?S¨®lo tres orejas, ch¨¦?
Boh¨®rquez / Cuatro rejoneadores
Toros desmochados para rejoneo de Ferm¨ªn Boh¨®rquez, dieron juego. Joao Moura: rej¨®n trasero ca¨ªdo (oreja). Gin¨¦s Cartagena: rej¨®n contrario y rueda de peones (oreja).
Ferm¨ªn Boh¨®rquez: pinchazo y rej¨®n ca¨ªdo (oreja). Pablo Hermoso de Mendoza: rej¨®n trasero, dos pinchazos y tres descabellos (vuelta).
Por colleras- Boh¨®rquez-Moura: rej¨®n trasero, cinco descabellos -aviso- y se tumba el toro (vuelta por su cuenta), Cartagena-Hermoso: rej¨®n en la paletilla, rej¨®n trasero bajo y rueda de peones (palmas). Plaza de Valencia, 30 de julio.
10? y ¨²ltima corrida de feria.
Cerca del lleno.
Por estas que nadie se cre¨ªa el resultado; ni los de fuera ni los de dentro: "?S¨®lo se han cortado tres orejas, ch¨¦?", preguntaban los de fuera. Y los de dentro: "?Ser¨¢ posible, ch¨¦, que s¨®lo haya habido tres orejas?". Tres orejas nada m¨¢s en la triunfalista plaza de Valencia, con rejoneadores cabalgando por el redondel y el presidente ?scar Bustos en el palco, es un balance Ins¨®lito. Las futuras historias de la tauromaquia registrar¨¢n el d¨ªa que un comisario taurino y orejista, cuatro rejoneadores sombrero en mano y una multitud enfervorizada, ¨²nicamente pudieron conseguir tres orejas, y gracias.Y, sin embargo, tiene su explicaci¨®n: ocurri¨® que ?scar Bustos contuvo su desmedido orejismo; los rejoneadores -a salvo Gin¨¦s Cartagena: un caso perdido- no pegaron la cantidad de sombrerazos que acostumbran, y sobre todo -esto es lo m¨¢s sorprendente- resulta que el p¨²blico valenciano asistente a las mal llamadas corridas de rejones es menos triunfalista que el asiduo a las mejor llamadas corridas de lidia ordinaria, con figuras y en feria. De manera que si se cortaron tres orejas en Valencia, con el mismo rejoneo hubiera concedido otras tres Madrid, p¨®ngase por caso de plaza exigente.
O qui¨¦n sabe si en Madrid habr¨ªan dado m¨¢s, porque all¨ª se ha visto premiar con dos orejas infamantes rejonazos, mientras en Valencia uno a la altura de la paletilla bast¨® para contener el triunfalismo y el p¨²blico se abstuvo de agitar la almohadilla, que es su forma peculiar de pedir orejas.
La gente disfrut¨®, no obstante, entre otras razones porque los rejoneadores dieron motivo. Sobrios en general, intentaron el toreo bueno. Jo¨¢o Moura lo hizo de alta escuela. Sigue siendo una delicia contemplar la torer¨ªa del maestro portugu¨¦s, su dominio de los terrenos, el conocimiento de los toros, la templanza para correrlos o embarcarlos, las reuniones al estribo.
Ferm¨ªn Boh¨®rquez tambi¨¦n consum¨® una actuaci¨®n f¨¢cil y medida, y si se permiti¨® algunos alivios, tal que clavar a grupa pasada -un equivalente al pico famoso del toreo de muleta- lo compens¨® con sus dotes de buen caballista.
Pablo Hermoso de Mendoza clavaba bajo o trasero pero estos fallos resultaban irrelevantes gracias a la suave armon¨ªa de su toreo con el famoso cuatralbo Cagancho, o los espectaculares giros del tordo que le sigui¨®, que tampoco era manco.
El bullicio y la polvareda llegaron con Gin¨¦s Cartagena que apenas hab¨ªa prendido una banderilla cuando lanz¨® el sombrero al aire -tan alto que casi llega a los tejadillos de la plaza- y ya no par¨® de meter galopadas, pegar brincos, levantar los brazos entre suerte y suerte, que sol¨ªa ser la del viol¨ªn. No par¨® ni a¨²n muerto el toro, pues se meti¨® corriendo en el patio de cuadrillas, sali¨® a galope tendido jinete de brioso corcel, fren¨® en seco, se puso a arengar a las masas para que pidieran la oreja y no se qued¨® tranquilo hasta que tuvo el peludo trofeo en su mano.
Perpetraron los rejoneadores colleras -ya se sabe, dos contra uno- y en este vidrioso asunto estuvo floja la formada por Cartagena y Hermoso de Mendoza. Peor Hermoso de Mendoza, que prend¨ªa banderillas donde Dios le diera a entender. C¨®mo los prender¨ªa que al concluir el tercio las tres de su factura aparecieron en el suelo.
Vino despu¨¦s lo del rejonazo en la paletilla. El p¨²blico valenciano ser¨¢ santo mas no hasta el punto de perdonar semejante afrenta. Y no la perdon¨®. Y no pidi¨® la oreja. Y dej¨® la ¨²ltima funci¨®n ferial en un exiguo balance, bien que a su pesar. S¨®lo tres orejas, ch¨¦. ?Merece la pena vivir, para esto?
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