El pelot¨®n se rinde a Indur¨¢in
Z¨¹lle gan¨® espl¨¦ndidamente la primera etapa alpina y el l¨ªder destroz¨® al resto de rivales
Tercer discurso consecutivo de Miguel Indur¨¢in. El l¨ªder ha decidido hablar todos los d¨ªas, sin importar el escenario. Las escasas inc¨®gnitas que le quedaban a este Tour quedaron despejadas de un golpe, en el momento justo en el que Indur¨¢in, solo ante una veintena de rivales reci¨¦n iniciada la ascensi¨®n a La Plagne, decidi¨® ponerse en marcha.Nadie pudo hacer compa?¨ªa esta vez al navarro. Su gesto rompi¨® el Tour en multitud de pedazos. Todos sus anunciados rivales quedaron al desnudo. ?,D¨®nde estaba el amenazante Riis? ?Y Tony Rominger haciendo compa?¨ªa a estas alturas al venerable Chiappucci? O Pantani, escalando tras la sombra de Indur¨¢in. Y hasta Berzin, desarmado en los primeros puertos, abandonado a su suerte por su propio equipo. El corredor suizo del Gewiss no pudo pasar peor jornada para ser el l¨ªder de su equipo. Se le amontonaron las dificultades y los problemas para poder llegar a la meta de La Plagne. Todo un vencedor de una prueba como el Giro qued¨® ayer en evidencia.
Indur¨¢in se coloca ahora en una situaci¨®n confortable. Camino de su quinto Tour consecutivo ha modificado sus registros. Cada una de sus acciones es una aut¨¦ntica exhibici¨®n, verdaderas piezas de museo.
El l¨ªder permiti¨® la escapada del suizo Z¨¹lle. Fue una concesi¨®n generosa que enriqueci¨® la jornada. Z¨¹lle necesitaba una acci¨®n heroica para congraciarse consigo mismo. Los a?os pasan en su carn¨¦ de identidad y quien lleg¨® a ser considerado el relevo natural de Indura¨ªn cumpl¨ªa los 27 a?os sin poder presentar su candidatura oficial entre los aspirantes al Tour.
A Z¨¹lle le trastornaba cada d¨ªa una evidencia: con 27 a?os Indur¨¢in ganaba su primer Tour y guardaba en su palmar¨¦s personal dos triunfos en la monta?a y una victoria en una contrarreloj. A los 27 a?os, Z¨¹lle hab¨ªa sumado una verdadera colecci¨®n de fracasos. Z¨¹lle salt¨® a lo desconocido, un centenar de kil¨®metros antes de la meta, buscan do una reivindicaci¨®n. Estaba en su perfecto derecho.
Los rivales
Z¨¹lle, instalado m¨¢s all¨¢ de los cuatro minutos del l¨ªder, no era una prioridad para Indur¨¢in. Imperturbable, el corredor espa?ol reserv¨® para s¨ª mismo el c¨®mo, el cu¨¢ndo y el d¨®nde. El verdadero director del Tour no pod¨ªa permitir que nadie sino ¨¦l modificara el curso de los acontecimientos. Z¨¹lle escap¨® con tanta decisi¨®n que bien pronto disfrut¨® de la condici¨®n de l¨ªder virtual. La atenci¨®n general se fij¨® en ¨¦l, mientras Indur¨¢in hac¨ªa otro trabajo. Qu¨¦ casualidad: el Banesto llevaba el ritmo del pelot¨®n sin importarle perder demasiados elementos puerto tras puerto.
El fiel Ru¨¦ desfalleci¨® en la base de La Plagne. Aparicio solt¨® los pedales cuatro kil¨®metros despu¨¦s. Indur¨¢in quedaba sin auxilio, vigilado por Rominger, Riis, Chiappucci, Pantani, Virenque, Jalabert ... Ah¨ª estaban los rivales, pero ?qui¨¦n vigilaba a qui¨¦n? No hubo oportunidades para nadie. Indur¨¢in este a?o no especula. Ha dado por terminado ese cap¨ªtulo de su vida. Ahora es el maestro. Es ¨¦l quien determina los acontecimientos.
Una suave aceleraci¨®n. Eso fue todo. Punto y final. Z¨¹lle empez¨® a sentir a sus espaldas que se le acercaba el l¨ªder. Y eso result¨® ser un privilegio. Para el resto del pelot¨®n; notables y plebeyos, comenz¨® a pasar el tiempo. Fue un ' ataque progresivo, sin consideraci¨®n: cada kil¨®metro que pasaba el l¨ªder penalizaba a sus rivales. La carretera abr¨ªa un abismo en la general.
Y el Tour queda limpio. Poco despu¨¦s de atravesar Rominger la meta, cay¨® una fuerte tormenta. Nadie se preocup¨® de otra cosa que no fuera buscar refugio. El escenario qued¨® vac¨ªo. La general es ahora, simple y llanamente, una declaraci¨®n de intenciones: Indur¨¢in y c¨®mo quiere que se le recuerde por este quinto Tour. No hay rivales. No vale sumar y restar. No hay oposici¨®n. No hay maniobras al alcance de nadie. S¨®lo habla Indur¨¢in. No se aventura siquiera qui¨¦n puede hacerle sombra. Y el futuro no acabar¨¢ aqu¨ª.
Porque Z¨¹lle, elevado a la segunda plaza, no aspira al trono. Z¨¹lle buscaba un puesto entre los cinco primeros y un lavado de imagen. Ser segundo colma sus aspiraciones: no tiene otro objetivo ahora que conservar su posici¨®n, apuntalarse tras la rueda de Indur¨¢in y rezar para que, por vez primera, no le sorprenda un mal d¨ªa. El suizo es todav¨ªa uno de esos corredores rodeados de etiquetas, que le persiguen como fantasmas; y uno de ellos aparece en el segundo d¨ªa de monta?a. L'Alpe d'Huez no es un puerto ben¨¦volo con quienes flaquean y Z¨¹lle nunca ha digerido bien sus 21 curvas.
Diga lo que diga Manolo S¨¢iz, su aventajado pupilo firmar¨ªa la rendici¨®n ahora mismo. El pelot¨®n saca bandera blanca. Indur¨¢in es ahora quien fija las condiciones.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.