Autoenga?o: s¨ª, gracias
No hace muchos d¨ªas, durante una charla acad¨¦mica, un colega me pregunt¨® cu¨¢l era en mi opini¨®n la cualidad m¨¢s humana de todas las cualidades humanas. Sin dudarlo mucho le respond¨ª que el autoenga?o. Tratar¨¦ de explicarme.El autoenga?o es una peculiar estrategia de supervivencia de nuestra especie, verdaderamente ¨²nica y de inigualable utilidad en tantos momentos de prueba y vulnerabilidad que nos depara la vida. Gracias al autoenga?o superamos una realidad devastadora con una ilusi¨®n reconfortante, neutralizamos una verdad implacable con una falacia benevolente, justificamos una conducta intolerable con una excusa persuasiva.
La habilidad para camuflar la realidad abunda entre los seres vivientes. Muchos animales utilizan tretas enga?osas con el fin de confundir la percepci¨®n de sus compa?eros de fauna y mejorar as¨ª sus posibilidades de conservaci¨®n. Por ejemplo, las luci¨¦rnagas del g¨¦nero foturis imitan el brillo de las hembras en celo del g¨¦nero fotinus, y despu¨¦s de atraer al macho fotinus, se lo comen. Algunas serpientes inofensivas exhiben la pigmentaci¨®n de culebras venenosas y reciben un respeto inmerecido. Los zorros en peligro simulan estar muertos para despistar al agresor, y los chimpanc¨¦s cojean visiblemente en la presencia de un macho dominante para salvar el pellejo. Sin embargo, existe una diferencia fundamental entre estos actores del reino animal y nosotros. Mientras ellos probablemente no dudan de su verdadera identidad, los humanos somos engatusados por nuestras propias argucias y aspiraciones o, como nos apunta el aforismo de Friedich Nietzsche, "interpretamos el mundo a trav¨¦s de nuestros deseos".
Un c¨²mulo de investigaciones recientes demuestran que, con el tiempo y la repetici¨®n, tendemos a dar por ciertas nuestras distorsiones de los hechos y acabamos incrust¨¢ndolas en la memoria como si fueran ver¨ªdicas. No pocos hombres y mujeres est¨¢n sinceramente convencidos de que los argumentos que escenifican a diario, lejos de representar simples papeles, reflejan la objetiva realidad.
Con todo, desde S¨®crates hasta Jean Paul Sartre, un gran n¨²mero de pensadores han declarado que el autoenga?o es imposible, es una paradoja tan discordante como la cuadratura del c¨ªrculo. Lo consideran un absurdo porque para automentirnos tendr¨ªamos que creer y no creer simult¨¢neamente en algo, un logro mental que, asumen, es impracticable. Yo pienso que el autoenga?o es factible porque no es una maniobra consciente, no es intencional ni premeditado, sino que se elabora dentro de ese sector de la mente de bordes difusos y porosos que constituye nuestro inconsciente.
El psicoan¨¢lisis se podr¨ªa definir como la gran teor¨ªa del autoenga?o. Sigmund Freud describi¨® nueve m¨¦todos de evadir la realidad, a los que llam¨® mecanismo de defensa. Su hija y disc¨ªpula, Ana Freud, a?adi¨® varios m¨¢s. Entre estas t¨¢cticas protectoras inconscientes resaltan la negaci¨®n, la proyecci¨®n, la distorsi¨®n, la externalizaci¨®n, la racionalizaci¨®n, la sublimaci¨®n, la religi¨®n e incluso el humor. La m¨¢s cl¨¢sica de todas es la represi¨®n. Este pilar de la doctrina psicoanal¨ªtica consiste en excluir de la conciencia y enterrar en el olvido anhelos, recuerdos, ideas, impulsos y sentimientos que consideramos inaceptables. Con la ayuda de estos trucos mentales, las personas sacrificamos la percepci¨®n correcta de la realidad a cambio de mantener la paz de esp¨ªritu. No obstante, el resultado no es siempre beneficioso, pues en ocasiones un apetito reprimido puede producir s¨ªntomas de angustia o depresi¨®n, mientras que la negaci¨®n de un peligro real puede ser la causa de que no nos protejamos.
Muchas veces nos autoenga?amos con el fin de embaucar a los dem¨¢s, y viceversa. Esto es, embaucamos a los dem¨¢s para enga?arnos a nosotros mismos. El cuento del escritor dan¨¦s Hans Christian Andersen El traje nuevo del emperador ridiculiza con ingenio esta situaci¨®n. En el relato, unos avispados estafadores, haci¨¦ndose pasar por sastres, fingen "confeccionar" para un vanidoso soberano un vestido de belleza deslumbrante que s¨®lo pod¨ªa ser visto por las personas de superior inteligencia. Impulsado por su prepotencia, el soberbio monarca paga con oro y perlas el atuendo imaginario, decide "lucirlo" con orgullo y se pasea impert¨¦rrito en pa?os menores por las calles de su reino. Para no pasar por tontos, los s¨²bditos alaban su invisible atuendo.
Y es que en todas las culturas la necesidad de sentirnos importantes y la sed insaciable de admiraci¨®n ajena aparecen pronto en la vida. La otra cara de la moneda es la profunda aversi¨®n que desde muy peque?os sentimos hacia nuestras limitaciones, al menosprecio y al rid¨ªculo. Quiz¨¢ esto explique la tendencia tan extendida a atribuir nuestros ¨¦xitos a la propia competencia y nuestros fracasos a la mala suerte, al destino o a los elementos. O a pensar que nuestros contrincantes triunfan por fortuna y pierden por su ineptitud. Esta demostrada propensi¨®n humana a optar autom¨¢ticamente por explicaciones ventajosas, por ilusorias que sean, cimenta el principio formulado en los a?os cincuenta por el genial psic¨®logo estadounidense Leon Festinger sobre la disonancia cognoscitiva: las personas ama?amos la realidad a nuestro alrededor con el fin de evitar sentimientos incongruentes, inadmisibles, desagradables o disonantes.
El autoenga?o tiene como misi¨®n fundamental preservar nuestra integridad emocional y coherencia social. Se nutre de la fantas¨ªa y de la compasi¨®n hacia uno mismo, nos ayuda a conservar la autoestima, facilita la conciencia, estimula la creatividad y favorece la adaptaci¨®n y la supervivencia. Tambi¨¦n nos sirve de salvavidas a la hora de mantener el sentido de invulnerabilidad ante condiciones internas o externas adversas que nos amenazan o nos traumatizan: la ansiedad ante la muerte, el miedo al fracaso, la desilusi¨®n con uno mismo, la subyugaci¨®n por un agresor o la humillaci¨®n p¨²blica. No hay duda de que ciertas verdades despiadadas o situaciones extremas atentan contra nuestra seguridad psicol¨®gica, nuestra imagen p¨²blica, nuestra esperanza y nuestro entusiasmo vital. El autoenga?o nos permite evadirlas, disfrazarlas, reprimirlas o negarlas.
La continua e imparable evoluci¨®n del ser humano favorece la apreciaci¨®n cada vez m¨¢s consciente y real de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Cada vemos m¨¢s, conocemos m¨¢s, contemplamos m¨¢s opciones y sentimos la vida con m¨¢s intensidad. De hecho, nunca hemos vivido tanto ni tan profundamente como ahora. Nunca tantos hombres y mujeres hemos experimentado avances de tal magnitud en cuanto a informaci¨®n, libertad y calidad de vida. Al mismo tiempo, estos frutos del progreso y la mayor complejidad de nuestra existencia generan penosos conflictos, ansiedades y dilemas. Bajo estas condiciones, un mundo sin autoenga?o ser¨ªa insufrible e inhumano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.