Europa y el Mediterr¨¢neo
?Tiene la Uni¨®n Europea una pol¨ªtica para el Mediterr¨¢neo? Si se examinan las relaciones entre las dos orillas desde principios de los a?os sesenta queda claro que esa pol¨ªtica existe, pero es ¨²nica y exclusivamente mercantil: enriquece al Norte y empobrece al Sur. Y, sin embargo, se la podria haber transformado. al menos en tres ocasiones para que constituyese una verdadera estrategia de ayuda al desarrollo del Sur.En primer lugar, con el establecimiento entre 1972 y 1980 de la pol¨ªtica llamada "global" de la CE para terceros pa¨ªses mediterr¨¢neos. Se firmaron acuerdos de cooperaci¨®n que destacan cuatro aspectos (cooperaci¨®n comercial; tecnologia e investigaci¨®n y desarrollo; mano de obra; marco financiero) con el Magreb en 1976, y con el Mashrek y Yugoslavia, en 1980. Pero, en lugar de articular el contenido de esos acuerdos en torno a un proyecto de ayuda coherente y de refuerzo del flanco meridional y oriental del Mediterr¨¢neo -dentro de una perspectiva capitalista racional e ilustrada-, fueron unas propuestas de com¨²n acuerdo, a corto plazo y sin efectos de arrastre.
El objetivo podr¨ªa haber sido favorecer siquiera el surgimiento de un mercado en el Sur; pero s¨®lo se procur¨® obtener beneficios inmediatos, a ser posible en moneda contante y sonante. Eso tuvo varias consecuencias: una debilidad global de los intercambios, con una tendencia a la baja (as¨ª, entre 1981 y 1989 disminuyeron un 13%); una fuerte desigualdad de, estos intercambios, con un consiguiente aumento de la dependencia y un d¨¦ficit comercial permanente del Sur.
En cuanto a la ayuda financiera que acompa?aba a cada proposici¨®n de acuerdo, demostr¨® ser tan ineficaz como inadecuada: los pr¨¦stamos del Banco Europeo de Inversiones (BEI) se concedieron con las condiciones del mercado privado; las ayudas no reembolsables (una quinta parte del total) fueron utilizadas en gran parte para bonificaciones de intereses, y un porcentaje elevado de los pr¨¦stamos en realidad beneficio sobre todo a las empresas europeas (dos tercios de los cr¨¦ditos asignados a los mercados p¨²blicos). Este balance negativo no procede de ning¨²n organismo tercermundista: fue establecido por una de las instituciones de la propia Comunidad, el Comit¨¦ Econ¨®mico y Social Europeo.
Eso llev¨® al segundo ajuste, concebido en 1990 y puesto en pr¨¢ctica a lo largo del periodo 1992-1996 con el significativo nombre de Pol¨ªtica Mediterr¨¢nea Renovada. Abarca dos terrenos. En primer lugar, el del planteamiento conceptual: surgen las ideas de "codesarrollo', y "asociaci¨®n", que permiten creer en la puesta en pr¨¢ctica de objetivos de desarrollo comunes, pero que, en realidad no modifican en nada las relaciones estrictamente mercantiles que existen. A continuaci¨®n, el de los proyectos concretos: programas sectoriales como MedUrbs, Med-Campus, Med-Medias y Med-Invest, cuyo objetivo es implicar directamente en el "codesarrollo de ambas orillas" a las estructuras intermedias de las empresas afectadas (autoridades regionales, comunidades locales, mundo asociativo), as¨ª como -y eso parece lo m¨¢s importante- al sector privado.
Resulta prematuro hacer un balance exhaustivo de estos programas. Pero, en vista de su funcionamiento en estos ¨²ltimos a?os, ya se puede se?alar que parecen mucho m¨¢s destinados a servir de experimentaci¨®n -a una escala menor, descentralizada- de las nuevas reglas de cooperaci¨®n que a constituir focos estrat¨¦gicos para el desarrollo de una complementariedad econ¨®mica entre las dos orillas. En cualquier caso, dado que el marco estructural de las relaciones comerciales sobre las que se basan no ha sufrido cambios, la eficacia de esos programas est¨¢ por demostrar. Tambi¨¦n es ilusorio pensar que la iniciativa privada, a la que ahora se invoca en todas las causas, podr¨¢ responder por s¨ª sola a las necesidades vitales de las sociedades del Sur, en particular a las de los sectores que, requieren muchas inversiones y resultan poco rentables a corto plazo (agua, carreteras, etc¨¦tera). Este ¨²ltimo punto no es algo secundario; de hecho, expresa un punto de inflexi¨®n estrat¨¦gico de la Comisi¨®n en sus relaciones con el Sur.
En los a?os ochenta, la t¨¢ctica de la mayor¨ªa de los Estados de la CE que, por razones geogr¨¢ficas o hist¨®ricas, tienen relaciones necesarias con los pa¨ªses del Sur consisti¨® en traspasar algunas de sus obligaciones a la Comisi¨®n de Bruselas. Esta tom¨® el relevo, pero, ante la amplitud de la tarea y el volumen de sus necesidades financieras, la orient¨® progresivamente hacia el sector privado, deshaci¨¦ndose as¨ª a su vez de la responsabilidad. Y el sector privado no tiene que dar cuentas a nadie. El resultado es que, a mediados de los a?os noventa, la situaci¨®n en el Sur es m¨¢s preocupante que nunca.
De ah¨ª el tercer ajuste, realizado a comienzos de 1995. Ahora se habla de un nuevo impulso, esta vez decisivo, de la Uni¨®n Europea al refuerzo de la pol¨ªtica mediterr¨¢nea. Su objetivo se define claramente: "La creaci¨®n de un espacio euromediterr¨¢neo en el horizonte del 2010". Tambi¨¦n sus ejes centrales: apoyo a la transici¨®n econ¨®mica para establecer una zona de libre comercio de aqu¨ª a 10 o 15 a?os (productos industriales, servicios y, progresivamente, productos agr¨ªcolas); apoyo para un mejor equilibrio socio-econ¨®mico en las sociedades del Sur (desarrollo de las infraestructuras sociales, urbanas y rurales; protecci¨®n del medio ambiente, asistencia t¨¦cnica, etc¨¦tera), y, por ¨²ltimo, apoyo a la integraci¨®n regional.
Incluso antes de la aplicaci¨®n de este plan de acci¨®n ya es posible detectar sus vicios ocultos. En primer lugar, la idea de espacio euromediterr¨¢neo es extremadamente borrosa y ambigua: no afirma nada en cuanto al contenido y la naturaleza de ese espacio. Al contrario que la estrategia de cooperaci¨®n desplegada para los pa¨ªses de Europa central y del Este, en este caso no se anuncia ning¨²n objetivo de integraci¨®n. Tampoco hay ning¨²n concepto s¨®lido de asociaci¨®n, ninguna pro yecci¨®n concreta de colaboraci¨®n.
En segundo lugar, todo parece indicar que la zona de libre comercio que se desea beneficiar¨¢ sobre todo a Europa. Teniendo en cuenta que las relaciones ya son desiguales, es pr¨¢cticamente seguro que en un primer momento los pa¨ªses del Sur sufrir¨¢n un fuerte deterioro de su balanza comercial, una reducci¨®n de sus ingresos fiscales y sobre todo por la situaci¨®n de competencia abierta que implica una zona as¨ª, una desestructuraci¨®n sectorial del mercado de trabajo. A ello hay que a?adir que, aunque Europa estar¨¢ abierta a los productos industriales mediterr¨¢neos -poco competitivos, por otra parte-, seguir¨¢ estando cerrada a los productos agr¨ªcolas, que no se tienen en cuenta en la actual riegociaci¨®n sobre la zona de libre comercio. Por tanto, en realidad es Europa la que sacar¨¢ provecho de la apertura de los mercados mediterr¨¢neos para sus productos industriales y servicios. Un sentimiento bueno se convierte as¨ª en todo lo contrario.M¨¢s a¨²n: la construcci¨®n de esta zona se efectuar¨¢ en el marco de los acuerdos de Marraquech sobre el comercio mundial. La reducci¨®n generalizada de los aranceles y la eliminaci¨®n de las barreras no arancelarias contribuir¨¢ a reducir el margen preferencial del que se benefician los pa¨ªses terceros mediterr¨¢neos. En concreto, se prev¨¦ que la liberalizaci¨®n del comercio mundial conllevar¨¢ una ca¨ªda de las exportaciones de productos manufacturados del orden del 40% para T¨²nez y del 22% para Marruecos. Por ¨²ltimo, el aumento de la ayuda financiera (4.500 millones de ecus en cinco a?os) sigue estando muy lejos de la asignada a los pa¨ªses de Europa central y del Este. Sin embargo, s¨®lo en 1995, seg¨²n Nord-Sud Export, las necesidades de los cuatro pa¨ªses del Magreb para mantener la situaci¨®n actual son de 9.000 millones de d¨®lares en Argelia, 6.300 en T¨²nez, 6.700 en Marruecos y 7.400 en Libia; es decir, la bagatela de 28.000 millones de d¨®lares. Pensar¨¢n ustedes que es una cifra angustiosa. Y es que el espacio de libre comercio, que, como idea es excelente, es hasta tal punto prisionero del dogma liberal que, m¨¢s que reorientar la antigua relaci¨®n mercantil, la refuerza.
Lejos de constituir una verdadera estrategia de codesarrollo entre las dos riberas, resulta ser sobre todo un h¨¢bil disfraz de una mera apertura de los mercados del Sur. Todo ocurrir¨¢ como en el mejor de los mundos posibles, puesto que el Sur del Mediterr¨¢neo no puede permitirse rechazar la oferta, aunque suponga un aumento de las desigualdades. ?Cu¨¢nta emigraci¨®n nueva en perspectiva! Pero el proyecto europeo, tan elocuente en lo relativo a. la apertura de los mercados y la libre circulaci¨®n de los capitales, se muestra curiosamente silencioso en cuanto a la de las personas. Bueno, en realidad, no pide a los pa¨ªses del Sur que reacojan a los emigrantes clandestinos expulsados de Europa.
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