"Mi moral es la moral libertaria de los c¨®micos"
Fernando Fern¨¢n-G¨®mez, de 73 a?os, est¨¢ ya considerado como parte insustituible del cine y el teatro espa?oles. C¨®mico extraordinario -que reflexiona con amargura sobre la tragedia ¨ªntima del actor, que sabe que nunca podr¨¢ ser otra persona- y creador de espect¨¢culos como actor, director y escritor, acaba de publicar sus art¨ªculos cinematogr¨¢ficos, Desde la ¨²ltima fila, cien a?os de cine (Espasa-Calpe), y la Filmoteca Espa?ola programa las pel¨ªculas por ¨¦l dirigidas.En su casa, a las afueras de Madrid, Fernando Fern¨¢n-G¨®mez tiene un jard¨ªn muy grande con un huerto que cultiva Emma Cohen. Entre los ¨¢rboles, sauces, higueras, cipreses y madro?os, Fern¨¢n-G¨®mez se mueve con un aplomo de patriarca. El pelo y la barba, que del rojo han pasado a un rubio canoso, acent¨²an su aspecto de rey del bosque.
Fern¨¢n-G¨®mez cuenta en uno de los art¨ªculos del libro que, muy al principio de su carrera, se encontraba rodando una escena en exteriores y unas ni?as de un colegio que pasaban por all¨ª comenzaron a tirarles piedras. "La profesi¨®n de actor se consideraba marginal y tambi¨¦n, por qu¨¦ no decirlo, despreciable", explica el director de una de las pel¨ªculas m¨¢s conmovedoras sobre el mundo de los actores, El viaje a ninguna parte. "En los ¨²ltimos cuarenta o cincuenta a?os ha habido una evoluci¨®n en esto. No es que se estime o admire m¨¢s a los actores -cualquier actor que haya viajado por Europa o Am¨¦rica sabe que Espa?a es uno de los pa¨ªses en que el p¨²blico manifiesta menos su amor y su admiraci¨®n a los actores-. Lo que s¨ª ha cedido ¨²ltimamente es, desde un aspecto moral y ¨¦tico, eso de considerarlos como unos proscritos. Y la explicaci¨®n es clar¨ªsima: desde el invento de la p¨ªldora, los anovulatorios y el doctor Fleming casi suprimiendo la s¨ªfilis, las ni?as de la buena, media y baja sociedad llevan el mismo estilo de vida que han llevado durante toda su vida los actores".
Hijo de actriz, int¨¦rprete de m¨¢s de 130 pel¨ªculas, director de 21, autor para el teatro de Las bicicletas son para el verano y de novelas como El ascensor de los borrachos, la versatilidad de Fernando Fern¨¢n-G¨®mez es impulsada por una ¨¦tica: la de los c¨®micos. "He tenido la suerte de nacer en un medio con una moral libertaria que coincide con la que luego, cuando he madurado, es la m¨ªa", se?ala. "Y ha sido siempre tan libertario el estilo de vida de los c¨®micos que incluso se ha admitido a gente que ten¨ªa una moral muy r¨ªgida: una familia, un matrimonio, unos hijos, y que tambi¨¦n parec¨ªan normales dentro de la compa?¨ªa. Diecis¨¦is o 17 personas que casi todas viv¨ªan de manera libertaria, casi todas practicaban el amor libre. Pero sol¨ªa haber un matrimonio estable, como sol¨ªa haber unos homosexuales con una relaci¨®n permanente".
Con escepticismo, apoy¨¢ndose en su impresionante voz, Fern¨¢n-G¨®mez proclama: "A m¨ª no me gusta actuar en el teatro". A m¨ª me gusta mucho mi trabajo de actor en su pureza, en cuanto que una persona intenta ser otra persona", a?ade. "Pero el hecho de que me est¨¦n viendo mientras estoy haciendo este ejercicio no me gusta. Yo prefiero trabajar en el cine, donde si en un momento considero que me ha salido mal puedo interrumpirme. Esto en el teatro no es posible, tiene ese lado del deporte de 'a ver si se equivoca, a ver si se cae, a ver si lo hace mejor o peor que ayer' que a m¨ª no me gusta. Y tampoco la presencia del espectador. Como lo paso mejor es cuando estoy ensayando a solas; es cuando noto que ejerzo y gozo m¨¢s mi oficio".
Uno de los mejores cap¨ªtulos del libro titulado La vanidad del actor, recoge una frase del que fue director del teatro parisiense La Madeleine, Andr¨¦ Berneheim: "El elogio sin medida le es necesario al actor. Menos por vanidad que por la ineludible necesidad de ser tranquilizado, de recuperar la calma". Fern¨¢n-G¨®mez reflexiona al hilo de esas palabras: "Es la seguridad que tiene el actor de que su oficio es imposible; o sea, no puede ser que un se?or se transforme en otro se?or. Hay una convenci¨®n establecida entre el p¨²blico y ¨¦l de que esto es hasta cierto punto posible, pero ¨¦l sabe que es imposible. Esto le produce una descarga psicol¨®gica muy fuerte. En ese momento el actor, si es una representaci¨®n y un personaje importantes, est¨¢ siempre sufriendo un trauma".
Y Fern¨¢n-G¨®mez cuenta que en la jerga teatral toda la vida se ha dicho que hab¨ªa actores huidos, que eran muy buenos pero que en un momento determinado les entraba un miedo al que casi no sab¨ªan sobreponerse. "Y no pod¨ªan actuar en el teatro si no estaban agarrados a un mueble, o al brazo de otro actor, porque ten¨ªan ese miedo no s¨®lo a la p¨¦rdida d¨¦ la memoria, que tambi¨¦n produce bastante terror en el escenario, sino el temor de que se descubriera que lo que estaban haciendo era, imposible".
Por todo lo anterior, aunque algunas de sus actuaciones sobre los escenarios sean legendarias, y aunque se manifieste en su trabajo como director y actor de cine una profunda textura teatral, Fern¨¢n-G¨®mez no echa de menos las tablas y no se queja de que sobre ellas caiga el polvo. "Me encuentro muy feliz actuando en el, cine cuando creo que me ha salido bien", afirma. "Y en el cine no se siente para nada la complicidad con el espectador. En el cine el p¨²blico no existe".
El p¨¢nico a las manifestaciones de los cr¨ªticos, de los espectadores, el miedo esc¨¦nico, ?alguna vez se transform¨® en complicidad ritual? "Ahora me doy cuenta", recuerda Fern¨¢n-G¨®mez, "de que en un espect¨¢culo que yo he hecho, s¨®lo en uno, que se titulaba Recital de oto?o, una selecci¨®n de 20 o 25 composiciones po¨¦ticas, s¨®lo una vez de las seis o siete veces que lo he hecho, en Barcelona hace como tres a?os, s¨®lo esa vez y en algunos momentos de ese recital, he notado yo que se diera esa especie de fusi¨®n m¨¢gica entre el texto, el int¨¦rprete y los espectadores. ?se es el momento de mi carrera m¨¢s logrado, m¨¢s cuajado, m¨¢s intenso, y lo he conseguido a una edad como de 71 a?os, cu¨¢ndo se cumpl¨ªan m¨¢s de cincuenta de mi trabajo de actor".
Una escuela de teatro
En cuanto al m¨¦todo, cuando ten¨ªa 15 o 16 a?os, coincidiendo con la guerra civil, que Fern¨¢n-G¨®mez pas¨® en el Madrid cercado, el actor acudi¨® a una escuela de teatro. "Aquellas clases te¨®ricas que daba Valent¨ªn de Pedro a m¨ª me convencieron", cuenta, "y desde entonces siempre he procurado actuar con arreglo a lo que cre¨ªa que era el m¨¦todo Stanislavski, la interpretaci¨®n de dentro afuera. He querido siempre que el personaje entrase dentro de m¨ª, y luego conseguir una especie de abandono en la que este personaje, una vez interiorizado, se expresase por s¨ª solo. A?adi¨¦ndole un ente que yo mismo denominaba el corrector, el vigilante, que ten¨ªa la ¨²ltima palabra al decir: 'Bien, esto te ha salido espont¨¢neamente', 'no puede ser' o 's¨ª puede ser".Y Fern¨¢n-G¨®mez termina con un alegato indirecto a favor de los c¨®micos y de la gente de su oficio. "La idea que tengo yo de los profesionales espa?oles, no del cine ni del teatro, sino de cualquier profesi¨®n, es muy Pobre", dice. "En Espa?a, en t¨¦rminos generales, no- s¨®lo funcionan mal los que mandan, sino tambi¨¦n los que obedecen. No me parece que ¨¦ste sea un pa¨ªs que brille por la gran maestr¨ªa de sus obreros, especialistas y profesionales universitarios. Y creo que los profesionales del cine no est¨¢n de ninguna manera peor capacitados que los del resto de Espa?a. El espect¨¢culo que est¨¢ dando actualmente la c¨²pula del pa¨ªs es realmente vergonzoso".
Babelia
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