Pasteler¨ªa fina

Luis Algarra, ganadero, tiene una pasteler¨ªa de categor¨ªa. La deducci¨®n es f¨¢cil a tenor de los seis tocinos de cielo, en forma de toros, que envi¨® a la plaza de Almer¨ªa. A estas alturas, deben hervir los tel¨¦fonos taurinos para entrar en la rifa de la pr¨®xima hornada de ese fin¨ªsimo obrador que el ganadero guarda en el campo.Seis toros bien presentados, de bonita l¨¢mina, pero sin agresividad, sin atisvo de fiereza, blandos como corresponde a los pasteles de calidad, de nobleza excepcional, recorrido largo y clase extraordinaria. Seis artistas, seis petis¨²s, para gloria de Algarra y deleite de la torer¨ªa moderna.

Felizmente, hubo toreo de calidad; -hubiera sido una herejia lo contrario- . Joselito tuvo en sus manos dos bombones y los tore¨® con fina elegancia. Con su segundo, sobre todo, model¨® una faena enchida de belleza, de sentimiento y hondura. A su primero lo cuid¨® con maestr¨ªa, en un toreo acad¨¦mico y menos profundo.

Ponce se llev¨® a su primero a los labios, se recre¨® a la ver¨®nica y se lo comi¨® de un bocado; no le dio importancia a su labor -larga, r¨¢pida- y s¨®lo se pudo saborear la clase del toro. M¨¢s entregado en el otro, despleg¨® una faena bella y profunda que desluci¨® con la espada.

Jesul¨ªn, en clara desventaja, tore¨® muy bien por el lado derecho a su primero en unos pases largos y templados, y se desfond¨® en el ¨²ltimo, el m¨¢s soso de la fina pasteler¨ªa.