Los egipcios viven con incredulidad la calada verbal de Mubarak y Sud¨¢n
Consciente del ruido de sables que desde hace tres d¨ªas producen Egipto y Sud¨¢n, pero totalmente incr¨¦dulo de que sea el pr¨®logo de un enfrentamiento violento, ayer un esmirriado joven cairota llamado Atef Diab acudi¨® a la oraci¨®n de los viernes en una mezquita del miserable barrio de Imbaba para pedirle a Al¨¢ "un milagro". En lo posible un milagro como el que, seg¨²n la creencia popular tan en boga, le salv¨® hace cinco d¨ªas la vida al presidente Hosni Mubarak en la emboscada de Addis Abeba.Fr¨¢gil como las viejas bicicletas que repara para ganarse la vida, Diab, de 19 a?os, est¨¢ justo en edad de ser llamado a filas. "No me preocupa eso de que va a haber una guerra", dijo acarici¨¢ndose una quijada todav¨ªa imberbe. "Lo que quiero es muy simple: comprar un piso para poder casarme en cuanto tenga la oportunidad".
Como el joven Diab, muchos egipcios han puesto en las manos de Al¨¢ las consecuencias de la ret¨®rica b¨¦lica que intercambian los generales de El Cairo y Jartum en ambos lados de la extensa frontera que divide a los due?os del Nilo.
Los an¨¢lisis militares m¨¢s autorizados podr¨ªan tranquilizar a los que creen que va a estallar una guerra en el tri¨¢ngulo de Halaib, la des¨¦rtica zona rica en petr¨®leo que desde hace cuatro d¨¦cadas es motivo de una discordia sujeta a las conveniencias de turno entre Egipto y Sud¨¢n. La idea de una guerra es tan remota como microsc¨®pico resulta Halaib en cualquier mapa.
Mientras en Egipto Mubarak cabalga en la cresta de una ola de popularidad sin precedentes tras el atentado del lunes, el Gobierno islamista del Sud¨¢n, presidido por el general Omar al-Bachir, festejaba ayer sin mayor pompa el sexto aniversario de su ascenso al poder tras el derrocamiento del Gobierno democr¨¢ticamente electo de Sadeq al-Mahdi, hoy en prisi¨®n.
El tono de los discursos en Jartum era calculadamente desafiante. El env¨ªo de tropas egipcias a la frontera, incluida la movilizaci¨®n de un batall¨®n mecanizado en la madrugada de ayer, es visto como una provocaci¨®n y pantalla de las acusaciones egipcias de que detr¨¢s del atentado contra Mubarak est¨¢ el r¨¦gimen sudan¨¦s. Bachir asegur¨® que entregar¨¢ armas a todo el pueblo para defender al pa¨ªs en caso de invasi¨®n. El Cairo se?ala a Sud¨¢n, bastante amigo de Ir¨¢n, como el padrino de la violenta insurrecci¨®n islamista en Egipto.
"Consignas de EE UU"
"Acatando consignas de Estados Unidos, Mubarak est¨¢ tratando de golpear al movimiento isl¨¢mico. Egipto se est¨¢ prestando a esa conjura", declar¨® Abdel-Rahim Mohamed Husein, ministro sudan¨¦s de asuntos presidenciales.
Hasan Turabi, cuyo Frente Isl¨¢mico es el verdadero poder detr¨¢s del trono en Jartum, no ha respondido a las virulentas acusaciones egipcias. La explicaci¨®n m¨¢s aceptada es que el hombre ya est¨¢ cansado de hacer desmentidos.
Analistas militares, entretanto, no daban ayer se?ales de alarma a pesar de los incidentes armados en la frontera y de las expulsiones m¨²tuas de ciudadanos que Egipto y Sud¨¢n est¨¢n adoptando como represalias en el m¨¢s reciente cap¨ªtulo de enemistades hist¨®ricas.
Si hay que ce?irse estrictamente a estad¨ªsticas militares, no es dif¨ªcil deducir que Jartum -a pesar de su declarada intenci¨®n de defender Halaib "hasta la ¨²ltima gota de sangre en caso de una agresi¨®n"- lleva sin duda las de perder. Datos del Instituto de Estudios Estrat¨¦gicos de Londres se?alan que Egipto tiene 430.000 soldados frente a un ej¨¦rcito sudan¨¦s de 72.800 efectivos. A la fuerza de El Cairo hay que agregar, por supuesto, el indismulado af¨¢n norteamericano e israel¨ª de deshacerse de Turabi.
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