Y la revoluci¨®n qued¨® pendiente
La historia convierte en ministros e incluso en estadistas a personajes que empezaron de terroristas, motivados, eso s¨ª, por finalidades alt¨ªsimas. Es el caso de Gir¨®n de Velasco, un muchacho de Valladolid de los grupos de choque nacionalsindicalistas de los hermanos Redondo, llamado despu¨¦s de la guerra civil a ejercer el papel del falangista impaciente junto a Arrese y Fern¨¢ndez Cuesta, los falangistas pacientes. Tanto al impaciente como a los pacientes, Franco los puso en n¨®mina y desempe?aron sus papeles cuando la ocasi¨®n lo requer¨ªa. Gir¨®n prometiendo "la revoluci¨®n nacional sindicalista pendiente" y Fern¨¢ndez Cuesta y Arrese jugando a posibilistas. De cara al pueblo, Gir¨®n, ministro de Trabajo, qued¨® como un populista al que se le deb¨ªa toda la pol¨ªtica social del r¨¦gimen, desde el plus de vida cara hasta el seguro obligatorio de enfermedad, en aquellos a?os en los que tantas enfermedades obligatorias hab¨ªa.Franco conserv¨® a su lado a los ministros falangistas hasta que la amenaza de quiebra pol¨ªtica y sobre todo econ¨®mica de la segunda parte de los a?os cincuenta le obligo a encontrar fuerzas de recambio m¨¢s al d¨ªa, m¨¢s preparadas y conectadas con la estrategia del capitalismo internacional. A¨²n Gir¨®n y Arrese trataron de dar una peque?a batallita contra los ministros del Opus Dei y su plan de estabilizaci¨®n, pero la suerte es taba echada y, a rega?adientes, seg¨²n cuenta Navarro Rubio en su memorial de aquel pulso, Franco no tuvo m¨¢s remedio que aceptar los planteamientos neoliberales, dentro de lo que cab¨ªa, de los llamados tecn¨®cratas. Desde entonces, as¨ª como Arrese y Fern¨¢ndez Cuesta pasaron al limbo y a los boleros con memorativos de la revoluci¨®n que pudo haber sido y no fue, Gir¨®n se convirti¨® en "el le¨®n de Fuengirola", de vez en cuando obligado a rugir cuando la evoluci¨®n del franquismo se desvirtuaba, pero siempre desde Fuengirola, dado que su vista leonina se hab¨ªa mostrado m¨¢s sabia a la hora de escoger inversiones en la naciente Costa del Sol que en la programaci¨®n de revoluciones pendientes. Los j¨®venes ultras de los a?os sesenta, setenta y ochenta (hasta el fallido golpe de Tejero) tuvieron en Gir¨®n un referente, al que supon¨ªan conectado con las tramas ultras nacionales e internacionales. Posteriormente pasaron a considerarle m¨¢s bien una reliquia, que ni hac¨ªa ni dejaba hacer. En la primera etapa de la transici¨®n, bajo Franco y Arias, Gir¨®n a¨²n apareci¨® como el abanderado de una apertura democr¨¢tica, dentro del movimiento nacional, en la que ¨¦l se reservaba el papel de l¨ªder del sector m¨¢s populista, siempre dentro de su obsesi¨®n por la revoluci¨®n pendiente, que nunca pas¨® por Fuengirola, esperanza que tal vez se ha trasladado ahora a Marbella a trav¨¦s de Jes¨²s Gil y Gil, dentro del impulso doctrinal org¨¢nico inmobiliario que puede hacer de la Costa del Sol la aut¨¦ntica reserva espiritual de Espa?a.
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