Un esperpento
Torrealta / Litri, Ponce, Jesul¨ªn
Cinco toros de Torrealta y 2? de Sayalero y Bandr¨¦s, impresentables; chicos y anovillados, sospechosos de pitones, justos de fuerza, encastados y boyantes.
Litri: bajonazo y rueda insistente de peones (oreja); estocada trasera y descabello (oreja con protestas). Enrique Ponce: aviso antes de matar, pinchazo, bajonazo y rueda insistente de peones (oreja); estocada ca¨ªda y desaforada e insistente rueda de peones (dos orejas). Jesul¨ªn de Ubrique: estocada ca¨ªda (dos orejas); bajonazo (oreja). Los tres salieron a hombros por la puerta grande.
Plaza de Valencia, 24 de julio. 4a corrida de feria. Cerca del lleno.
J
Esto en vez de una feria taurina es una verbena de barrio. Con perd¨®n, de las verbenas de barrio, porque son cosa de fundamento. All¨ª se disfruta el ambiente, se bebe sangr¨ªa, se tira al blanco, liga quien puede; mientras la feria taurina de Valencia es la trampa y el cart¨®n, el apoteosis de la nada, el esperpento elevado al cubo, la caraba en bicicleta.
Ocho orejas se cortaron en la corrida, y si no fueron las doce posibles, este es un misterio dif¨ªcil de desvelar. Porque la mayor¨ªa del p¨²blico_estaba dispuesto a que fueran las doce, efectivamente, y si pod¨ªa ser, con. los seis rabos peludos que meneaban los toros para compensar su falta de respeto por la parte contraria. Y estaba dispuesto tambi¨¦n el presidente, que era el conocido ?scar Bustos: una joya, una prenda, gran hallazgo, coartada y parapeto del taurinismo m¨¢s desvergonzado que haya existido jam¨¢s en toda la historia del toreo.
Los veterinarios rechazaron la corrida, pero ¨®scar Bustos decidi¨® que se lidiara haciendo uso de esa cl¨¢usula demencial, aut¨¦ntica burrada, del nefasto reglamento Corcuera (otro que tal baila), seg¨²n la cual los presidentes deciden, aunque sea en contra de la opini¨®n d¨¦ los facultativos.
De manera que salt¨® a la arena una novillada o eso parec¨ªa; g¨¦nero ruin, sin cuerpo ni fuerza, sin cara ni pitones, absolutamente impresentable, por tanto intolerable, en una plaza de primera. Y los aficionados no lo toleraban, desde luego; apareci¨® una pancarta que dec¨ªa: "?Plaza de 1?... o de 3??". Se quedaron cortos: es de cuarta.
Hab¨ªa cierta indignaci¨®n y no poco bochorno entre los aficionados valencianos al ver lo que estaba sucediendo en el hist¨®rico coso. Mas sus aisladas voces se perd¨ªan en el clamor de la masa vociferante. La plaza hab¨ªa sido secuestrada por un gent¨ªo, mujeres en su mayor¨ªa, que se puso a gritar ol¨¦ desde que se abri¨® de capa Litri en el primero de la tarde, y no par¨® hasta que Jesul¨ªn de Ubrique acab¨® con el ¨²ltimo de un bajonazo. ?Ol¨¦! y ?guapo! y ?t¨ªo bueno! y ?torero!, en una generosa concesi¨®n al redondo arenal donde ten¨ªa lugar el apoteosis de la nada.
Litri se puso a tirar trapazos y ol¨¦; Jesul¨ªn derechazos y naturales con el pico, circulares y parones, y ol¨¦. Enrique Ponce y ol¨¦ intent¨® poner un poco de cordura en aquella mascarada instrumentando los derechazos y los naturales con la mesura, la armon¨ªa y la est¨¦tica que demanda la tauromaquia (aproximadamente) y le aclamaron, aunque no m¨¢s que a sus compa?eros de verbena.
La lidia ni existi¨® y se limitaba a unos lances largando tela, cariocas de los individuos del castore?o, el espada de turno siempre descolocado a la derecha del caballo, quites ni locos pases mil, estocadas por el hoyo de las agujas ni una, vertijinosas ruedas de peones, desaforadas ruedas de peones, salvajes rueda de peones para abatir lo que quedara del novillo, que no era mucho. Y ?scar Bustos refrendaba aquel caos regalando orejas, daba igual que las pidiera la plaza por mayor¨ªa o por minor¨ªa.
Los tres fen¨®menos salieron alombros por la puerta grande acompa?ados de una masa fervorosa que los aclamaba ?toreros! y se encontraron de frente con una manifestaci¨®n de animosos j¨®venes animalistas (ser¨ªan una veintena) que los esperaba a la puerta y les gritaba ?asesinos! Hubo entonces gran confusi¨®n. La eterna disputa entre los partidarios de la fiesta de los toros y sus detractores nunca ser¨¢ resuelta pues no logran convencerse, entre otras razones porque no se acaban de entender. En cambio parece evidente que este es el pa¨ªs del esperpento. A muchos ciudadanos de este pa¨ªs les va el esperpento m¨¢s que a un mono una tiza.
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