Los serbios tambi¨¦n se rinden
Soldados de Krajina se entregan a las tropas bosnias de Bihac para no caer en manos de los croatas
Los cautivos serbios alegaban que las armas con las que les sorprendieron eran para cazar. "?Ib¨¢is a matar conejos con el Kal¨¢shnikov?", se desternillaba un joven polic¨ªa militar musulm¨¢n. El pelot¨®n de 10 prisioneros de Krajina hab¨ªa irrumpido marcando el paso sin garbo, arrastrando los pies, en el cuartel general de la 501? Brigada del V Cuerpo de la Armija (Ej¨¦rcito bosnio musulm¨¢n) en Bihac. Hombres de entre 30 y 50 a?os en uniforme verde oliva y con la derrota reflejada en la cara. El profesor Nikola Petricic, de 50 a?os, marchaba en cabeza. "Pregunte como usted quiera. En franc¨¦s o italiano", sonre¨ªa con aire sacerdotal. Eligieron el camino m¨¢s largo para rendirse y, en vez de entregarse al Ej¨¦rcito croata, prefirieron mostrar la bandera blanca a sus enemigos bosnios, los mismos a quienes bombardeaban desde las alturas de Krajina durante los tres ¨²ltimos a?os.Su guardi¨¢n, el camarero Rashim Baijric, de 21 a?os, tuvo que dejar estudios y amigos croatas y serbios y marcharse a trabajar a Zadar, en la costa del Adri¨¢tico. "No quiero la guerra, pero si mi comandante me ordena que rompa un muro con la cabeza, lo hago, pero soy incapaz de matar a nadie". Su comandante -albino, la mirada de hielo, con treinta y pocos a?os- dio la luz verde: "Pueden hablar y fotografiar a los presos; el V Cuerpo respeta a los prisioneros de guerra". El pelot¨®n de detenidos, custodiados por la polic¨ªa militar de la Armija, est¨¢ a¨²n pendiente de clasificaci¨®n. Quienes no sean hallados responsables de cr¨ªmenes de guerra ser¨¢n trasladados a un campo de internamiento, en el sureste del enclave de Bihac, una regi¨®n del noroeste de Bosnia convertida a su vez en un gigantesco campo de concentraci¨®n durante 1.201 d¨ªas por los sitiadores serbios.
Con 17 a?os cuando empez¨® la guerra, Rashim s¨®lo pensaba en el tabaco, el alcohol y la comida. Ahora duerme a menudo en el pabell¨®n de los prisioneros serbios y les ofrece cigarrillos. "A estos tipos les han obligado a combatir, igual que a m¨ª". El joven guardi¨¢n cree que sus enemigos tambi¨¦n luchan por su tierra. "Les trato lo mejor que puedo, me da pena obligarles a trabajar porque alguno me recuerda a mi padre". Entretanto, los prisioneros repiten la misma letan¨ªa. Que echan de menos a su familia, que todav¨ªa no les ha visitado la Cruz Roja y que los suyos siguen sin conocer su paradero. "Me compadezco de su situaci¨®n", confiesa Rashim, "yo tambi¨¦n tengo a mi familia lejos".
El profesor Petricic viv¨ªa en Korenica, 30 kil¨®metros al noroeste de Bihac, en el coraz¨®n de Krajina. Se entreg¨® a la Armija el d¨ªa 5, 24 horas despu¨¦s de que las tropas croatas lanzaran la ofensiva contra los secesionistas. "Todo el mundo huy¨® de Korenica cuando se acercaban los croatas. Yo iba con mi madre y nos entregamos a los musulmanes a menos de un kil¨®metro del pueblo. Yo no iba armado". Su guardi¨¢n lo niega con la cabeza: "En su ficha dice que le sorprendieron con un fusil". Al final, lo admite: "Llevaba mi arma porque pensaba que la huida durar¨ªa varios d¨ªas y ten¨ªa que alimentar a mi madre con la caza del bosque. Los musulmanes me han tratado bien, y a mi madre le dieron comida para que regresara a Korenica".
Los prisioneros desfilan apesadumbrados con las manos unidas en la espalda, pero no van esposados. "?Futuro? ?Qu¨¦ futuro? S¨®lo hay incertidumbre. Queremos que la guerra acabe cuanto antes, no queremos m¨¢s guerra", clama el profesor. "Nosotros [los serbios de Krajina] somos una minor¨ªa que ha vivido en Croacia desde hace siglos. Hemos sufrido mucho. Nos han expulsado a todos en una guerra rel¨¢mpago..., pero no sabemos por qu¨¦ hemos sido vencidos. Tal vez haya habido un acuerdo [entre Belgrado y Zagreb]. Nosotros, los civiles, somos siempre las v¨ªctimas, y ahora nos sentimos traicionados". Los prisioneros serbios confirman que en Krajina cundi¨® el p¨¢nico cuando se supo que el presidente de la autoproclamada rep¨²blica, Milan Martic, hab¨ªa huido de Knin. "Hemos sido abandonados... La radio hablaba de 100.000 soldados croatas y recordaba las matanzas de los ustaschis [fascistas croatas] en la II Guerra Mundial...", relataba el profesor. Sus compa?eros de celda Obrac Domanic, de 48 a?os, y Nikola VaiavIjevic, de 34, tambi¨¦n hablaron. El primero tiene a su mujer y a sus dos hijas en Canad¨¢. "Nunca me hice ilusiones, pero pensaba que la comunidad internacional har¨ªa algo para parar la guerra; ahora no tengo ninguna esperanza".
La mujer del segundo prisionero estaba embarazada cuando fue detenida. "No s¨¦ si mi casa sigue en pie o est¨¢ quemada", dec¨ªa. Y un tercero que dijo llamarse Kedimir, cuarent¨®n y con barba morena, contaba que vive instalado en la tragedia desde hace m¨¢s de dos meses. Ya tuvo que huir desde Eslavonia occidental cuando las tropas croatas reconquistaron este territorio a los serbios secesionistas. Pero cuando lleg¨® a Vukovar, en Eslavonia oriental, las autoridades le obligaron a marchar al frente de Krajina. "Hace m¨¢s de 100 d¨ªas que no veo a mi familia", explicaba mientras se secaba una l¨¢grima con el pu?o.
De repente, un teniente de la Armija que asist¨ªa en silencio a la conversaci¨®n con los prisioneros rompi¨® a hablar en un olvidado castellano: "Mi madre se llama Carmen Corteza; tengo un mont¨®n de primos en ?vila". Pero su padre naci¨® en Bihac y ¨¦l dej¨® a su familia de emigrantes en Francia para incorporarse a las tropas bosnias. El teniente Zvonimir, un croata cat¨®lico de 26 a?os en las filas del V Cuerpo, sonre¨ªa al recordar sus vacaciones infantiles en ?vila. Entonces el comandante dio la orden: "Basta ya de fotos". Los presos regresaron con paso cansino a su trabajo de limpieza en un almac¨¦n.
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