Resurge el genio de Michelangelo Antonioni despu¨¦s de una d¨¦cada de silencio
Desequilibrada pero audaz e inteligente aportaci¨®n del portugu¨¦s Joao C¨¦sar Monteiro
El aspecto severo de Michelangelo Antonioni, acentuado por la casi inmovilidad y el silencio forzoso que padece desde hace m¨¢s de una d¨¦cada, desde que le sobrevino la trombosis cerebral que interrumpi¨® su carrera, precisamente cuanto ¨¦sta se acercaba a la cumbre tras Identificaci¨®n de una mujer, se adue?¨® ayer de la Mostra y dej¨® sin carnaza a la consabida raci¨®n diaria de glamour, esta vez a cargo del oportunista, escandaloso y mediocre Tinto Brass, que organiz¨® un desembarco en el Excelsior de sus ni?as porno medio en cueros.
ENVIADO ESPECIAL
M¨¢s all¨¢ de las nubes es una producci¨®n (y una intromisi¨®n) de Win Wenders, en la que Antonioni reanuda la evoluci¨®n de su estilo exactamente en el mismo punto donde qued¨® varado en 1984. Y a los 83 a?os, su inmenso talento renace con una claridad de ideas, una elegancia, una precisi¨®n y un dominio de sus l¨ªmites que dej¨® ayer perplejos y entusiasmados a muchos de los estudiosos de su obra, complej¨ªsima y cada d¨ªa m¨¢s vigente, que se api?aron en el Lido veneciano para asistir al retorno del viejo maestro, nacido en 1912 aqu¨ª cerca, en la hermosa Ferrara.La referencia a una intromisi¨®n de Win Wenders en el filme es inevitable. Hay que agradecer al cineasta alem¨¢n la generosidad inicial de su oferta de organizar y en parte financiar un rodaje ejecutado por un anciano casi inv¨¢lido y con grandes dificultades para hacerse entender.
Pero una vez m¨¢s es tambi¨¦n inevitable recordar el acto de parasitismo casi can¨ªbal que llev¨® a cabo en Rel¨¢mpago sobre el agua contra el ya cad¨¢ver Nicholas Ray Wenders, que se apunta a un bombardeo si de ello se beneficia su renombre, entromete su garra carro?era en una obra ajena y, en lugar de instalar su nombre en los t¨ªtulos de producci¨®n de la pel¨ªcula, se autoconcede rodar un prologuito para cada una de las bellas historias del guionista Tonino Guerra filmadas por Antonioni, y su vanidad, con toda la pinta de patol¨®gica, le hace autoproclamarse codirector de M¨¢s all¨¢ de las nubes.
Pero el pecado lleva penitencia, pues el tiro le sale al cazador por la cultada. Sus peque?os interludios, de pocos minutos de duraci¨®n cada uno, cantan vulgaridad con tanta evidencia que luego, cuando pasan y la pantalla vuelve a llenarse con im¨¢genes de Antonioni, ¨¦stas obtienen por contraste un vigor a?adido. Es m¨¢s, el ¨²nico de estos interludios que est¨¢ a la altura del resto del filme es una secuencia, en doble movimiento panor¨¢mico de a c¨¢mara, copiada literalmente del instante de La aventura en que Lea Massari se acerca a un acantilado. Y as¨ª, la ¨²nica aportaci¨®n convincente de Wenders es un plagio a Antonioni, que no deja de ser clamoroso por disfrazarse de amigable.
La pel¨ªcula se estrenar¨¢ en Espa?a y habr¨¢ ocasi¨®n de intentar entrar en sus interlineados. Merece la pena. Muchos seguir¨¢n, como anta?o, considerando que son hilazones tediosos de un arquitecto metido a cineasta e inclinado al intelectualismo y el encorsetamiento.
Poes¨ªa cinematogr¨¢fica
Pero otros seguiremos viendo (ahora envuelto en la elegancia que da la vejez y el dominio de la s¨ªntesis) una de las fuentes de la poes¨ªa cinematogr¨¢fica moderna, una bella averiguaci¨®n en los c¨®digos de la construcci¨®n de espacios visuales y un ensamblaje sin equivalente entre emoci¨®n y an¨¢lisis, entre ficci¨®n y documento y entre elocuencia y silencio.El ep¨ªlogo de la jornada lo trajo un cineasta portugu¨¦s desconocido, ?c¨®mo no?, en las pantallas espa?olas, cuyos programadores acostumbran a despreciar lo que ignoran. La comedia de Dios es uno de los habituales ejercicios de desmesura del incatalogable Joao C¨¦sar Monteiro, que ciertamente no contribuye a pon¨¦rselas f¨¢ciles a los distribuidores y exhibidores de pel¨ªculas.
Como de costumbre tambi¨¦n, el cineasta se pasa de rosca con un a todas luces innecesario, metraje de casi tres horas de humor y malhumor, no s¨®lo negro, sino tambi¨¦n l¨²gubre, extravagante e irreverente, pero con destellos de gran talento y una rara facilidad para combinar las incursiones de tipo experimental con las tradiciones del esperpento. Parece manejar, sin contemplaciones con la paciencia del espectador, acostumbrado a alimentar sus ojos con cine predigerido de Hollywood, las herencias de Bu?uel, Valle-Incl¨¢n y Oliveira como si se tratase de caramelos secuestrados a alumnos suyos. De este realizador dicen que est¨¢ un poco loco y es posible, ya que es reincidente empedernido en el filme suicida.
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