Un 'pic-nic' en la hierba
La tradici¨®n justifica algunas injusticias y crea incomodidades en Wimledon, pero mantiene vivo el torneo
Los sesudos miembros del All England Club y de la Federaci¨®n Inglesa de Tenis se aferran a la tradici¨®n como a un clavo ardiente. No les importa recibir cr¨ªticas ¨¢cidas de muchos jugadores ni ver c¨®mo desde los primeros d¨ªas del torneo las calles de los alrededores de Wimledon se llenan de gente que pasa incluso la noche durmiendo en tiendas de campa?a para conseguir una entrada. Para ellos lo m¨¢s importante es mantener el esp¨ªritu del torneo, mantenerlo en la nube en la que vive y alejarlo lo m¨¢s posible de todo lo mundano. Para ellos Wimledon es tradici¨®n y por nada del mundo renuncia¨ªan a ella.Cualquier ciudadano del Reino Unido sue?a con conseguir una entrada para el torneo de Wimbledon. Pero obtenerla no es tan sencillo como ir a una taquilla y comprarla. En la catedral del tenis eso ser¨ªa demasiado f¨¢cil. Y all¨ª las cosas suelen ser m¨¢s ceremoniosas. No. En Wimbledon las entradas no se compran, se sortean.
Meses antes del torneo la Federaci¨®n Inglesa de Tenis comienza a llenarse de cartas de todo el mundo con solicitudes de entradas. Y tambi¨¦n con mucho tiempo de antelaci¨®n se realiza un sorteo para adjudicar alrededor de 10.000 entradas diarias para la pista central. Los aforos del torneo se sit¨²an en las 26.000 personas diarias, pero la mayor¨ªa de ellas no ven en directo a las grandes estrellas. En taquilla s¨®lo se pueden adquirir 600 entradas cada d¨ªa, excepto los ¨²ltimos cuatro del torneo.
Que el sorteo te favorezca tampoco es f¨¢cil. "Hace un par de a?os mand¨¦ 24 cartas para solicitar una entrada. Cada carta con un nombre distinto, de amigos o conocidos. Y consegu¨ª una sola entrada", cuenta una aficionada que ahora trabaja como azafata en Wimbledon. El precio de las entradas es el mismo para las que se adjudican por sorteo que para las que se venden en taquilla. Oscila entre las 24 libras (4.800 pesetas aproximadamente) en las primeras jornadas y las 50 en la final (10.000 pesetas).Entradas usadas
?ste no es, no obstante, el ¨²nico camino para conseguir una entrada. La federaci¨®n inglesa de tenis vende algunas entre sus afiliados. Y existe otra forma de acceder a la pista central de Winibledon. Los espectadores que se van del, complejo antes de concluir la jornada pueden dejar sus entradas en unos buzones determinados para que las utilicen otros. Estas se ponen a la venta a 10 libras (2.000 pesetas) a partir de las tres de la tarde y tambi¨¦n generan colas interminables. Los beneficios obtenidos de esta forma son dedicados a obras ben¨¦ficas.
Para los jugadores el torneo tambi¨¦n resulta especialmente inc¨®modo y a veces ingrato. Sergi Bruguera, noveno jugador mundial, se quej¨® el a?o pasado de no haber encontrado un coche oficial que le desplazara de su hotel, en Londres, a Wimbledon, a unos 15 o 20 kil¨®metros de distancia. "Los coches", dijo, "deben estar reservados a los tenistas que ellos creen que se los merecen. Y yo no estoy a¨²n en este grupo".
Esa es una de las m¨²ltiples diferencias que fomenta la organizaci¨®n. Si eres cabeza de serie disfrutas de algunos beneficios, como conseguir m¨¢s f¨¢cilmente pistas de entrenamiento o, estar en unos vestuarios m¨¢s amplios y c¨®modos. Cuando un tenista llega a Wimbledon por primera vez, sin nada que le distinga, debe ser muy fuerte para soportar los inconvenientes y algunas injusticias a las que se ver¨¢ sometido.
Algunas de estas circunstancias se producen como consecuencia de la tradici¨®n. Porque ¨¦sta alcanza incluso a las instalaciones. Winibledon se va modernizando, pero con mucha lentitud. La pista central es intocable. Por debajo de la grada los pasillos y un sin n¨²mero de peque?as salas se comen un espacio precioso que podr¨ªa ser dedicado a la mejora de los vestuarios o de las salas de prensa y de conferencias.
Una nueva pista
Hace tres a?os en la pista central se realiz¨® una importante reforma para adaptarla a las normas de seguridad. Se redujo un poco el aforo y se quitaron las columnas que sosten¨ªan el techo y que imped¨ªan una buena visibilidad en las localidades m¨¢s altas. Y en los pr¨®ximos cinco a?os est¨¢ prevista la construcci¨®n de una nueva pista con capacidad para unas 10.000 personas.
Wimbledon, por otra parte, est¨¢ lleno de espacios privados. Los socios del All England Club, lugar donde se disputa el torneo, mantienen sus reductos intocables. Pero tambi¨¦n hay otras estancias abiertas s¨®lo a determinadas personas. Eso es algo que ocurre en todos los torneos. Sin embargo, en Londres se hace mas complicado. Uno de los clubes reci¨¦n creados es el de los "¨²ltimos ocho". Y all¨ª s¨®lo pueden entrar los jugadores que han alcanzado., alguna vez los Cuartos de final del torneo.
Todo esto es Wimbledon, pero tambi¨¦n mucho m¨¢s. "Poder entrar de nuevo en el estadio por la puerta de la calle de la Iglesia y jugar otra vez en la pista central fue uno de los momentos m¨¢s gratificantes de mi vida". Con estas emotivas palabras defini¨® el legendario Rod Laver en sus memorias lo que sinti¨® cuando en 1968 los profesionales fueron aceptados en el circuito amateur (tenis open) y pudo jugar de nuevo en Wimbledon.
Nadie puede pasar por Winibledon con indiferencia. Es demasiado peculiar. Los inconvenientes de un largo desplazamiento -unos tres cuartos de hora- desde Londres quedan olvidados con la belleza est¨¦tica de su pista central y con la paz que se puede alcanzar tendido sobre la hierba del Aorangi Park, al lado de la central, comiendo un bocadillo o las t¨ªpicas fresas con crema.
Es cierto que los vestidos blancos largos, los trajes y las pajaritas han desaparecido. Pero quedan muchas otras cosas. Es una gozada hacer un pic-nic en Aorangi Park el s¨¢bado y el domingo de las finales, antes del inicio de los partidos, amenizado por la Mil?tary Band, of the Blues and Royals y leyendo en los t¨ªpicos tabloides ingleses las m¨¢s recientes noticias sobre el esc¨¢ndalo del actor Hugh Grant. Esto tambi¨¦n forma parte de la tradici¨®n. Y ¨¦sa es la que nunca deber¨ªa desaparecer.
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