ªa desaparecido, y a la vista est¨¢ que no es as¨ª: perdura, ciertamente, y sus hablantes siguen siendo capaces de saborear los tesoros que para ellos acu?aron Llull, Verdaguer, Salvat-Papasse?t o Carner.
La vigencia del castellano en Catalu?a est¨¢ garantizada, no s¨®lo porque se ense?a, con car¨¢cter obligatorio, en los colegios p¨²blicos a lo largo de todo el periodo de escolarizaci¨®n (as¨ª como en nuestras escuelas privadas que lo emplean como lengua vehicular), sino tambi¨¦n porque es el idioma dominante en los medios de comunicaci¨®n, -nuestros verdaderos educadores- y en la mitad de los hogares de esta tierra de acogida, y porque, en fin, se aviene mal con el talante catal¨¢n -mediterr¨¢neo, pragm¨¢tico y tolerante- la exclusi¨®n y el dogma. Es m¨¢s: los temores a la desaparici¨®n del castellano no s¨®lo son infundados, sino que rozan lo c¨ªnico. Nadie con un m¨ªnimo de honradez intelectual puede negar que actualmente es posible vivir en Catalu?a sin saber catal¨¢n, pero no sin saber castellano: todos los ciudadanos catalanes hablan y escriben correctamente este idioma, pero muchos no dominan aqu¨¦l de igual forma, con frecuencia por raz¨®n tan hisp¨¢nica como que no les da la gana.
Son necesarias, pues, medidas en¨¦rgicas en aquellos ¨¢mbitos donde los poderes p¨²blicos pueden incidir que favorezcan la deseable nivelaci¨®n en el conocimiento de ambas lenguas. Es menester, incluso, una discriminaci¨®n positiva en favor del catal¨¢n que ayude a superar la situaci¨®n de diglosia en que ¨¦ste, a pesar de todo, se encuentra. De otra forma, la reuni¨®n que don Pedro La¨ªn ha concertado para dentro de un siglo se celebrar¨¢ s¨®lo en castellano y, para su satisfacci¨®n, en Espa?a.-
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