Arabia Saud¨ª recurre a estratagemas judiciales para aplicar la pena de muerte a los opositores pol¨ªticos
Tras colocarse despu¨¦s de China en el n¨²mero de ejecuciones al a?o, los verdugos oficiales de la monarqu¨ªa de Arabia Saud¨ª est¨¢n ahora asestando golpes de cimitarra no s¨®lo contra los delincuentes comunes. Ahora, dicen fuentes fiables, el multimillonario pero ideol¨®gicamente obsoleto reino petrolero est¨¢ recurriendo a estratagemas judiciales para liquidar, con uno o m¨¢s sablazos, a los opositores pol¨ªticos.En el reino de Arabia Saud¨ª han rodado, en lo que va del a?o, las cabezas de 142 personas bajo la estricta ley isl¨¢mica o sharia. No existen datos precisos de las amputaciones de manos y pies, pero, seg¨²n viajeros procedentes del reino, en las calles del pa¨ªs cada d¨ªa hay m¨¢s mutilados. Algunos le llaman "el agosto de los verdugos".
El debate sobre la pena capital no tiene eco alguno en Arabia Saud¨ª. Es m¨¢s, es un tab¨². Invocando la sharia, las decapitaciones adquieren una dimensi¨®n que organismos que defienden los derechos humanos describen como una situaci¨®n extraordinariamente alarmante. Pero, que se sepa, nadie m¨¢s hab¨ªa registrado la maleable extensi¨®n jur¨ªdica de los tribunales que mandan a los condenados a las manos del gremio de Said Al-Bishi, el ¨²nico de los verdugos que se atrevi¨® a contar lo que un funcionario publico siente cuando el Estado le ordena decapitar a alguien.
Recordaba Al-Bishi en una entrevista con el diario al-Madina al Munawara: "No todos caen del primer golpe. En una ocasi¨®n cort¨¦ la cabeza de un tio que ya se hab¨ªa muerto de susto". O sea, nadie en Arabia Saud¨ª puede aspirar a una muerte instant¨¢nea al amparo de la ley. No todos tienen el pulso para cortar. Pero en Arabia Saud¨ª existe una muralla de silencio. "Es m¨¢s f¨¢cil hacer pasar un camello por el ojo de una aguja que dar un visado a un periodista independiente", apuntaba un Veterano analista saud¨ª en el exilio en Roma.
La ejecuci¨®n de cuatro ch¨®feres turcos acusados de transportar "drogas" (en efecto, era una dosis min¨²scula de anfetaminas que la polic¨ªa saud¨ª se apresur¨® en calificar de afrodis¨ªacos) no han hecho m¨¢s que amplificar el apenas perceptibe sonido de un filo que se desploma sobre el cuello de un hombre, culpable o no.
Las relaciones entre Turqu¨ªa y Arabia Saud¨ª (otrora aliados contra Irak) se han avinagrado con esas ejecuciones y, al parecer, van camin¨® de empeorar. Hay cerca de 40 turcos languideciendo en las c¨¢rceles saud¨ªes a los que les espera una sentencia similar bajo la acusaci¨®n de delincuencia. Compartiendo esa incertidumbre figuran siete somal¨ªes, 19 libaneses, sirios y ciudadanos de los emiratos vecinos.
Arabia Saud¨ª ha advertido siempre que a los traficantes de droga, a los ladrones y a los violadores que lo que les espera es el sablazo. Se sirve de la pena capital con el argumento de defender la pureza. Eso se ha quebrado. La ejecuci¨®n secreta de Abdul¨¢ Al-Hudaif, de 33 a?os, el 13 agosto, se est¨¢ convirtiendo en una causa c¨¦lebre. Al-Hudaif, padre de seis ni?os, no trafic¨® con drogas, no rob¨® ni viol¨® a nadie. Su delito fue atacar a uno de sus interrogadores durante los largos periodos que pas¨® en la c¨¢rcel como prisionero pol¨ªtico. Fue inicialmente condenado a 20 a?os de c¨¢rcel. Seg¨²n el Comite de Defensa de los Derechos Leg¨ªtimos en Arabia Saud¨ª (CDDL), la causa fue agravada por su asociaci¨®n con organizaciones que tratan de promover una apertura democr¨¢tica.
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