La salvaci¨®n no est¨¢ en la t¨¦cnica
Precedido por una l¨®gica y. fr¨ªa curiosidad, Nacho Cano lleg¨® por fin a Madrid tras haber paseado un espect¨¢culo basado integramente en su primer trabajo en solitario, Un mundo separado por el mismo Dios, por varias ciudades de la Pen¨ªnsula. ?El arrojo de Nacho es de un incalculable valor, m¨¢s que nada por su decisi¨®n de producir, arreglar y componer en su totalidad este trabajo extremadamente arriesgado, que denota, en su resultado final, una incapacidad para llegar a buen puerto muy a pesar del despligue t¨¦cnico con el que su art¨ªfice ha contado. Pero el beneficio de la duda estaba de su parte. Su p¨²blico, que fue de Mecano, ten¨ªa las puertas entreabiertas; sin embargo, la realidad se desnud¨® por fin en su concierto del Palacio de Deportes como un duro golpe a una pasi¨®n que, finalmente, no fue compartida.
Nacho Cano
Nacho Cano (voz, guitarra, teclados), Luis Miguel Naval¨®n (bajo), ?ngel Celada (bater¨ªa), Mercedes Pedroche (bailarina), Susana Cazenave (bailarina), Alicia Alem¨¢n (teclados, chelo, voz, guitarra), Lorenzo Rousow (teclados), Jason Hart (teclados).Entradas 1.500 y 2.500. Palacio de los Deportes. Madrid, 16 de noviembre
Puntual como pocos artistas, Nacho Cano apareci¨® sobre un escenario hiperdise?ado donde el encuentro entre la oscuridad y. las luces no ayud¨® en absoluto a definir la visualidad de su puesta en escena. Los m¨²sicos, situados todos a la derecha del escenario, formando una escalera, dejaban libre gran parte de las tabla s para la coreograf¨ªa y para una pantalla en la que se sucedieron im¨¢genes correlativas a las divagacionies musicales del artista en cada momento. As¨ª -como El profesor de danza- mostraba fragmentos del v¨ªdeo que se prepar¨® para la canci¨®n, en el que ' adem¨¢s de tener a Nacho sobre el escenario, se le pudo ver tambi¨¦n en unos primeros planos demasiado confiados a una actitud mesi¨¢nica que se repiti¨® en varias, demasiadas, ocasiones. Cuando interpretaron El dolor del agua junto a un v¨ªdeo sobre la caza de las ballenas, todo su montaje consigui¨® emocionar por la crudeza y realidad de las im¨¢genes; sin embargo, el efecto fue el resultado de esa realidad y no de la abstracci¨®n de la canci¨®n.Nacho actu¨® durante la mayor parte de la noche con una guitarra el¨¦ctrica como instrumento principal, al que no pudo exprimirle m¨¢s de lo que dio en un solo tema, repitiendo el mismo esquema continuamente en cada canci¨®n: punteos sencillos que, previsiblemente, romp¨ªan en rasgueos semidistorsionados una y otra vez. Cuando se acerc¨® al teclado, su fuerte en Mecano, tampoco aprovech¨® la ocasi¨®n, que, como a pocos artistas, se le pint¨® calva. Un par de bises aclamados por los incondicionales, un ej¨¦rcito de hare krisna revoloteando con su dulzura por el recinto, arengando con sus bailes y un artista que en la despedida s¨®lo dej¨® un pu?ado de plausibles razones.
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