Un socialista finland¨¦s, Defensor del Pueblo europeo
El actual ombudsman finland¨¦s, Jacob S¨®derman (Helsinki, 1938), socialdem¨®crata, fue elegido ayer por los eurodiputados como primer Defensor del Pueblo Europeo, tras casi un a?o de repetidos fracasos en rellenar esta instituci¨®n creada por el Tratado de Maastricht. "Defender¨¦ a los ciudadanos en los casos de mal funcionamiento o incuria de las instituciones comunitarias", anunci¨® el nuevo Defensor tras su elecci¨®n. Ex ministro de Justicia y ex magistrado del Tribunal Supremo de su pa¨ªs, S?derman viene ejerciendo como Defensor del Pueblo finland¨¦s desde 1989. Parco en palabras y de faz r¨ªgica,el Defensor es el t¨ªpico alto cargo eficaz pero gris. No sonr¨ªe ni a tiros.La fumata blanca requiri¨® de una tercera votaci¨®n. Tras la primera se retiraron el espa?ol ?lvaro Gil-Robles y la francesa Marie-Claude Vayssade, ambos apoyados por los bancos de izquierdas. Ello permiti¨® sumar votos de este sector en favor del n¨®rdico, aunque algunos socialistas, entre ellos los espa?oles -molestos por su candidatura, mucho m¨¢s reciente- favorecieron a la aspirante m¨¢s sure?a, la liberal francesa Simone Veil.
La segunda ronda ya aup¨® ayer a S?derman a primer candidato, con 195 votos frente a los 193 del democristiano alem¨¢n Siegbert Alber y a los 133 de Veil. A la tercera fue la vencida, porque pasaron s¨®lo los dos mejor colocados. Los partidarios de la candidata liberal se dividieron, casi mitad por mitad, entre los supervivientes. El socialista logr¨® 241 votos y el popular, 221.
El nuevo Defensor del Pueblo asegur¨¦ que no interferir¨ªa en la labor de sus hom¨®logos nacionales, inform¨® que contar¨ªa con un reducido equipo -diez personas: "seremos como un equipo de f¨²tbol" dijo-, y que se establecer¨¢ en el Parlamento.
Observadores independientes manten¨ªan su. nost¨¢lgica preferencia por Gil-Robles, por su experiencia en un cargo similar -adem¨¢s, de reciente creaci¨®n cuando lo asumi¨®-, su pluriling¨¹ismo, su carencia de afiliaci¨®n partidista y su "superior capacidad de comunicaci¨®n". Pero las reglas de la pol¨ªtica, desechado inicialmente el consenso como m¨¦todo de elecci¨®n, han sido imiplacables. Los socialistas espa?oles fueron incapaces de endosar esta candidatura a sus correligionarios. Y los populares espa?oles tampoco supieron sustraerse a la crispada l¨®gica partidista que destila la pol¨ªtica madrile?a, siquiera frente a un candidato sin carn¨¦, hermano adem¨¢s de uno de sus pesos pesados en el Parlamento Europeo.
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