Cientos de miles de hombres exigen dignidad en la mayor manifestaci¨®n negra de la historia
Cientos de miles de hombres negros marcharon ayer sobre Washington por el rescate de su dignidad, y la naci¨®n entera enmudeci¨®, confundida. Cre¨ªa Estados Unidos haber borrado la l¨ªnea racial que dividi¨® a este pa¨ªs durante dos siglos. Pero ha bastado la llamada de Louis Farrakhan, un cl¨¦rigo demagogo que ha pintado de negro el Cor¨¢n, para que se levanten de nuevo en el explanada del Capitolio pu?os que exigen justicia y voces prudentes que reclaman, a blancos y negros, paz, igualdad y responsabilidad. Hoy, unos negros regresar¨¢n al gueto; otros, a sus ocupaciones, y los blancos de traje gris volver¨¢n a ocupar las calles de esta ciudad, pero para todos ¨¦sta habr¨¢ sido una jornada inolvidable.
"Regresen a sus casas y hagan sus comunidades productivas... Int¨¦grense en cualquier organizaci¨®n que trabaje por la liberaci¨®n de nuestro pueblo... ?nanse a una iglesia, templo o mezquita que los gu¨ªe espiritualmente... Vayan y reg¨ªstrense para votar por aquellos pol¨ªticos que defiendan nuestros intereses... La supremac¨ªa blanca tiene que morir". Con ese mensaje, el organizador de la marcha, Louis Farrakhan, l¨ªder de la Naci¨®n del Islam, despidi¨® a la multitud agrupada en el Mall para reunir la mayor manifestaci¨®n negra de la historia de Estados Unidos.En un discurso de m¨¢s de dos horas en el que record¨® el pasado esclavista de los padres de la patria y en el que apel¨® frecuentemente a Al¨¢ como el motor de la liberaci¨®n negra, Farrakhan asegur¨® que "todav¨ªa hay dos Am¨¦ricas, una blanca y otra negra, separadas y desiguales".
Un musulm¨¢n visionario
Muchos se hab¨ªan quejado en d¨ªas anteriores de que los negros atendiesen d¨®cilmente la convocatoria de un musulm¨¢n visionario que con frecuencia recurre a un discurso racista y de odio. Pero no era ese el sentir de la mayor¨ªa llegada desde todos los puntos del pa¨ªs. "No es Farrakhan nuestro problema. Nuestros problemas son la injusticia, el crimen, la marginaci¨®n econ¨®mica y una estructura de poder blanco que trata de decirnos qui¨¦nes deben ser y qui¨¦nes no deben ser nuestros l¨ªderes", opin¨® Kirby Duvillier, de 56 a?os, que se trajo con ¨¦l a los feligreses de su iglesia protestante de Staten Island, Nueva York.
"Estoy aqu¨ª para apoyar a mis hermanos en un d¨ªa de expiaci¨®n y de reconciliaci¨®n. Yo no respaIdo necesariamente al ministro Farrakhan, pero esta marcha trasciende a Farrakhan. Tengo la esperanza de que esto sea el preludio de un verdadero di¨¢logo entre las razas", dijo Rusell Yates, un joven de 33 a?os, empleado de profesi¨®n, que lleg¨® temprano desde Virginia para darle, como confes¨¦, un sentido especial al color de su piel.
Los organizadores de la concentraci¨®n anunciaron la cifra de un mill¨®n y medio de hombres negros. Probablemente era una exageraci¨®n. A falta de cifras definitivas, los c¨¢lculos m¨¢s realistas oscilaban en torno al medio mill¨®n de personas. Pero eso no era lo importante, porque, de alguna forma, todos los negros norteamericanos estaban all¨ª. Estaban l¨ªderes hist¨®ricos, como Jesse Jackson y Rosa Parks, que evocaban la memoria de Martin Luther King y de otros que lucharon en el Pasado por la libertad para su raza. Estaban sus l¨ªderes religiosos, sus representantes pol¨ªticos, algunas de sus figuras deportivas y musicales, representantes del mundo de la cultura, peque?os comerciantes amenazados por el empuje de los asi¨¢ticos y profesionales de ¨¦xito sin hueco en el esquema social de los blancos. Hab¨ªa miembros de las m¨¢s criminales bandas de Los Angeles, los Bloods y los Crips, y decenas de miles de j¨®venes que pueblan cada d¨ªa el triste paisaje urbano de EE UU.
Repartidos entre los monumentos que rinden culto a los pr¨®ceres de esta naci¨®n, hab¨ªa ¨¦mulos de rastafaris, nost¨¢lgicos de su pasado africano, musulmanes conversos, cristianos prof¨¦ticos, modernos promotores del black power y viejos activistas de los derechos civiles. Cantaron canciones de orgullo y esperanza, bailaron al ritmo de los tambores, lloraron, rezaron vers¨ªculos de la Biblia y del Cor¨¢n.
Tras las puertas del Capitolio se mantuvieron Newt Gingrich y todos los pol¨ªticos blancos que estos d¨ªas discuten sobre el fin de los programas sociales y de la discriminaci¨®n positiva. En realidad, una gran parte de la poblaci¨®n blanca prefiri¨® ayer refugiarse en sus suburbios, no por miedo, sino por incomprensi¨®n.
Muchos de los asistentes a la marcha reconocieron ciertas simpat¨ªas hacia Clinton. Pero uno de los oradores, el promotor de boxeo Rock Newman, molesto por las cr¨ªticas de la Casa Blanca a Louis Farrakhan, hizo una expl¨ªcita advertencia al presidente: "Se?or Clinton, nosotros podemos manterlo en su puesto, o podemos quitarlo de ah¨ª. Deje a nuestros hermanos en paz. Respete usted a este mill¨®n de hombres negros".
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