Fiesta de la m¨²sica, la ciudad y el bosque
En la tarde del lunes, el festival adopt¨® un talante distinto, pues . su director, Alfredo Arazil, plane¨® una Fiesta de la M¨²sica, algo as¨ª como la animaci¨®n musical en la Francia de hace unos a?os, que llen¨® la ciudad de los m¨¢s variados sones: violonchelo, acordeones, percusi¨®n contempor¨¢nea, arpa, guitarra, coro y orquesta juveniles coincidieron en iglesias, palacios, la cartuja, el hospital Real, el Corral del Carb¨®n o el colegio de San Bartolom¨¦ y Santiago.
Todos los locales, hist¨®ricos y representativos, se llenaron hasta los topes de p¨²blico, m¨¢s dispuesto todav¨ªa por la gratuidad de la entrada. Me parece un acierto que exista un alto porcentaje de recitales y conciertos en r¨¦gimen de entrada libre, lo que contribuye a la mayor popularizaci¨®n del festival.
La jornada de fiesta deb¨ªa coronarse, por la noche, con la actuaci¨®n de la Orquesta Ciudad de Granada, con su titular, Josep Pons, en la plaza de las Pasiegas. Un programa pensado bajo el signo y cifra de lo festivo, visto desde diversos ¨¢ngulos musicales, justifica la sucesi¨®n heterog¨¦nea de m¨²sicas y autores. Pero la lluvia hizo una vez m¨¢s de las suyas y hubo que refugiarse en el Auditorio, con lo que gan¨® la ac¨²stica y perdi¨® hasta desaparecer el clima callejero, monumental y abierto.
Percusiones
La partitura del compositor Luis de Pablo Fiesta, de 1987, qued¨® sustituida por la imposibilidad de disponer con el largo grupo de percusiones que utiliza. Entonces, ni el grato Notturnino ni Elephans ivres, sobre un motete de Victoria -un De Pablo que hoy queda un tanto lejano-, se ci?eron al motivo festero. Las dos obras se encerraban en las oberturas de El rapto del serrallo, de Mozart, y El turco en Italia, de Rossini, dos ejemplos vivaces de exatismo elemental.
Fiesta y grande supone El buey sobre el tejado, de un Milhaud de 1919, deslumbrado por "carnavales de R¨ªo, y consecuci¨®n en la que el ingenio y la agudeza devienen casi genio. No en vano creadores contrapuestos como Manuel de Falla o Webern admiraban esta eclosi¨®n de luces, colores, ritmos y disonancias propias del politonalismo latino.
En fin, de la avenida de R¨ªo Branco pasamos a los jardines brit¨¢nicos de Vauxhall con la M¨²sica para los reales fuegos de artificio, de Haendel.
Todos las obras sirvieron para demostrar la capacidad de la orquesta granadina, su larga flexibilidad, bien trabajada y guiada por Josep Pons. Curiosamente, en la ¨²nica p¨¢gina en la que la vitalidad contagiosa del maestro catal¨¢n palideci¨® un tanto fue en El buey sobre el tejado, quiz¨¢ por la adopci¨®n de tiempos inconvenientes y el regusto por entretenerse con morosidad en las melod¨ªas m¨¢s saudadosas.
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