Oli salva al Oviedo
Dubovsky, al 'estilo Panenka', y Luis Fern¨¢ndez fallaron dos de los tres penaltis se?alados en los ¨²ltimos minutos
Faltaban 12 minutos para terminar el partido cuando todo se jug¨® en una serie de sucesivos lances, a cual m¨¢s trepidante. Ganaba el Racing (0-1) y Esteban Torre entraba en el partido, sustituyendo al hasta entonces goleador c¨¢ntabro Popov, forzando un absurdo penalti de Jerkan. El racinguista Luis Fern¨¢ndez tuvo la puntilla al alcance de su pierna izquierda, pero desperdici¨® la ocasi¨®n: Mora desvi¨® su lanzamiento.En la jugada siguiente, Dubovsky entr¨® en el ¨¢rea casi a la desesperada y se cay¨® aparatosamente en presencia de Txema. El ¨¢rbitro se?al¨® penalti, en medio de la indignaci¨®n del Racing. El propio Dubovsky empat¨® cuando faltaban ocho minutos para el final. La igualada fue como un buen par de banderillas negras para un Racing que hab¨ªa controlado el partido durante 80 minutos con solvencia y autoridad. El equipo c¨¢ntabro se ech¨® hacia adelante con m¨¢s coraz¨®n que cabeza y Carlos tuvo opci¨®n de robar un bal¨®n y fabricar en la misma jugada el tercer penalti del partido -¨¦ste inapelable- y la expulsi¨®n de Pablo, el autor del derribo en el ¨¢rea cu¨¢ndo Carlos se aprestaba a engatillar.
Dubovsky cogi¨® el bal¨®n bajo el brazo, lo puso sobre el punto blanco del ¨¢rea y se aprest¨® a cubrirse de gloria. Pretendi¨® el eslovaco hacer el 2-1 al llamado estilo Panenka, adornando el lanzamiento de un penalti decisivo, a tres minutos del final, con una art¨ªstica vaselina. Dubovsky pifi¨® la ocurrencia y el bal¨®n muri¨® en el regazo de un estupefacto y agradecido Ceballos.
Cuando todav¨ªa se desesperaba la parroquia local y respiraba incr¨¦dula la nutrida hinchada visitante, el Oviedo acerc¨® a toda la concurrencia a la crisis coronar¨ªa. Las agujas del reloj estaban sobre el tiempo reglamentario del partido. Entonces, Iv¨¢n Ania entr¨® como una flecha por la banda izquierda, abri¨® una brecha en la entonces amurallada defensa racinguista y Oli, que hab¨ªa estado toda la tarde peleado con el gol, marc¨® todos los tiempos del remate de un gran ariete. Primero se abri¨® hacia fuera del ¨¢rea peque?a, golpe¨® luego con la zurda sin parar y cruz¨® el bal¨®n a la red.
Un estado de histeria colectiva se apoder¨® entonces del Carlos Tartiere. El p¨²blico se hab¨ªa pasado m¨¢s de una hora reprobando el supino desorden de su equipo ante un Racing casi impecable, pero en los ¨²ltimos diez minutos de juego el f¨²tbol con may¨²sculas apareci¨® de pronto, tan grande como es, con sus glorias y sus miserias
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