Retrato del h¨¦roe como Cristo
Constituye toda una sorpresa ver dirigir a Mel Gibson esta hagiograf¨ªa de William Wallace, y hacerlo adem¨¢s con buen pulso en un filme de enorme dificultad t¨¦cnica a la hora de poner en escena a miles de extras en aparatosas batallas y ambicioso en lo que hace al an¨¢lisis del h¨¦roe escoc¨¦s del siglo XIII y de su entorno.Braveheart condensa, en 2 horas y 50 minutos que nunca se antojan largas, toda una visi¨®n de las relaciones sociales durante la Alta Edad Media en las islas brit¨¢nicas. Y lo hace desde una sensible contradicci¨®n: por una parte, con el rigor a la hora de recrear el referente hist¨®rico y, por la otra, mediante una manipulaci¨®n descarada de los datos de la historia.
Braveheart
Director: Mel Gibson. Gui¨®n: Randall Wallace. Fotografia: John Toll. M¨²sica: James Horner. Producci¨®n: M. Gibson, Alan Ladd Jr. y Bruce Davey. EE UU, 1995. Int¨¦rpretes: Mel Gibson, Sophie Marceau, Patrick McGoohan, Catherme McCOrmack, Brendan Gleeson, James Cosmo, David O'Hara. Estreno en Madrid: Vaguada, Cristal, Palafox, Lope de Vega, Acte¨®n, Aluche, Canciller, Carlos III, Ciudad Lineal, Liceo, Albufera, Colombia, Arlequ¨ªn y Real Cinema.
Cierto, ni Gibson ni su guionista se pretenden historiadores. Su apuesta por mostrar a su h¨¦roe, en sinton¨ªa con su potencial espectador les hacen arroparlo con soflamas libertarias y due?o de una estrategia pol¨ªtica deudora del romanticismo decimon¨®nico, m¨¢s que de las concepciones pol¨ªticas en boga en la ¨¦poca.
Pero esto es lo de menos: en el fondo , y a pesar de las molestias que los responsables se toman a la hora de mostrar la historia, lo que Gibson pretende es s¨®lo narrar una gen¨¦rica peripecia de amor a la libertad y lucha contra la tiran¨ªa, y ayudada por el hecho de que poco o nada se sabe del escoc¨¦s Wallace antes de su violenta reacci¨®n contra los ingleses ocupantes, a la ra¨ªz de la muerte de su esposa.
Alguna sorpresa
Desde el punto de vista de su adscripci¨®n gen¨¦rica, Braveheart reserva alguna sorpresa. Por una parte, se trata de un filme que parece decantarse, sobre todo en su primera mitad, por la vertiente aventurera: el car¨¢cter indestructible del h¨¦roe, su manifiesta superioridad sobre tropas numerosas as¨ª parecen dictarlo. Pero en el fondo, Gibson sabe que lo que pretende narrar, un martirio capaz de germinar sentimientos todav¨ªa presentes en la sociedad escocesa, no tolera esas frivolidades, por lo cual opera una sagaz destrucci¨®n de algunos de los instantes cumbre habituales en el g¨¦nero: la secuencia de la bestial ejecuci¨®n de la esposa o el suplicio del h¨¦roe son s¨®lo algunos ejemplos.Vigorosa cuando debe, el filme aporta adem¨¢s, en su tercio final, una visi¨®n de la peripecia final del h¨¦roe no demasiado sorprendente viniendo del militante cristiano que es Gibson: en sus manos, Wallace se convierte en chivo expiatorio, objeto de tortura y horror, que el director compone en el encuadre con evidente homolog¨ªa con la pasi¨®n de Cristo.
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