Final entre Espa?a y Rusia
Termin¨® el 44? Festival de M¨²sica y Danza de Granada en medio de un clima altamente positivo, con la actuaci¨®n en el patio de Carlos Y de la excelente Real Orquesta Sinf¨®nica de Sevilla, dirigida por el ruso Yuri Temiskanov (Naltschik, 1938). El programa se balance¨® entre lo espa?ol y lo ruso, "extremos que se tocan", como teoriz¨® Roland Manuel, emparentados por "dos llamas": la del fuego y la del hielo.No se pueden negar vecindades, inclinaciones y mutuas simpat¨ªas entre los dos pueblos que apresan Europa; basta recordar a Stravinski o Diaghilev deambulando por las calles de Madrid o las plazas de Sevilla. Cuando vinieron, con Petruchka como explosiva sorpresa, la m¨²sica del gran ?gor asombr¨® a todos, madrile?os, barceloneses, granadinos y sevillanos, al desplegar la fantas¨ªa de un popularismo moderno y recreado desde datos frecuentemente fieles hasta la literalidad. Como otros maestros rusos, Temirkanov tiene para Petruchka acentos vivos y fascinantes, pues la acerca a los or¨ªgenes y le devuelve el m¨¢s fresco y sazonado sabor popular. En la primera parte, la Espa?a de unos ib¨¦ricos y un franc¨¦s que se conocieron y admiraron en vida: Falla, Arb¨®s, Alb¨¦niz y Debussy.
Despu¨¦s de la gallarda fanfarria sobre las letras del nombre Arb¨®s, son¨® el homenaje a Claude Debussy, basado en un motivo de La soir¨¦e dans Grenade y en otro de ra¨ªz granadina. Es dif¨ªcil entender por qu¨¦ Temirkanov a?adi¨® como coda el Rappel de la fanfarria, brev¨ªsimo puente dispuesto por Falla para pasar del homenaje a Debussy al dedicado a Paul Dukas en la Suite estrenada en noviembre de 1939, ya en Argentina. Despist¨® a la audiencia el caprichoso uso de algo transitivo a manera de cosa final.
Realismo azogado
El Albaic¨ªn, una de las varias dedicaciones de Alb¨¦niz a Granada, tan apreciado por Debussy, dio paso a las im¨¢genes sobre Iberia, del m¨²sico franc¨¦s: adivinaci¨®n de la Espa?a meridional desde "la verdad sin la autenticidad", tal dictamin¨® certeramente Manuel de Falla. En esta ocasi¨®n, Temirkanov no acert¨® con el esp¨ªritu, los tiempos ni el misterio de nuestra m¨²sica andaluza, quiz¨¢ porque tiende a un realismo azogado que no siempre, ni mucho menos, decide el tono y el pulso de lo espa?ol directo o evocado. En Petruchka lo popular est¨¢ en la calle; en Falla, Alb¨¦niz o Debussy, va por dentro como la procesi¨®n del celebre dicho. Ante el gran ¨¦xito de un p¨²blico que rebos¨® el patio de Carlos V, Temirkanov y los excelentes m¨²sicos de la orquesta sevillana, tocaron la Danza del fuego, no por explotada, tra¨ªda, llevada y deformada, menos genial como hallazgo. Con ello pusimos punto final al festival y se abri¨® p¨¢rrafo al del pr¨®ximo a?o, sobre el que Alfredo Aracil ya traza. sus l¨ªneas maestras con la seguridad de quien se ve asistido por el ¨¦xito.
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