Novedades de los b¨¢rbaros en tiempos de crisis
Hace exactamente un siglo, su excelencia Abdelkrim Brisha, el viejo embajador que, en su in conmensurable e infinita inteligencia, Su Majestad Imperial hab¨ªa enviado a pactar con los cristianos infieles, era insultado y abofeteado por un general espa?ol en pleno centro de Madrid. "B¨¢rbaro", le gritaba al plenipotenciario e infortunado embajador el descabellado militar antes de humillarlo. Su Excelencia, que ven¨ªa con encargo de negociar una moratoria en el pago de las indemnizaciones de la guerra de 1859-1860, mortificada por el vil acto, se apresur¨® a retirarse a sus aposentos hasta qu e llegaron las disculpas oficiales de la reina Mar¨ªa Cristina.Su bondadosa Majestad Imperial, el sult¨¢n de Marruecos, en su inmensa sabidur¨ªa, no se ofendi¨® demasiado por el incidente, sobre todo por estar en una situaci¨®n extremadamente delicada y por el peligro de entrar en conflicto con una potencia ¨¢vida de indemnizaciones y pagos extras, que treinta a?os atr¨¢s hab¨ªa arrasado y ocupado parte del moribundo imperio jerifiano.
Hoy, en estos tiempos decalamares y otros pulpos, los descendientes del malogrado embajador se comentan entre s¨ª, y a quien quiere escucharlos, que el pu?etazo dado a Su Excelencia fue una suerte para Marruecos, ya que las negociaciones con Espa?a fueron concluyentes. Adem¨¢s, para unir lo ¨²til a lo agradable, se le hab¨ªa otorgado al plenipotenciario, como indemnizaci¨®n por la humillaci¨®n sufrida, una cantidad de miserable y perecedero peculio que fue a engrosar la fortuna del viejo tetuan¨ª. "Habr¨¢ que pensar en enviar otro Brisha a Madrid para que la gente le pegue y as¨ª arreglamos el problema de la pesca", dec¨ªa recientemente, sin re¨ªr, un descendiente del ilustre diplom¨¢tico.
Confieso que hace algunos a?os, cuando nos pele¨¢bamos en alguna calle de la muy espa?ola ciudad de Tetu¨¢n, siempre hab¨ªa alg¨²n distinguido transe¨²nte que nos gritaba: "B¨¢rbaros, mirad a los cristianos espa?oles que no hacen como nosotros", y a?ad¨ªa paternalmente: "Hay que tomar ejemplo de ellos".
Lo hemos hecho. Nos hemos llenado la cabeza con los programas de RTVE. Un, dos, tres, responda otra vez. Hemos conocido televisualmente al Capit¨¢n Tan, Valentina y Locomotoro. Saludamos respetuosamente a nuestros vecinos ib¨¦ricos de piso con un "buenas", y cada fin de a?o asaltamos las tiendas de Ceuta para comprar turrones, mazapanes y otras delicias. Los aficionados al f¨²tbol nos enfadamos muy a menudo los unos con los otros cuando el Real Madrid o el Bar?a se enfrentan, y hay hasta algunos ultras que se complacen en importar aqu¨ª, para las charlas de caf¨¦, los problemas regionales, ling¨¹¨ªsticos peninsulares. Demasi¨¦, hubiera dicho mi difunto t¨ªo, Iaureado de la Gran Cruz de San Fernando, valiente combatiente en una guerra perdida por los republicanos y honrado patriota que, al recobrar Marruecos su independencia, salud¨® afectuosa y militarmente a sus jefes espa?oles y se alist¨® en el nuevo ej¨¦rcito jerifiano. "Cada uno en lo suyo y con lo suyo", dijo.
A los moros que sirvieron al general¨ªsimo en su irresistible marcha al poder, que construyeron rutas, balizaron carreteras, machacaron a guerrillas peninsulares y murieron de fr¨ªo en el gran invierno ruso bajo el mando de un p¨¢lido general Mu?oz que ten¨ªa de grande s¨®lo el nombre, han sucedido nuevos moros, con prestigiosos diplomas, tel¨¦fonos port¨¢tiles, que hablan cinco idiomas, conducen coches de lujo y se comportan algunas veces de una manera que se asemeja a la de los se?oritos de anta?o.
Y es que los tiempos han cambiado. Hoy, en este viejo y querido pa¨ªs, tenemos nuestra jet-society, nuestros desgraciados cocain¨®manos, nuestros ¨ªdolos nacionales e internacionales, cantantes, estrellas de cine, humoristas, campeones ol¨ªmpicos y un sinf¨ªn de gente relevante. Cosa inveros¨ªmil hace solamente algunos a?os; hasta podemos ver la cara a nuestros corruptos y Roldanes nacionales. Bueno, no tanto para que los metan en prisi¨®n, pero suficientemente como para que podamos a escondidas insultarlos, complacernos en sus desgracias y adivinar sus miserias cotidianas. En fin, podemos decir que comenzamos a gozar de una democracia naciente.
Pero, aun con todo eso, seguimos siendo los moros para muchos espa?oles. Eso quiere decir que somos todos F¨¢tima o Mohamed, que no entendemos cuando nos hablan, y obviamente lo que dicen nuestros vecinos espa?oles es la verdad infinita. ?ramos b¨¢rbaros, y lo seguimos siendo. Tenemos pues que entender que los intereses de los pescadores espa?oles son m¨¢s fuertes, m¨¢s justos, m¨¢s hist¨®ricos que los nuestros. El 25% es lo mismo que el 65%. Si no lo entendemos va a ser una "lucha a muerte", como dec¨ªa recientemente el buen se?or don Esteban Mena, de la Asociaci¨®n de Pescadores de Algeciras; o peor, vamos a tener que enfrentar una "declaraci¨®n de guerra" como la de los gallegos, con la cual nos amenazaron. Para colmo, nuestro primer ministro y jefe de nuestra diplomacia nos invita a comer nuestros tomates si no los vendemos en Europa.
"Estamos acabados sin Espa?a", dec¨ªa el otro d¨ªa un eminente pol¨ªtico y vendedor de pescadilla en un c¨¦ntrico caf¨¦ de la blanca ciudad de Tetu¨¢n. "No necesitamos el concurso de los espa?oles, que despu¨¦s de la independencia se llevaron hasta los postes de la l¨ªnea del ferrocarril", le respondi¨® un viejo funcionario del Majzen. En medio, un se?or medio flaquito, que parec¨ªa ser un ¨¢rbitro, termin¨® diciendo: "La verdad es que el problema en este pa¨ªs es que nos enfadamos con los espa?oles cuando la prensa, por razones justas o no, lo decide, y nos reconciliamos con ellos cuando necesitamos hacer algunas compras en Ceuta, o tomamos un trago en alg¨²n rinconcito bonito de Marbella. Yo no me voy a enfadar m¨¢s con fulano de tal porque tenemos un problema con su pa¨ªs. Qui¨¦n sabe lo que se est¨¢ tramando all¨ª, en Madrid y Rabat... y a qu¨¦ viene todo esto si sabemos que ma?ana estas peripecias no ser¨¢n m¨¢s que un recuerdo remoto".
En Rabat, cuando el ¨®rgano del Partido Socialista, Lib¨¦ration, publicaba en primera p¨¢gina: "Cruzada contra Marruecos", en Tetu¨¢n unos cultos amigos, hijos de antiguos soldados regulares, compa?eros de armas del caudillo, constructores de carreteras peninsulares, etc¨¦tera, que no tuvieron mucha suerte con las becas espa?olas del ICMA, se preguntaban, con un aire ciertamente vengativo, c¨®mo un ministro de un "pa¨ªs civilizado" como Espa?a, ejemplo para nosotros, puede permitirse amenazar a Marruecos con un bloqueo. Otro agrega p¨ªcaramente que el alto funcionario tiene seguramente algo que ver con Marruecos, ya que su nombre es el mismo que el de un antiguo alto comisario de Espa?a en nuestro pa¨ªs, cuya principal gesti¨®n durante la contienda del 36-39 fue enviar "criminalmente", insiste el amigo, a tantos marroqu¨ªes a morir en las trincheras madrile?as. "Y nosotros, nosotros...", hubieran podido decir los miles de pensionados de guerra, olvidados y marginados por un pa¨ªs al que supuestamente liberaron de las garras marxistas ateas en el 36.
"Basta ya con todo esto", termina gritando un estimado profesor de la lengua de Cervantes. "Estos problemas", contin¨²a, no son m¨¢s que el reflejo de una pasi¨®n ancestral entr¨¦ espa?oles y marroqu¨ªes. El dilema est¨¢ en el hecho trascendental de que, contrariamente a otras colonias o posesiones espa?olas, estamos atrapados por la geograf¨ªa. Esta maldita geograf¨ªa que nos puso al lado de un pa¨ªs con el cual estamos ligados por 13 siglos de amor-odio, invasiones, venganzas y otras calamidades. Cuando hay un problema, estamos hu¨¦rfanos de Espa?ol. El castellano que hemos hecho nuestro se mezcl¨® definitivamente con nuestro dialecto ¨¢rabe. Las expresiones espa?olas se escuchan y se pierden en las dunas del desierto del S¨¢hara, en las estrechas callejue las de la medina de Tetu¨¢n, en los miserables confi?¨¦s del Rif o en las lujosas viviendas de Larache. Expresiones con las cuales felicitamos e insultamos a nuestros amigos o enemigos. Hay que decirlo: las que ganan en esta guerra son las merluzas y las sardinas que se impacientan en el mar".
"Mi coraz¨®n est¨¢ por la carrera de San Jer¨®nimo sol¨ªa cantar con un pronunciado acento rife?o una t¨ªa que hablaba mucho m¨¢s chelja y espa?ol que el ¨¢rabe dialectal. Hoy, los herederos de los moros, los que no ser¨¢n ya nunca, espero, b¨¢rbaros, podr¨ªan cantar: "Mi pasta est¨¢ por las c¨¢lidas corrientes de la costa atl¨¢ntica".
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