El tercer acuerdo
"Estamos intentando que la tortilla que se ha creado en el Estado de Israel se vuelva a convertir en los dos huevos que se cascaron al hacerla" as¨ª se expres¨® el ministro de Interior israel¨ª, Sim¨®n Peres, en un momento de distensi¨®n a altas horas de la madrugada, durante una de las muchas reuniones que las delegaciones israel¨ª y palestina han dedicado a la complicada y ardua tarea de lograr el acuerdo intermedio, llamado Acuerdo de Oslo b, a pesar de que se est¨¢ negociando muy lejos de los fr¨ªos fiordos noruegos, a temperaturas t¨ªpicas del desierto, en el hotel Taba, al borde del mar Rojo.As¨ª pues, para diferenciar los elementos que dieron lugar a esta curiosa tortilla creada en los ¨²ltimos 30 a?os, era necesario calentarla no s¨®lo al calor del desierto, sino tambi¨¦n por medio de miles de horas de conversaciones y de negociaciones intensivas, que en las semanas anteriores a la firma en Washington hicieron que las noches se convirtiesen en d¨ªas. El presidente del Esta do de Israel, Ezer Waizman, critic¨® duramente que las negociaciones se llevaran a cabo por la noche. "?Por qu¨¦ tanta prisa? ?Qu¨¦ valor tienen unas discusiones mantenidas a las cinco de la madrugada?", preguntaba enfadado, olvidando que ¨¦l mismo particip¨® en la carrera intensiva de las negociaciones de 1978 en Camp David, mucho m¨¢s cortas, y en las que Israel cedi¨® todo el Sina¨ª y desmantel¨® sus asentamientos a cambio de la paz con Egipto. Sin embargo, en mi opini¨®n, hay precisamente algo de puro y profundo en es tas prolongadas conversaciones nocturnas entre palestinos e israel¨ªes, pues no hay mejor momento para semejante examen de conciencia que las altas horas de la madrugada.Y ya era hora, porque estos dos pueblos no se hab¨ªan hablado directamente desde hac¨ªa casi setenta a?os. Durante los (los primeros tercios de este periodo, los palestinos se negaron a hablar directamente con los israel¨ªes, y, en el ¨²ltimo tercio, los israel¨ªes se negaron a hablar con los representantes del pueblo palestino. Ahora parece que los dos socios est¨¢n manteniendo no s¨®lo el di¨¢logo actual, sino tambi¨¦n los di¨¢logos que se desperdiciaron en el pasado. Y, por tanto, en cada debate se han recordado hechos del pasado conjunto, lleno de recuerdos de los sufrimientos y enfados, y este pasado, tanto si quieren como si no los participantes en este debate, ha irradiado su realidad sobre las discusiones del presente. Corno, por ejemplo, en el tema de Hebr¨®n, que ha sido la manzana de la discordia m¨¢s dif¨ªcil de sortear. No s¨®lo los palestinos, sino tambi¨¦n muchos israel¨ªes, r¨ªo entend¨ªan por qu¨¦ el Gobierno de Israel se empe?aba en garantizar la permanencia de 450 jud¨ªos en la ciudad durante la peliaguda y complicada organizaci¨®n de la seguridad. Sin embargo, la delegaci¨®n israel¨ª se empe?¨®, y con raz¨®n, no en nombre del presente, sino en nombre del pasado, en nombre (le la comunidad de jud¨ªos que vive all¨ª desde generaciones, y a la que en el a?o 1929, sin raz¨®n o provocaci¨®n alguna, los palestinos degollaron desarraig¨¢ndola de all¨ª. Cierto es que en el presente documento Hebr¨®n se reconoce debidamente como ciudad palestina, y se ha unido a las siete ciudades palestinas que quedar¨¢n liberadas del yugo de la conquista israel¨ª en un futuro pr¨®ximo; todo ello dentro del mayor respeto al derecho de los jud¨ªos de seguir viviendo en ella, al principio bajo la protecci¨®n de la guardia especial del Ej¨¦rcito israel¨ª y m¨¢s adelante bajo la de las fuerzas de seguridad de la polic¨ªa palestina, las cuales proteger¨¢n a los nuevos ciudadanos palestino-jud¨ªos.
En todas las soluciones, militares, pol¨ªticas y geogr¨¢ficas, se han mezclado ciertamente criterios ¨¦ticos, tanto por exigencia israel¨ª como por exigencia palestina. Ciertamente, en manos de los israel¨ªes est¨¢ en dictar muchas cosas a los palestinos, pero no todo. Y la magistral habilidad del ministro de Asuntos Exteriores israel¨ª, Sim¨®n Peres, que ha dirigido estas negociaciones, radica en que ha sabido sobre todo hacer que los palestinos se sientan por completo socios id¨¦nticos a los israel¨ªes, no econ¨®micamente ni desde el punto de vista pol¨ªtico o militar, sino por lo menos desde el punto de vista ¨¦tico. Y la lilberaci¨®n de miles de presos palestinos es una prueba clara de ello. Su liberaci¨®n demuestra que Israel reconoce el hecho de que no se trata de criminales o, de terroristas, sino de prisioneros de una guerra que est¨¢ llegando a su fin. En efecto, a¨²n existen intentos de evitar este claro reconocimiento a trav¨¦s de la f¨®rmula de liberar de momento s¨®lo a los presos que no hayan cometido verdaderos actos de sangre contra israel¨ªes. Pero todos sabemos que finalmente tambi¨¦n estos asesinos ser¨¢n liberados, de la misma forma que todos los presos del FLN fueron puestos en libertad tras el acuerdo de independencia de Argelia. De ah¨ª que los pocos israel¨ªes que asesinaron a ¨¢rabes por razones nacionalistas tambi¨¦n tendr¨¢n derecho a esta liberaci¨®n.
Hay una enorme desigualdad entre los dos pueblos en todo lo que concierne al nivel de ingresos per c¨¢pita, al desarrollo econ¨®mico, a los servicios sociales y al nivel de educaci¨®n e investigaci¨®n, y los palestinos a veces se sienten como un joven adolescente y pobre que negocia con un adulto, rico, fuerte y con muchas relaciones, lo cual les crea un sentimiento de inferioridad que conduce no s¨®lo a una desconfianza continua, sino tambi¨¦n a una gran frustra ci¨®n. No obstante, los israel¨ªes deben saber que en las lujosas f¨¢brica! del Estado de Israel no s¨®lo se moldea la emoci¨®n del pueblo israel¨ª, sino tambi¨¦n la emoci¨®n del pueblo palestino, y esta emoci¨®n podr¨ªa no s¨®lo ser recompensada con generosidad en los acuerdos de cooperaci¨®n, sino tambi¨¦n llevar a un reconocimiento ¨¦tico que sirva de puente para la enorme diferencia material que existe entre los dos pueblos.
Una parte muy importante de los cimientos de la igualdad ¨¦tica entre los dos pueblos est¨¢ relacionada con la capacidad que tenga el nuevo Gobierno palestino de consolidar una democracia, y Sim¨®n Peres estaba especialmente orgulloso de las cl¨¢usulas democr¨¢ticas del nuevo acuerdo, que fijan las reglas de las elecciones para el Consejo palestino, y la separaci¨®n minuciosa entre las autoridades futuras que se erigir¨¢n dentro de ¨¦ste. Actualmente, en los mundos acad¨¦mico e intelectual existe un debate sobre los grupos democr¨¢ticos del mundo ¨¢rabe. Muchos afirman que la introducci¨®n de una democracia en pa¨ªses como Egipto, Siria, Argelia y otros s¨®lo llevar¨¢ al poder a las fuerzas fundamentalistas, que pueden hacer m¨¢s da?o del que ya causan los actuales reg¨ªmenes militares o semimilitares. No me considero un especialista en el mundo ¨¢rabe, pero s¨¦ que consolidar la base democr¨¢tica de la joven Autonom¨ªa Palestina que se erigir¨¢ en un futuro pr¨®ximo ser¨¢ la mejor garant¨ªa para la paz, ya que la historia moderna nos ha demostrado de forma clara que nunca dos Estados democr¨¢ticos se han complicado en una guerra y han preferido siempre la v¨ªa de la negociaci¨®n para la resoluci¨®n de sus conflictos. Pero, adem¨¢s, es vital para asegurar el reconocimiento ¨¦tico de la legitimidad de la Autonom¨ªa Palestina por parte de todo el pueblo de Israel, tanto en lo que ata?e a las facciones de halcones como a los nacionalistas religiosos.. Porque todav¨ªa existen en Israel no pocas fuerzas nacionalistas que esperan que los resultados de las pr¨®ximas elecciones en Israel les permitan dar marcha atr¨¢s. Y esta. esperanza hay que arrancarla de cuajo, no s¨®lo por medio del apoyo masivo d¨¦ gran cantidad de pa¨ªses a este acuerdo, sino tambi¨¦n por medio de su puesta en marcha a la. mayor brevedad posible y con la mayor energ¨ªa
A. B. Yehosua es escritor israel¨ª.
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