La porqueriza
Dos grandes polacos -Wojciech Jaruzelski y Adani Michnik, ambos ya historia europea- estuvieron en San Sebasti¨¢n la pasada semana para hablar del futuro del continente. En la Universidad del Pa¨ªs Vasco demostraron lo que diferencia a los hombres pol¨ªticos que piensan en categor¨ªas hist¨®ricas de los chupac¨¢maras que tanto abundan en Gobiernos y canciller¨ªas europeas y que se creen pagados para tranquilizar a sus electores trivializando problemas para su mayor gloria electoral.Discrepan en mucho Jaruzelski y Michnik. Pero coinciden en su diagn¨®stico de que los mayores peligros que acechan a las democracias europeas radican menos en amenazas externas que en actitudes propias. La m¨¢s grave de todas est¨¢ en la creciente falta de consciencia sobre el valor de la sociedad libre que disfrutamos y las instituciones que la protegen. Los dem¨®cratas parecen creer ya en que en esta sociedad de bienestar que consideran un derecho adquirido nada merece sacrificios personales ni colectivos. La inmensa mayor¨ªa apoya la democracia, condena el racismo y el crimen. Pero piensan que los costes de la solidaridad y la defensa de los principios de nuestros sistemas pol¨ªtico y de vida deben asumirlos otros, o "el Estado" o "la ONU". En suma, cualquiera menos uno mismo.
En parte, este estado de ¨¢nimo se debe a la intoxicaci¨®n verbal e informativa inevitable en el debate pol¨ªtico libre en esta sociedad medi¨¢tica. La estulticia, la maledicencia y la mala fe tienen tanto derecho a la difusi¨®n como opiniones e informaciones honorables. Que todo est¨¦ permitido ha llevado a muchos a asumir que todo tiene el mismo valor. La opini¨®n de un experto vale lo mismo que la de un tertuliano indocumentado y majadero. La informaci¨®n es publicidad. La democracia, una dictadura silenciosa -en la que todos gritan- Los Pegamoides son Stravinski. La verdad, mentira. El dolor, un suceso. Un hombre honesto, un p¨ªcaro poco avisado. Un criminal como su v¨ªctima.
As¨ª las cosas, no debe extra?ar que se glorifique al joven insumiso frente al que en silencio se presta al servicio militar o sustitutorio civil en beneficio de la sociedad. Se impone por tanto eso que Michnik llama ahora el "pancerdismo". Sin principios, sin ideal que no sea vivir sin sacrificio por causa alguna, se parte de la base de que "yo soy un cerdo, t¨² eres un cerdo, todos somos unos cerdos". Nadie ni nada es mejor ni peor. Todos son ladrones. Todos son iguales. C¨®modo relativismo moral en la granja.
Este fen¨®meno tan patente en sociedades como la polaca o la espa?ola tambi¨¦n se refleja en la comunidad internacional. Si no hay principios que defender y se obedece a la ley del m¨ªnimo esfuerzo, hay varias conclusiones inmediatas. La primera es que la solidaridad con la v¨ªctima de una agresi¨®n es indeseable porque tiene un coste. La segunda, que no se necesita una defensa com¨²n porque no hay intereses comunes en la porqueriza.
Y as¨ª llegamos a Bosnia. Los Gobiernos occidentales aplicaron el pancerdismo a todos los contendientes para ignorar que estamos ante una lucha de civilizaciones, entre un nuevo modelo de Estado totalitario basado en el crimen y la tribu y el pluralismo multicultural y ciudadano. Y sin embargo, el pancerdismo que han propugnado tantos, desde lord Owen hasta el ministro Javier Solana, conlleva riesgos. Porque ignora que existen fuerzas en la porqueriza -como las de Karadzic, ETA u otros fan¨¢ticos del crimen- que no creen que todo sea lo mismo, saben lo que quieren y asumen los costes de conseguirlo. Y si en Bosnia ya ha ocurrido, pronto este desarme moral de las democracias occidentales nos puede obsequiar tambi¨¦n a nosotros con la sorpresa de que ese "vivir y dejar vivir" que hemos convertido en "vivir y dejar matar", otros lo consumar¨¢n en un "vivir y matar". Y las v¨ªctimas seremos nosotros, tan relativos. Y entonces veremos m¨¢s claras las diferencias entre verdugo y v¨ªctima. Pero ser¨¢ demasiado tarde.
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