Contra Alborch
SIO
La barbarie pretende ahora refundir el Museo del Prado como Un Todo, no ya administrativo, sino ontol¨®gico y hasta fetichista en ese delirio de unir con ¨¦l fisicamente los edificios reci¨¦n anexionados. U Cultura no admite que los cuadros est¨¦n tan sueltos y descomprometidos como sea posible -y como cuadrar¨ªa, adem¨¢s, con la verdad de los contingentes avatares en que surgi¨® la colecci¨®n-; tiene que "articularlos" como piezas de una mendaz "unidad org¨¢nica", ignorando la autonom¨ªa y el ensimismamiento que hace de cada obra singular un testimonio nunca un¨ªvoca ni definitivamente recibido. La cr¨ªtica cultural se ve afectada por la m¨¢s feroz compulsi¨®n clasificatoria; no aguanta nada que se hurte al sagrado lema burocr¨¢tico "Un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio"; todo posible contenido de una obra es suplantado por los datos capaces de fijarla en un lugar preciso de la taxonom¨ªa (ya saben: tenebrista, manierista, simbolista, etc.). M¨¢s que El Prado en s¨ª mismo, me importa aqu¨ª la general brutalidad totalizadora (y al fin totalitaria) de los conceptos de Cultura y Patrimonio Cultural. La repugnante figura de Patrimonio Cultural es una exudaci¨®n del ontol¨®gismo hist¨®rico -creador de fetiches tales como "El Ser de Espa?a"-, o sea cruda impostura e imposici¨®n dictada: "Esta es tu herencia hist¨®rica, este es tu ADN cultural, esta es tu inalienable identidad". La Cultura, instrumento de control social, induce a un halagador acatamiento. Ahora adopta el modelo del mercado y la publicidad: El Prado tiene que ser "promocionado" y "ofertado" como un producto de la marca Espa?a S. A., poniendo su vieja imagen "a la altura del tiempo en que vivimos", con un dise?o "a nivel de siglo XXI", pues el obtuso nominalismo liberal que se resiste a todo universal real, claudica ante la convenci¨®n del calendario, prest¨¢ndose a rendir culto idol¨¢trico a un evidente flatus vocis como "Siglo XXI".
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