Alfonso: la resurrecci¨®n
Mientras media Sevilla se muere por Suker, la mitad verdiblanca arde con Alfonso P¨¦rez; aquel peque?o Alfonso el Sabio que aclamaban los viejos hinchas locales en la periferia de Madrid.Analizado en sus principios, Alfonso ser¨ªa el resultado de una afortunada conjunci¨®n familiar: es, precisamente, la influencia de un padre so?ador en un hijo con talento. Si repasamos la historia de algunos de los m¨¢s brillantes futbolistas espa?oles de todas las ¨¦pocas, sin duda estamos ante un caso excepcional. Nadie logr¨® resumir mejor que Santiago Bernab¨¦u la p¨¦sima influencia de muchos padres de familia en sus ni?os de oro; se embarcaba en un esquife del tama?o de una ba?era, lanzaba la ca?a en los ¨²ltimos caladeros de Santa Pola, y sol¨ªa murmurar, con su retranca de abuelo cascarrabias: "Ni cupletistas con mam¨¢ ni futbolistas con pap¨¢".
Al contrario que algunos de sus colegas, berrendos en nuevo rico, esas gentes cuya ¨²nica urgencia es ir al banco, Pepe, el padre de Alfonso, tuvo una obsesi¨®n verdaderamente provechosa: la de reunir, en un cat¨¢logo imaginario, todos los recursos que pudieran convertir a un buen futbolista en un crack. Siempre estuvo atento a dar una vuelta de tuerca m¨¢s a su hijo: ahora deb¨ªa marcar un poco mejor el perfil del tiro, despu¨¦s ten¨ªa que perfeccionar el falso pedaleo de la bicicleta, a continuaci¨®n le ped¨ªa que volviera a marcar exactamente los tiempos del salto. Un d¨ªa, cuando el chico tuvo su primera lesi¨®n muscular en la pierna derecha, Pepe le oblig¨® a incorporar todas sus habilidades a la izquierda: le llevaba ante un front¨®n, le entregaba la pelota, y le exig¨ªa que duplicara sus recursos individuales. Le hac¨ªa revisar su repertorio, giro por giro y toque por toque, sin olvidar que, como dijo un poeta argentino, en el juego de ¨¢rea/ f¨²tbol es pared. "?Quieres perfeccionar la pared? Ah¨ª tienes una". Aunque el muro era liso como un espejo, el muchacho no lleg¨® a hacerle un ca?o de puro milagro.
Unos a?os despu¨¦s, Alfonso, el hijo de Pepe, era un futbolista asim¨¦trico.
Luego llegaron las lesiones, la dura rehabilitaci¨®n, el Betis y, por fin, la gran explosi¨®n. Hoy, con la exigencia que se debe a los grandes, Alfonso seguir¨¢ necesitando la comprensi¨®n que siempre merecieron todos esos seres altamente especializados cuyas vidas dependen por igual de la exactitud y el v¨¦rtigo. Como el halc¨®n peregrino, ¨¦l tambi¨¦n precisa disponer de toda su velocidad. En su mundo de ataques y escapadas, un solo metro por segundo menos implica que se escape la paloma.
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