Andreotti, justicia y pol¨ªtica
Con Giulio Andreotti en el banquillo, llega a proceso penal el juicio pol¨ªtico por el que ya fue condenado el siete veces ex primer ministro italiano. Fue un juicio que no se redujo a la prensa: tuvo, como leg¨ªtima sede institucional el Parlamento, en cuya Comisi¨®n Antimafia una gran mayor¨ªa de los partidos, incluido el del propio acusado, apoy¨® rotundamente en 1993 la tesis de la pertenencia a la Mafia de Salvo Lima, el hombre en Sicilia de Andreotti, y de la responsabilidad clave de ¨¦ste en la del reforzamiento de Cosa Nostra.La pena no pudo ser tan rotunda como la condena, porque Francesco Cossiga, en uno de sus ¨²ltimos actos como presidente de la Rep¨²blica, nombr¨® a su siempre amigo enemigo Andreotti senador vitalicio, sustray¨¦ndole al juicio pol¨ªtico esencial, que es el directo de los electores.
El momento actual es, pues, clave. Deber¨ªa expresar el colmo de la capacidad de las instituciones democr¨¢ticas para autodepurarse, y no s¨®lo de las contaminaciones con cretas de la legalidad que haya podido representar Andreotti. La relevancia pol¨ªtica del personaje y la magnitud del delito de pertenencia a la Mafia que se le atribuye convierten su caso en paradigma de todos los desmanes revelados en Italia durante los ¨²ltimos tres a?os. De ah¨ª que resulten preocupantes algunos s¨ªntomas perceptibles en estos primeros pasos del proceso.
El primero deriva de un conjunto de rasgos que, aisladamente, ser¨ªan anecd¨®ticos: un acusado ante el que se cuadran los carabineros y al que los periodistas llaman "presidente"; que anuncia que dar¨¢ clases de pol¨ªtica a unos fiscales m¨¢s j¨®venes e inexpertos que ¨¦l en ese terreno; que sorprende con un atento apret¨®n de manos a sus acusadores. Son cosas que nunca se hab¨ªan visto en el juicio de un mafioso. ?Est¨¢ la justicia preparada para meter en esta v¨ªa penal a quien, como Andreotti, representa medio siglo de Italia y una cierta pol¨ªtica europea de Washington? ?O es que, por la naturaleza de las cosas, cualquiera que sea la sede, su juicio ser¨¢ inevitablemente pol¨ªtico, como piensa el ex comunista Emmanuele Macaluso?
El segundo s¨ªntoma se inscribe perfectamente en estas dificultades, pero es m¨¢s inquietante que el primero. Es la tendencia de algunos impulsores se?alados del juicio pol¨ªtico de Andreotti a minusvalorar su proceso penal, como parece deducirse de algunas declaraciones. El alcalde de Palermo, Leoluca, Orlando, pionero de la lucha contra la Mafia y contra Andreotti entre los democristianos sicilianos, ha dicho, por ejemplo, que, independientemente del proceso penal, al que tiene derecho como todo ciudadano, el ex primer ministro ya ha sido condenado, porque nadie duda de que utiliz¨® a la Mafia para hacerse poderoso. Pino Arlacchi, experto en la Mafia y diputado de la izquierda que defiende como propias las tesis de los fiscales, a?ade que el proceso de Andreotti no es tan importante, ya que la estatura pol¨ªtica del acusado no fue tan grande como se pretende. No falta quien a?ada que, dado que existe una condena pol¨ªtica, para condenar a Andreotti por la v¨ªa penal bastan pocos indicios.
Sin una distancia clara entre el juicio pol¨ªtico y el proceso penal -no es lo mismo atribuir a alguien responsabilidades pol¨ªticas en el crecimiento de la Mafia que declararle mafioso-, la seguridad jur¨ªdica puede considerarse en grave riesgo. Pero tambi¨¦n la transparencia pol¨ªtica quedar¨ªa bajo la amenaza de un uso impropio del proceso.
El de Andreotti plantea, adem¨¢s, otro peligro impl¨ªcito para la seguridad jur¨ªdica de los italianos: un fracaso sonoro del proyecto probatorio de la fiscal¨ªa de Palermo se llevar¨ªa por delante el prestigio que les queda a la generalidad de los magistrados. La llamada revoluci¨®n de las togas, que aniquil¨® a la clase pol¨ªtica, ha acabado trag¨¢ndose tambi¨¦n en buena medida a los jueces que la impulsaron. Los colegas del dimitido fiscal Antonio di Pietro se fatigan ahora para reunir fuerzas con las que abordar un proceso por corrupci¨®n de la polic¨ªa fiscal que puede aniquilar la imagen mod¨¦lica del empresario italiano, el mito que mejor ha sobrevivido a las convulsiones de los ¨²ltimos a?os.
Sin duda, la muerte simult¨¢nea de todos los mitos -del empresario, como la prensa, el juez, el pol¨ªtico o el experto antimafia- es m¨¢s liberadora que la supervivencia de s¨®lo alguno de ellos. El problema es que el golfer¨ªo, ll¨¢mese corrupci¨®n o Mafia, sigue campando, mientras los italianos no saben muy bien si est¨¢n esperando a Gianfranco Fini, a Massimo d"Alema, a Silvio Berlusconi o a una perpetuaci¨®n de la suspensi¨®n de la pol¨ªtica que representa el Gobierno t¨¦cnico del Lamberto Dini.
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