Adi¨®s a Hugo Pratt

Desde la terraza donde escribo me llegan lejanos los timbres de las bicicletas de verano y el olor de pimientos asados mezclado la brisa de la ¨²ltima hora de la tarde. A lo lejos, el faro de las islas Oms me recuerda algunas ense?anzas del mar y algunas ausencias. Todo es pl¨¢cido corno un d¨ªa cualquiera. Mi memoria se llena lentamente de dibujos y mapas y, de pronto, Corto Malt¨¦s hace su aparici¨®n apoyado en la barandilla de un velero que surca elegantemente la r¨ªa, m¨¢s solitario que nunca.La muerte no es una gran desconocida para ning¨²n marino. Muchas veces es s¨®lo una duda extra?a. El velero se aleja p¨¢lido y se oculta detr¨¢s de las islas en su despedida. Todos hemos perdido algo. El mar se vuelve de pronto m¨¢s distante, como todas las cosas que nos importan. Algunas gaviotas se posan pl¨¢cidamente en esa distancia y la rasgan como si fuera un chal de gasa azul, vaporoso y ligero. Hay una tristeza indefinida que est¨¢ ah¨ª, pero no pienso taparla con nada. Se oye el susurro verbenero de las fiestas de agosto y la brisa empieza a colorearse de a?il como en los atardecere¨¢venecianos. No se me ocurre ninguna iron¨ªa que todav¨ªa pudiera hacerte sonre¨ªr. Esa ser¨ªa una buena manera de burlar a la muerte, al estilo de Corto Malt¨¦s. A tu estilo. Pero cada uno se despide como puede. Levanto la vista hacia el horizonte en silencio. El mar tiene que ver con los lugares desconocidos. Es mi ¨²ltimo homenaje. Salud y hasta siempre,