Bailar en la pista del pasado
Algunas salas de fiestas resisten los embates del tiempo y la competencia de las discotecas
Al ¨²nico cliente no deseado al que Luis Alberquilla, encargado de la sala de fiestas Tosca, no pod¨ªa poner cara de perro era precisamente al can de Ava Gadner. La actriz, durante sus estancias en Madrid a finales de los a?os sesenta, acud¨ªa casi a diario a este local a disfrutar de su whisky con cerveza en compa?¨ªa de su criada y su perrito. "Por supuesto que no se admit¨ªan, animales, pero ¨¦se entraba por narices", recuerda Alberquilla.Tosca abri¨® sus puertas el 22 de diciembre de 1965, y quiz¨¢ por nacer con la loter¨ªa de Navidad la suerte le ha permitido resistir a los tiempos. "En aquel entonces", afirma Alberquilla, "no hab¨ªa muchas salas, pero todas eran muy emblem¨¢ticas. Estaban Pasapoga, el Lido, Pavill¨®n, Florida Park, El Biombo Chino, El Elefante Blanco o Ja'i". Entre ellas, Tosca buscaba un hueco con un repertorio clalsico al principio: orquesta en directo, pocos discos y alg¨²n n¨²mero un poco subido de tono, como el de Mara Laso, que con sus "canciones de la intimidad" encandilaba al p¨²blico masculino. "Era una mujer escultural que se sentaba en las rodillas de los maridos de entonces y les susurraba canciones como B¨¦same mucho".
El ¨¦xito estaba garantizado pese a que el d¨ªa antes del estreno hab¨ªa que sortear siempre el timorato criterio de la censura. "Se hac¨ªa un pase especial para que comprobaran tanto los textos como los vestidos que luc¨ªan las artistas. No hab¨ªa muchos problemas porque eran canciones muy, conocidas". A partir de 1967, la sala se centr¨® en la m¨²sica caribe?a y alternaba vocalistas como Eugenio Barada con n¨²meros de baile, que se convirtieron r¨¢pidamente en el blanco de los censores. "Si cre¨ªan que las bailarinas eran muy provocativas, ellos les explicaban c¨®mo deb¨ªan moverse para suavizar los contoneos", explica Alberquilla.
En el a?o 1973 no fue la censura, sino el insomnio de la vecindad, lo que oblig¨® a prescindir del espect¨¢culo y a quedarse s¨®lo con la orquesta. Desde entonces hasta hoy, Tosca ha visto desaparecer a la mayor¨ªa de sus competidores. Salas como El Biombo Chino cerraron sus puertas, al igual que hizo Pavill¨®n. Otras como Ja'i lucen hoy un luminoso con un nombre distinto, y el m¨ªtico Lido dio paso a la infortunada Alcal¨¢ 20. Ante este panorama, Pasapoga o Tosca aparecen como baluartes de lo que fue la noche hace varias d¨¦cadas. Alberquilla achaca su permanencia a la fidelidad de su p¨²blico. "El 90% son clientes habituales. Algunos vienen desde el principio, otros son hijos de aquellos primeros asiduos".
Tosca naci¨®, seg¨²n el encargado, con vocaci¨®n elitista aunque no clasista. "Aqu¨ª entraba todo el mundo que supieracomportarse". El libro de firmas de la casa es testigo de c¨®mo el glamour de las estrellas se ha ido desvaneciendo. Las r¨²bricas de los famosos (desde el futbolista Ricardo Zamora hasta Antonio el bailar¨ªn, pasando por Sara Montiel y Raphael) se api?an al principio para espaciarse con los a?os. Entre ese primer contingente de fieles estaba el ex presidente argentino Juan Domingo Per¨®n, adicto a los dos benjamines diarios y a los tangos. Tambi¨¦n el cantante Antonio Mach¨ªn iba a menudo a tomar una copa y acababa por improvisar un recital a la concurrencia. El recientemente fallecido Jaime de Mora y Arag¨®n se apropiaba del piano mientras le serv¨ªan un agua mineral para aligerar el whisky que tra¨ªa de casa en su bast¨®n-petaca de plata.
Los a?os pasan y 1975 marca un antes y un despu¨¦s. Juan Antonio Fern¨¢ndez, gerente de la Asociaci¨®n de Empresarios de Salas de Fiestas y Espect¨¢culos de la Comunidad de Madrid (ASFYDIS), coincide con Alberquilla. "Hasta los a?os sesenta las salas de fiesta eran lugares que ofrec¨ªan grandes espect¨¢culos, con se?oritas guap¨ªsimas y grandes conversadoras. que te hac¨ªan la vida agradable. Y donde adem¨¢s pod¨ªas mantener una tertulia con tus amigos", afirma Fern¨¢ndez.
En los dorados sesenta se hab¨ªa empezado a acu?ar un nuevo, concepto de sala: la discoteca. "Se convierten en escenarios de conciertos y por Madrid pasan y se consagran todos los italianos, desde Dom¨¦nico Modugno hasta Rita Pavone", comenta Juan Antonio Fern¨¢ndez. En la d¨¦cada siguiente, las discotecas son el feudo de los humoristas. Tras la muerte de Franco, los nuevos aires pol¨ªticos se dejan sentir en la noche. Las salas de fiesta se ven cercadas, seg¨²n Juan Antonio Fern¨¢ndez, desde varios frentes. Se diversifica el ocio, se abren nuevos escenarios como polideportivos y plazas de toros y surge un competidor hasta entonces insospechado: las administraciones p¨²blicas, y en especial los ayuntamientos. "Empiezan a hacer macroconciertos y a pagar salarios que no pod¨ªamos igualar, y muchas salas desaparecen o se reconvierten. Ya en los a?os ochenta el rey del espect¨¢culo, en las discotecas es el pinchadiscos".
Luis Alberquilla corrobora estas palabras, aunque ¨¦l prefiere constatar los cambios que, desde 1975, se producen en la conducta de los clientes, sobre todo en aspectos que ata?en a la mujer. A partir de los a?os ochenta ir acompa?ada de un caballero deja de ser una garant¨ªa antiasedio. "A los clientes les cosi¨® mucho acostumbrarse a que otro hombre pudiera sacar a bailar a su acompa?ante", dice. Pero sobre todo les llev¨® tiempo asimilar que una mujer o varias sin compan¨ªa masculina no ten¨ªan por qu¨¦ ser unas casquivanas. "Hasta la transici¨®n jam¨¢s hab¨ªan entrado mujeres solas", recuerda el encargado de Tosca. Fue en 1979 cuando una f¨¦mina, con la Constituci¨®n en la mano, le exigi¨® que le citara el art¨ªculo en el que se prohib¨ªa a las mujeres divertirse sin compa?¨ªa de hombres. Su gesto les abri¨® para siempre la puerta de Tosca, y hoy a nadie le extra?a encontrar a un grupo de mujeres en la pista por la noche.
En la tarde las cosas cambian y el agarrao reina en la sala. "Por la noche seguimos con la orquesta y la m¨²sica tropical, pero por la tarde tenemos un ambiente m¨¢s tranquilo". La voz de Julio Iglesias se alterna con la de Mar¨ªa Dolores Pradera. para cubrir los pasos de las parejas de mediana edad que danzan en la pista.Este panorama vespertino parece darle la raz¨®n a Juan Antonio Fern¨¢ndez cuando asegura que "las salas de fiesta, entendidas como anta?o, son un reducto de carrozas. Ahora los tiros van por otro lado y se tiende a la macrodiscoteca donde la gente baila 48 horas". Alberquilla disiente: "Siempre habr¨¢ nost¨¢lgicos del buen gusto".
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