Sangre de lanza
Un relato de Es as¨ª como se lo explica? ?Un mar¨ªdo o un chulo? Y a santo de qu¨¦, un chulo.
-No lo sabe, eh, sabe poco. A veces se les cruzan los cables como a cualquiera. Las mandan a trotar y luego se vuelven locos pensando en lo que. estar¨¢n haciendo con el cliente. Y entonces matan a lo bestia, los hay muy sentimentales, a m¨ª qu¨¦ me cuenta. El asunto parece claro, no me venga con historias, ni siquiera ha habido robo. Lo ¨²nico, que no sabemos qui¨¦n era la t¨ªa mamona, ni vamosa, saberlo seguramente. Sin papeles, sin ropa, con aspecto d¨¦ sudaca, de ella no debe de haber constancia en ninguna parte el ¨²nico que tendr¨¢ constancia ser¨¢ el que le meti¨® el lanzazo.
-Le digo que es imposible que mi amigo levantara a una t¨ªa.- Los polic¨ªas intimidan, siempre, acabamos hablando como nos hablan para congraciamos, y ellos hablan como el hampa.
-?Qu¨¦ quiere, darme trabajo? ?Que me meta en los tugurios de julas a que me toquen el culo cuando lo que hay por, medio es una puta? Venga ya, no . voy a perder el tiempo y el humor con eso. Si a su amigo le iban los t¨ªos, expl¨ªqueme usted lo ocurrido. Y aunque le fueran: la. noche que a m¨ª me importa le dio por irse de putas, ya ve usted, de eso hay poca duda, tambi¨¦n es casualidad, qu¨¦ inoportuno. Lo que hiciera todas las dem¨¢s, noches de su vida me trae sin cuidado, como si s¨¦ follaba a su abuelo. Ahora fui yo quien lo mir¨¦ a ¨¦l con reproch¨¦ y sin ninguna sorna. ?l se las ver¨ªa con estas cosas. a diario pero yo no, y estaba ha blando de mi mejor amigo. Era un hombre algo grueso, alto, con una c¨¢lva romana y unos ojos sonolientos quede vez, en medio cuando se despert¨¢ban como en medio de un mal sue?o, repentinos fogonazos antes de volver a su sesteo aparente.Se dio cuenta y a?adi¨® en tono m¨¢s conciliador y paciente: -A ver, expl¨ªqueme lo que pas¨¦ , seg¨²n usted, cuente su cuento.
-No lo s¨¦ -dije encid¨®-. Pero parece una composici¨®n; ya le digo.., Tendr¨ªa usted que averiguarlo.
El inspector G¨®mez Alday interrog¨® asimismo al editor sin escr¨²pulos col quien Dorta hab¨ªa tomado una copa en Chicote, hab¨ªa aparecido con su. mujer, se fueron de los tres de all¨ª hacia las dos y se despidieron. Los camareros, que conoc¨ªan a Dorta de vista y nombre, confirmaron la hora. All¨ª se hab¨ªan, encontrado con. otro amigo m¨ªo y conocido de Dorta, se hace llamar Ruib¨¦rriz, de Torres, pero ¨¦ste se hab¨ªa parado a hablar con ellos s¨®lo cinco minutos, hastaque llegaron dos mujeres con las, que hab¨ªa quedado. Tambi¨¦n los Vio salir hacia las dos por la puerta giratoria, les dijo adi¨®s con la mano, me cont¨® que el editor era un pasmado y su mujer muy simp¨¢tica, Dorta, no hab¨ªa dicho apenas, palabr¨¢, cosa rara. El matrimonio cogi¨® un taxi en Gran V¨ªa y se retir¨® a su hotel, no sin antes asustarse de que - Dorta, seg¨²n les anunci¨®,, se fuera a ir, andando, les coment¨®, que iba a un sitio cercano y lo, vieron encaminarse hacia arriba, hacia la Telef¨®nica, o Callao, por tramos con una fauna que a ellos, barceloneses, les pareci¨® de espanto y como para no dar dos pasos. No corr¨ªa una gota de aire. En el hotel,, pura rutina, confirmaron la hora de llegada del editor y se?ora, hacia las dos Y. cuarto: algo rid¨ªculo, a ¨¦l la falta de escr¨²pulos no le llegar¨ªa a tanto. A Dorta lo mataron entro las cinco y las seis como a su inveros¨ªmil y postrero ligue. Yo pregunt¨¦ por. mi cuenta a los escasos amigos de, Dorta que conoc¨ªa un poco, amigos de farras, y de tugurios Julaicos, ninguno, hab¨ªa coincidido esa noche con ¨¦l en los sitios habituales. Ellos preguntaron. a su vez a los camareros de esos locales, nadie lo hab¨ªa visto, y era raro que no hubiera pasado por uno u, otro a lo largo de la noche. Quiz¨¢ s¨ª. hab¨ªa sidouna noche especial en todo. Quiz¨¢ se hab¨ªa enrollado, por la calle impensadamente con gente ins¨®lita de otros ¨¢mbitos. Quiz¨¢ lo hab¨ªan secuestrado y lo hab¨ªan obligado a, ir con los, secuestradores a casa. Pero no se hab¨ªan llevado nada, s¨®lo alguien la ropa de la mujer, que tal vez era de la banda. El lancero. No sab¨ªa qu¨¦ pensar y por. lo tanto pensaba absurdos. Quiz¨¢ ten¨ªa raz¨®n G¨®mez Alday, tal vez le hab¨ªa dado por coger a una puta primeriza y desesperada, una inmigrante en busca de cualquier dinero, con un marido que, no se lo consentir¨ªa y que habr¨ªa sospechado. Cuesti¨®n de mala suerte, demasiada.
El inspector me ense?o aquellas fotos que mir¨¦ por encima. Aparte de las que reproduc¨ªan el decorado en tero, hab¨ªa un par de cada cad¨¢ver tomadas m¨¢s d¨¦ cerca, lo que se llama plano americario en cine. Los pechos de la mujer eran blandos definitivamente, bien formados y sugerentes pero blandos, la vista y e tacto se. nos acaban con fundiendo los hombres a veces vemos como loca eso. Pese a los ojos apretados y el gesto de dolor se la ve¨ªa guapa, aunque eso no Se sabe seguro nunca con una mujer desnuda, hay que verla tambi¨¦n vestida, de poco sirven las playas para saber sobre esto. Ten¨ªa las aletas de la nariz dilatadas, el ment¨®n corto y redondeado, el Cuello largo. Mis vistazos fueron r¨¢pidos a las seis o siete fotos y sin embargo me atrev¨ª a pedir una copia de la de la mujer de cerca, a G¨®mez Alday, quien me mir¨® ahora con desconfi¨¢nza y sorpresa, como, si me hubiera descubierto una anomal¨ªa.
-?Para que la quiere?
-No lo s¨¦ -respond¨ª yo perdido. Realmente no lo sab¨ªa, tampoco es que quisiera mirarla m¨¢s en aquellos momentos los, un cuerpo ensangrentado,; un boquete, las pesta?as densas la expresi¨®n doliente los pechos blandos y muerto, no era grato. Pero pens¨¦ que me gustar¨ªa tenerla para quiz¨¢ mirarl¨¢ m¨¢s adelante, quiz¨¢, al cabo de los, a?os, despu¨¦s de todo era la ¨²ltima,persona que hab¨ªa, ,visto vivo a Dorta, exceptuando al asesino. -Me interesa.-Era pobre como argumento, incluso grotesco G¨®mez Alday me, mir¨¢ ahora con uno je sus fogonazos, no dur¨® apenas nada, enseguida ,sus ojos volvieron a su aspecto dormitante. Pens¨¦ que estar¨ªa pensando que yo era un morboso, un enfermo, pero tal vez entend¨ªa mi petici¨®n y el deseo, al fin y al cabo ten¨ªamos el mismo tipo de orgullo. Se levant¨® y me dijo.
-Esto es material. reservado, ser¨ªa completamente irregular, que le diera una copia. -Y a la vez que dec¨ªa esto meti¨® la foto en la fotocopiadora que ten¨ªa en el despacho-. Pero usted puede haber hecho una, fotocopia aqui en mi ausencia, cuando sal¨ª un momento, sin que yo me ,haya enterado. -Y me extendi¨® la hoja con la reproducci¨®n imperfecta y brumosa- pero reproducci¨®n al fin. Durar¨ªa s¨®lo unos a?os, las fotocopias acaban borr¨¢ndose. Ahora han. pasado dos de esos anos, y s¨®lo durante los primeros meses tras la muerte de Dorta segu¨ª d¨¢ndole vueltas a aquella noche, me dur¨® el horror algo m¨¢s que el regocijo y la sa?a a los peri¨®dicos impacientes y a las televisiones des memoriadas, no hay mucho que hacer cuando no hay ayuda ni avances y los me dios de. comunicaci¨®n ni siquiera sirven de recordatorio. No es que yo lo necesita r¨¢ en lo personal: no hay d¨ªa que no me acuerdede mi amigo de infancia, no hay d¨ªa en que no me pare a pensar en ¨¦l en alg¨²n instante por uno u otro motivo, en realidad no se puede, dejar do contar con la. gente por el hecho accidental de queya no, podamos verla. A veces creo que ese hecho no ' s¨®lo es, accidental, sino intrascendente, el h¨¢bito y lo acumula do bastan para que la sensaci¨®n de presencia sea siempre m¨¢s fuerte y no se. desvanezca. Pero s¨ª se difumina el final si uno no saca de ¨¦l nada en limpio y adem¨¢s puede te?ir cuanto vino antes. Ese final se sabe, pepo no aparece en primer plano. No, fue as¨ª en los primeros meses, cuando las pesadillas se apoderan del sue?o y los d¨ªas comienzan, todos, con la misma imagen, que parece una figuraci¨®n y sin embargo pertenece a lon acaecido, uno se da cuenta mientars se lava los dientes, o mientras se afeita: 'Qu¨¦ tonto soy, si es cierto'. Repas¨¦ muchas ve ces -la conversaci¨®n. . de la cena ¨²ltima, y el filo de las repeticiones, me hizo ver que nada era significativo tras haberle dado significaci¨®n a todo durante un periodo. Dorta se divert¨ªa fingiendo excentricidades, pero no cre¨ªa en magias de ning¨²n, tipo ni tampoco en ultramortalidades y ni siquiera en azares, no en mayor grado que yo, y yo no creo en casi nada. La historia de la subasta de Londres era puramente anecd¨®tica, lo vi claro pronto si alguna vez tuve dudas, la clase de cosas,que a ¨¦l le gusta iba inventar o hacer m¨¢s que nada para contarlas luego, a m¨ª o a otros, a. sus ignorantes idolatrados o a sus senoras sociales, sabiendo que distra¨ªan. Que hubiera pujado por un anillo m¨¢gico de aquel chiflado demon¨®logo Crowley,no era sino la prueba: era m¨¢s vistoso relatar el forcejeo por ese objeto que por una carta aut¨®grafa de Dickens o Conan Doyle. Y adem¨¢s no se lo hab¨ªa llevado, lo m¨¢s disparatado habr¨ªa sidoque la broma le hubiera costado una buena suma imprevista. Quiz¨¢ ni siquiera hab¨ªa existido el individuo germ¨¢nico de las botas vaqueras. Y aunque se hubiera alzado con la esmeralda: no cab¨ªa pensar en persecuciones ni en sectas, en venganzas a lo Tutankhamon ni en conjuras a lo FuManch¨², todo tiene su l¨ªmite, hasta lo inexplicable.Fue al cabo de un par de meses -la prensa ya no se interesaba y era dudoso que la polic¨ªa lo hiciera- cuando se me ocurri¨® una posibilidad tan aceptable que no comprend¨ª c¨®mo no hab¨ªa pensado antes en ella. Llam¨¦ a G¨®mez Alday y le dije que quer¨ªa verlo. Lo not¨¦ aburrido e intent¨® que le contar¨¢ por tel¨¦fono el hallazgo, andaba muy mal de tiempo. Insist¨ª y me cit¨® en su despacho la ma?ana siguiente, diez minutos, me advirti¨®, no dispon¨ªa de m¨¢s para escuchar hip¨®tesis que le complicaran la vida. Fuera lo que fuese lo recibir¨ªa con escepticismo, me advirti¨® tambi¨¦n, para ¨¦l la cosa estaba clara, s¨®lo que no era f¨¢cil dar con aquel lancero': en la lanza hab¨ªa muchas huellas, entre ellas sin duda las m¨ªas, casi todos los visitantes de la casa la toc¨¢bamos o la sopes¨¢bamos o la bland¨ªamos un instante al verla sobresaliendo en el parag¨¹ero de la entrada. Me encontr¨¦ al inspector con color sano y m¨¢s pelo, no supe decirme si se trataba de un implante aprovechando el agosto o de una distribuci¨®n m¨¢s art¨ªstic¨¢ y aprovechada en su peinado romano. Mientras le habl¨¦ mantuvo los ojos opacos:-Mire, yo no s¨¦ demasiado de las andanzas de mi amigo, me contaba algo a veces sin entrar en detalles. Pero no descarto que pagara a algunos de loschicos con los que iba. Al parecer no era infrecuente que algunos presumieran de heterosexuales, aceptaban el viaje como excep i¨®n o eso dec¨ªan, se empe?aban en dejar muy claro que a ellos las t¨ªas. Esa noche mi amigo pudo encapricharse de uno, y el machito decirle que o le consegu¨ªa una mujer tambi¨¦n o nada. Soy capaz de ver a mi amigo me tiendo al muchachito en un taxi y recorriendo pacientemente la Castellana. Lo veo hasta divertido, pregunt¨¢ndole qu¨¦ le parec¨ªa ¨¦sta o aqu¨¦lla, opinando ¨¦l mismo como si fueran dos compinches de aventuras, dos puteros en noche de s¨¢bado. Por fin cogen a la cubana y se. van los tres a la casa. El muchachito insiste en que Dorta se la tire para que ¨¦l lo vea, algo as¨ª. Las tragaderas de mi amigo no son ilimitadas dadas sus inclinaciones, pero se deja hacer por la mujer, todo sea por complacer al otro y conseguir sus pro p¨®sitos m¨¢s tarde. El machito se pone hist¨¦rico cuando le llega el turno, se pone violento, va por la lanza que le ha hecho gracia al entrar en el piso, o a lo mejor ya la ten¨ªan en el dormitorio por indicaci¨®n del propio Dorta, para que el chico hiciera poses con ella como una estatua, cosas as¨ª le gustaban. Y se carga a los dos, por la encerrona, aun que fuera consentida. Ha pasado muchas v¨¦ces, arrepentidos, ?no? Usted sabr¨¢ de casos. Lo he pensado y me parece posible, eso explicar¨ªa unas cuantas cosas que no casan.
La mirada de G¨®mez Alday sigui¨® siendo neblinosa y holgazana, pero le sali¨® una voz de irritaci¨®n y desprecio:
-Menudo amigo est¨¢ usted hecho. Qu¨¦ tiene contra ¨¦l, s¨®lo quiere echar mierda sobre su cad¨¢ver o qu¨¦, vaya historieta, tiene usted la mente enferma -dijo. No es que yo conociera mucho, pero el inspector no ten¨ªa ni idea de las pr¨¢cticas y cambalaches nocturnos habituales. Su orgullo ser¨ªa m¨¢s puro que el m¨ªo, pens¨¦- Pero ni siquiera me vale como mierda rebuscada, le falta a usted un. dato que supimos a los Pocos d¨ªas. Su amigo lleg¨® en efecto en taxi y acompa?ado a su casa, pero iba s¨®lo con la puta, los dos armando ya esc¨¢ndalo, la t¨ªa con las tetas fuera, seg¨²n dijo el taxista. Vino a cont¨¢rnoslo cuando ley¨® de la matanza y vio en el peri¨®dico la foto de Dorta. As¨ª que el lancero tuvo que llegar despu¨¦s: el chulo siguiendo a la puta o el marido a la mujer, o los dos ambas cosas, marido y chulo, mujer y puta. Ya se lo dije.
-0 pudo estar ya en la casa -c8ntest¨¦ yo, picado por la reprimenda injusta- A lo mejor el machito, una vez metidos en faena sin ¨¦xito, oblig¨® a mi amigo a salir solo de caza y llevarle la pieza.
-Ya. ?Y su amigo habr¨ªa salido a recorrer las calles, dej¨¢ndolo solo en el piso?
Me qued¨¦ pensando. Dorta era aprensivo y cauto. Pod¨ªa ponerse tonto una noche, -pero no hasta el punto de propicinar que lo desval¨ªjara un chapero mientras se lanzaba a buscarle una ni?a.
- Supongo que no -contest¨¦ exasperado- Qu¨¦ s¨¦ yo, quiz¨¢ llam¨® al chapero - lo hizo venir luego, las secciones de anuncios de los peri¨®dicos est¨¢n llenas de ofrecimientos para cualquier hora.
G¨®mez Alday tuvo ahora uno de sus fogonazos, pero fue m¨¢s de impaciencia que de otra cosa.
-?Y entonces para qu¨¦ la t¨ªa, d¨ªgame, a ver? Qu¨¦ empe?o, tiene en que se culpe a una maricona. ?Qu¨¦ tiene usted contra ellos?
-Nunca he tenido nada. Mi mejor amigo era lo que usted ha dicho, quiero decir que lo llamaron as¨ª muchas veces. No ' me cree, pregunte por ah¨ª, pregunte en los tugurios, tambi¨¦n es su t¨¦rmino. Me he pasado la vida defendi¨¦ndolo.
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